39.- Si Mahoma no va a la montaña.

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Miranda


Habían pasado unos días desde que Alec y yo habíamos vuelto a estar juntos, las cosas entre nosotros no habían mejorado pero tampoco habían empeorado, tratábamos de disimular todo lo que podíamos el incidente frente a Evan aunque era evidente que Alec moría de ganas por restregárselo en la cara.

Tío Michael había ordenado que un grupo de seguridad cuidara de la casa de los Hoffmann donde aparentemente vivían Isabella, Iker y los padres de Alec, según lo que Alec me había contado ellos habían notado la cantidad de gente que está resguardando la casa, pero que no le habían prestado demasiada importancia porque el equipo era bastante discreto, habían pensado en cambiarlos a una casa por aquí cerca para poder tener la seguridad de que estarían mejor protegidos, pero los padres de Alec no aceptarían a menos de que su hijo les diera una explicación bastante convincente así que tío Michael opto por establecerles un equipo de seguridad totalmente preparado, en caso de que la situación se complicará los mudaría a como diera lugar, mientras tanto no era necesario. Tío Michael regreso a vivir a mi casa por un tiempo debido a como se había tornado la situación, las amenazas de muerte de dos mujeres despechadas y la emboscada habían hecho que quisiera estar cerca de mí para protegerme, Alec y Evan estaban en constante comunicación conmigo a lo largo del día y podía jurar que discretamente me vigilaban aunque no me lo hacían saber porque yo no aceptaría que me cuidaran, podía hacerlo yo sola. El evento de caridad y beneficencia era mañana y ya tenía todo listo para asistir al evento, incluso Alec estaba invitado gracias a la fama que le habría creado haber salido conmigo y que hubiésemos sido portada de varias revistas importantes de sociales y Evan obviamente iría, su familia es una de las más influyentes en el mundo de los negocios, su apellido no podía faltar en la lista de familias invitadas, había pensado en asistir con alguno pero eso lo haría que su enemistad creciera todavía más, bueno si es que eso puede ser posible.

En días no había tenido noticia, o amenaza alguna de parte de Samanta o de Tania y eso me intranquilizaba, a cualquier otra persona en mi lugar rodeada de otro mundo menos sombrío habría sido un respiro, no saber nada de ellas, pero en el mundo de la mafia la única razón para no saber de un enemigo, es porque está planeando su siguiente movimiento, no le tenía miedo a ninguna de las dos, eran de mente débil a comparación conmigo, realmente no temía por mí, sino por tío Michael y la familia Hoffmann, sin duda si alguna de las dos actuaban de manera inteligente utilizarían a cualquiera de ellos para doblegarme, pensar en que llegaran a ser tan inteligentes en ese aspecto me atormentaba de cierto modo y me intranquilizaba al recordar a Iker, a la pequeña e inocente Isabella que no tenían ni idea de qué tipo de persona era yo, pero que sin duda corría peligro por haberse topado conmigo ese día en el parque, se volvía en automático blanco fácil para cualquiera que quisiese hacerme daño más aun después de como la protegí, de cómo me arriesgue a que Samanta me eliminara con una bala al corazón solo para asegurarme de que ella estaría bien, estaba acostumbrada a estar amenazada, pero ahora era diferente, no toleraría que personas inocentes y ajenas totalmente a la mafia se vieran perjudicadas por mi causa, estaba demasiado absorta en mis pensamientos frente a la alberca de la casa cuando escuche a Alec llamarme, solté la pluma que tenía en la mano del susto y la impresión de escucharlo tan de repente y voltee a mirarlo.

— ¿Qué sucede, Alec? —pregunte con un deje de molestia en el tono de voz a causa del sobresalto.

—Estuve pensando en la otra noche...en la sala de piano...tu y yo...—dijo pícaro mientras tomaba asiento en una de las sillas acercándola, para quedar frente a mí.

—Aja—exprese despreocupada mientras observaba los papeles de la carpeta donde había estado trabajando hasta antes que llegara Alec.

—Yo no me cuide ese día—dijo totalmente serio mientras me volvía para mirarlo a los ojos burlona.

—Ya lo sabía, Alec—me miro confundido y abrió la boca queriendo decir algo pero la volvió a cerrar.

—Todo está bien, no hay riesgo...yo me estoy cuidando—exprese dirigiendo mi mirada hacia mi laptop, comparando cifras de las cuentas bancarias con la de los papeles de la carpeta, sentí la mirada de Alec y levante la mirada para encontrarme con sus ojos.

—No tenía miedo de que pudieras quedar embarazada...más bien estaba ilusionado, emocionado por esa pequeña posibilidad—estaba hablando demasiado seguro y demasiado tierno, la idea de formar una familia con él la había considerado muchas noches atrás de insomnio, sin duda sería feliz a su lado y no titubearía al darle el sí, pero en este momento en que las cosas entre él y yo no parecían aclararse del todo, en este momento en el que no estábamos del todo bien y no había recuperado la confianza en él me parecía una decisión poco acertada formar una familia con él, no puedo negar que ya no estoy tan molesta con el cómo hace unas semanas que me entere de todo, pero la confianza es algo que es difícil de recuperar y en el mundo de la mafia te es difícil confiar en alguien y cuando lo haces, y te traicionan es difícil volver a confiar plenamente, así que básicamente aún estaba lidiando con los demonios de mi interior.

—Si tú y yo tenemos que estar juntos de por vida, así será, Alec, por mas mentiras que digas...—dije divertida mientras situaba mi mano en su mejilla, y la acariciaba dulcemente con el dedo pulgar.

—No tienes idea de cuánto deseo que el resto de la vida no nos sea suficiente para amarnos, Miranda—cuando me hablaba de esa manera, el tiempo se detenía para mí, no había nadie más en el mundo para mí que él, se convertía automáticamente en el centro de mi universo y pensarlo de cierta manera me daba miedo. Él era mi talón de Aquiles, él era blanco fácil y era también mi punto de quiebre, darle todas esas posiciones a alguien en mi vida en el mundo de la mafia era un pase directo a la muerte y a la tortura y pensar en que pudieran hacerle daño me inquietaba de manera sepulcral.

Retire la mano de su mejilla y seguí concentrada en las altas cifras que se concentraban en mis cuentas bancarias, usaba unos lentes de descanso para no dañarme la vista cuando trabajaba en la laptop, no los necesitaba pero tampoco me arriesgaba a perjudicarme la vista, si la vista me fallaba automáticamente también lo haría mi habilidad para disparar a diestra y siniestra.

Levante la mirada de la pantalla cuando sentí la intensa mirada de Alec en mí.

— ¿Qué tanto ves, Alec? —pregunte esbozando una media sonrisa muy coqueta.

—Te vez muy sexy con esos lentes, y trabajando como toda la empresaria que eres—dijo mirándome intensamente, me puse le exquisita pluma dorada entre los dientes con toda la intención de provocarlo, lo cual funciono porque se relamió los labios deseoso de besarme.

—Pues... gracias por el cumplido—dije coqueta mientras seguía jugueteando con la pluma entre mis dientes mirándolo provocadora.

—A veces no puedo entender como tanta sensualidad, coquetería, provocación y belleza puede estar reunido en una sola mujer—dijo mientras escaneaba cada facción de mi rostro, perfilando mi barbilla y mis labios con su dedo índice, sonreí involuntariamente por lo que había dicho y por su delicado tacto.

—Deja de aumentar mi ego, Alec—dije divertida dirigiendo mi mirada de nuevo a la laptop acomodándome los lentes.

—Dudo mucho que pueda crecer aún más, nena—dijo divertido, intente mirarlo con falso enojo, pero una risita ahogada se me escapo acompañada de una suya.

Nuestras risas se vieron interrumpidas por el ruido de unos tacones acercarse por la puerta de la sala que conectaba con la alberca, miramos en esa dirección donde el ruido de los tacones se hacía cada vez más cercano, por fin pude ver la figura femenina, los tacones que eran nada menos que Tommy Hilfiger, un vestido de la colección Dolce & Gabanna primavera-verano y un bolso Gucci de edición limitada a juego con el vestido, el cabello castaño obscuro casi negro, perfectamente lacio hasta por debajo de los hombros y esos ojos azul penetrantes me hicieron reconocerla de inmediato.

— ¡Grecia! —dije levantándome de mi asiento seguida de Alec, Grecia tomo con una sola mano la gran funda que cargaba y extendió los brazos para abrazarme esbozando una amplia sonrisa.

— ¡Miranda! Hermosa...si Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma—me separe de ella para notar como observaba a Alec y por un momento estuve celosa de eso.

PREFIERO MORIR ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora