85.- Estaba sola.

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El gran día había llegado. Los anteriores días a la boda había estado entrando y saliendo gente de la mansión, no sin antes ser revisados minuciosamente por la seguridad de Henry, sus delirios de persecución lo hacían tener la casa custodiada hasta el más mínimo centímetro. Aunque de cierto modo lo entendía yo solo estaba esperando una grieta en su equipo de seguridad para salir de ahí aunque no supiera donde demonios estaba.

Me habían despertado muy temprano para poder maquillarme, peinarme y hacer todos los arreglos necesarios en mí. Aunque todo lo que iba del día había escuchado comentarios de los estilistas que decían: "Es un honor trabajar con una belleza de esta magnificencia" "Es tan hermosa que cualquier cosa la haría verse bien" "Tiene una cara divina" "Tiene un cutis perfecto" "Será la novia más hermosa de la historia de sociales".

Yo me había limitado a mantenerme en silencio, no estaba de humor como para agradecerles por encargarse de mi apariencia para una boda que no deseaba de ninguna manera. Cada ocasión que mi mirada se había cruzado con la de Doris, había visto en ella pena y compasión, ella sabía que casarme con él no me hacía feliz y sentía empatía por mí.

Tardaron varias horas en decidirse qué tipo de maquillaje y peinado llevaría, yo tan solo estaba en modo automatico frente al gran tocador, escuchando comentarios superficiales y de debates entre que colores usar o que accesorios usar para mi cabello. Lo único que me mantenía viva era que estaba aferrada al recuerdo de Alec, al recuerdo de su amor, de su mirada, de sus besos, al olor de su cabello, al calor que despedía su pecho cuando me abrazaba con tal fuerza que parecía que me fuera esfumar en cualquier momento, a su dulce voz que me hacía temblar siempre que me hablaba con todo el amor que podía sentir, a sus fuertes manos rodear mi cintura, acariciar mi cara, a sus dedos largos y agiles perfilar mi nariz, mis labios o mi barbilla, a la manera en que rodaba los ojos cuando me ponía de terca, a el latido de su corazón que era una dulce melodía para mis oídos, a su voz coqueta que me susurraba cuanto es que me deseaba. Sentí una lagrima rodar por mi mejilla, seguida de las expectaciones de toda la gente que me estaba diseñando, expresando que se arruinaría el maquillaje si lloraba.

—Señorita Anderson, no llore por favor, si lo hace no saldremos de aquí en todo el día, tratando de arreglar el maquillaje—dijo moviendo las manos energéticamente.

—Deben de ser los nervios por la boda, he visto a muchas novias llorar de emoción...de felicidad—dijo una chica muy segura como si esa fuera la respuesta más lógica, me gire para mirarla con desaprobación, mientras fruncía el ceño, escuche como otra de ellas iba a comenzar a hablar y la detuve.

—Tu...sht...—dije señalándola con el dedo para que guardara silencio, mientras me levantaba del asiento del tocador y me dirigía a ella—Te aseguro que estas lagrimas pueden ser de cualquier otra cosa, pero no de emoción...no de felicidad...—la chica trago saliva con dificultad, cuando noto la severidad con la que le estaba hablando pero no me importo—No estoy feliz...mucho menos emocionada...no me casare con el hombre que amo, y esta boda solo me condenara a la desdicha y a la infelicidad, el único hombre que amo, ame y amare está muerto por culpa del supuesto hombre con el que me casare hoy y tú piensas que estoy emocionada por casarme con ese monstruo llamado Henry Wilson—todas me miraban con especial atención y sorpresa en sus rostros, estaban atónitas por lo que acababa de decir, pero de un momento a otro la dirección de sus ojos sorprendidos cambio, miraban hacia la puerta, así que dirigí mi mirada hacia allá, Henry estaba en la puerta observándome furioso, con las manos en puños; se estaba conteniendo.

—Chicas pueden salir, tengo que hablar con mi encantadora futura esposa—dijo en un tono amable entre dientes conteniendo un grito, las chicas salieron apresuradas, cerrando la puerta tras ellas. Henry se acercó sigiloso hasta a mí, sigiloso como un felino acechando su presa, dio una vuelta alrededor de mí, para detenerse a mis espaldas y susurrarme al oído—Así que crees que soy un monstruo...—sonó amenazador, pero no tenía miedo quería gritarle, quería golpearlo hasta perder la sensación en las manos.

—Si lo creo, y me lo confirmas todos los días—dije apretando los dientes. Chasqueo la lengua y camino hasta quedar frente a mí, tomo mi barbilla obligándome a mirarlo a los ojos.

—Es el día de nuestra boda y tú debes lucir, feliz, emocionada y encantadora para todos los invitados y la prensa—lo interrumpí enojada por todo lo que estaba pretendiendo que hiciera.

— ¡JAMAS...ESCUCHAME BIEN...JAMAS ME MOSTRARE FELIZ A TU LADO...ACOSTUMBRATE A ESO! —Henry me miro aún más furioso que antes y esta vez no se limitó a solo mirarme, sentí su mano abofetear mi mejilla muy cerca de los labios, caí al suelo llevándome una mano a la mejilla que empezaba a arderme, saboree el sabor de mi sangre, toque ligeramente mi labio estaba sangrando, lo mire con resentimiento y odio, mucho odio. Me levanto del suelo tomándome del brazo bruscamente y me obligo a mirarle de nuevo—No es una pregunta, preciosa, es una orden y tu única responsabilidad desde el momento en que te traje aquí es obedecerme... ¿lo entendiste? —pregunto pasando su dedo por mi labio, limpiando la sangre que había brotado, aunque un momento después ya estaba sangrando de nuevo.

—Me destrozaste el labio ¿cómo pretendes que luzca preciosa, idiota?

—Un poco de maquillaje lo arreglara lo se...y una cosa más...no puedes decirle idiota a tu futuro esposo—dijo retirándose de mi, caminando hacia la puerta, se fue cerrando la puerta tras él, y un segundo después las chicas ya estaban entrando con rostros asustados, me senté de nuevo en el maldito asiento del tocador, trabajaron en silencio y unas horas después ya estaba lista...estaba lista para firmar mi pase directo a la desdicha, lo sabía, era inevitable, era inminente y me sentía sola...estaba sola.

*Alec POV*

Habíamos tomado un jet de Nueva York a Berlín que es donde se llevaría a cabo la boda, un par de horas había durado el vuelo, un par de horas que me habían parecido eternas. Evan venía con nosotros, había insistido en ayudar y Grecia se había quedado inquieta en Nueva York. Aparcamos frente a un gran salón, que más bien era un jardín enorme con carpas, iluminado y atiborrado de fotógrafos y la prensa, escaneamos el terreno estaba repleto de hombres de seguridad como lo habíamos previsto, pero nuestro as bajo la manga era haber infiltrado varios de los mejores hombres de la fuerza Anderson en su seguridad. Había sido idea de Michael y había funcionado hasta ahora. Michael también nos acompañaba pero habíamos decidido que no se expusiera, dada su situación desde aquel disparo en la pierna, por supuesto no estaba de acuerdo y aun así nos acompañó decidido a hacerle pagar a Henry por haberle arrancado a Miranda por tanto tiempo. Gracias a uno de los infiltrados pudimos pasar sin ser reconocidos, nos separamos, cada uno con un infiltrado, si estábamos todos juntos levantaríamos sospechas, me situé detrás de una pareja mayor y tome una copa de champagne para parecer lo más relajado posible. Me la termine de un sorbo y comenzó la marcha nupcial a sonar, en una melodiosa combinación de piano y violín y entrando por el pasillo estaba ella, hermosa como la recordaba, aunque más delgada, miraba hacia el suelo. Cuando por fin miro al frente observe tristeza, desesperación y una cantidad incontable y poco concebible de dolor...forzando una sonrisa que no le llegaba a los ojos.


PREFIERO MORIR ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora