Comida... ¿a la mala?

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-¿A dónde vamos a ir? -sonrió al pararse a mi lado.

No me abrazó, ni me besó, ni me tomó de la mano. El detalle me encantó. Definitivamente eso era lo mejor, ir con calma y seguir más o menos como antes. Por lo menos saber que ella no esperaba que me volviera un romántico de la nada era significativo.

-Tú relájate y disfruta -le aconsejé guiñándole un ojo.

-Apuesto que vamos a algún sitio de comida chatarra -susurró burlona.

-No todos nadamos en plata, "angelito" -me mofé adelantándome hacia la salida.

-¡Yo no nado en plata! -protestó dando una pequeña corrida para alcanzarme.

-¿No? -me detuve y me giré a mirarla fingiendo sorpresa y horror -¿Estás diciéndome que he estado perdiendo todo mi tiempo contigo? ¿Que todo esto fue por las puras? Me siento estafado.

-¡Idiota! -chilló riendo a la vez que me daba un empujón en el pecho.

-Ya, ya, no lloriquees, vamos de una vez -la tomé de la muñeca jalándola unos cuantos metros hasta que me siguió el paso.

-¿Cómo es la comida de un "chico malo"? -sonó increíblemente inocente al preguntar eso.

-Bastante normal en realidad.

-¿Normal?

-Sí -le miré -abres la boca, metes comida, masticas, tragas, repites el proceso... tú sabes... comes.

-Hoy te has propuesto a hacerme quedar como tonta ¿no? Cuidadito que me vengo ¿eh? -me advirtió.

-Tú jamás quedas como tonta -se me escapó antes de que pudiera contener mi bocota.

Seguí caminando, ignorando mi propio comentario, pero la sentí sonreír a mi lado y tuve que esforzarme por no hacerlo yo también. Mantuvimos el silencio en lo que quedaba de camino hasta el puesto de hot dogs y hamburguesas al que la llevé.

-No te da asco ¿o sí? -le pregunté antes de acercarnos más a la carretilla.

-No -contestó con suavidad tras examinar unos instantes la forma en la que preparaban la comida -¿Este es el sitio de reunión de los "malos" o algo así?

-Para nada -reí -solamente es rico y barato. Pensé que sería bueno comer algo no tan elegantoso para contrarrestar la super cena a la que me invitarás.

-Bien pensado -me dijo fingiendo sorpresa, como si fuera extraño que yo pudiera tener buenas ideas.

Una sonrisa burlona no tardó en aparecer en su rostro. Puse los ojos en blanco y le tendí una mano, como ofreciéndome a llevarla a una de las mesitas con sombrilla que rodeaban el puesto. Valerie la miró dudosa unos instantes, pero finalmente la tomó, entrelazando sus dedos con los míos.

-Bienvenidos, ¿Es su primera vez aquí? ¿Desean la carta? -preguntó una de las dos únicas meseras.

-Hola -saludé con una sonrisa -tráeme una hamburguesa con todo, una porción de papas y una gaseosa y... -me giré a Valerie -¿quieres ver la carta?

-No, creo que estaré bien con una hamburguesa pequeña de solo pan, carne y queso.

-¿Algo más? -preguntó cortésmente la señorita.

-¿Un agua sin helar?

-En unos minutos les traeré su pedido -se alejó la mesera.

-¿No vas a comer nada más? -me incliné sobre la mesa asombrado.

-Ya te dije: No soy un milagro. Si quiero verme bien, me tengo que cuidar. Una hamburguesa es de por sí, bastante -me afirmó.

-Como quieras... -me encogí de hombros.

Ella rió suavemente.

-¿Qué esperabas? ¿Que me pidiera toda la carta?

-Creo que algo así -reí también -Aunque sigo pensando que deberías aprovechar un poco mejor esta oportunidad.

-¿Oportunidad?

-Sip. La única y exclusiva oportunidad de que yo te invite a comer y pague por ti -sonreí engreídamente.

-¿Debería sentirme alagada? -se burló.

-Bastante -intenté mantenerme serio sin mucho éxito.

-Vamos a lo importante. ¿No vas a retarme?

-Vaya, vaya... el "angelito" está ansioso...

-Di tus reglas de una vez.

-Ya te dije, linda, yo no hago reglas, yo las rompo.

-¿Debo romper las normas de educación en la mesa?

-Adelante. Pon los pies en la mesa.

Su expresión de horror fue invaluable. En lo que me reía de su cara nos trajeron las bebidas y me pareció que la mesara dijo que la comida llegaría pronto.

-Pon los pies en la silla -le indiqué tomando un sorbo de mi gaseosa.

Valerie lo hizo de no muy buena gana. Al hacerlo tropezó con la mesita que se tambaleó, tumbando a su vez el vaso de agua. La mesera que nos había estado atendiendo no tardó en darse cuenta y se apuró en traer servilletas. Más roja no podía estar Valerie.

-Por favor, disculpe este incidente -le dije a la joven -mi acompañante no parece saber comportarse y menos aún en una mesa.

Su mirada asesina no se hizo esperar.

-La vas a pagar -me advirtió.

Poco después trajeron las hamburguesas junto a mi demás comida. Valerie cogió uno de los sobrecitos de salsa y lo acomodó en la mesa.

-¿Qué haces? -no pude contener una sonrisa burlona al preguntar.

-Más travesuras en la mesa -contestó con falso aire inocente.

No había terminado del todo de hablar cuando le metió un puñetazo al sobrecito consiguiendo que este reventara embarrándome.

-¿Qué demonios...

-Señorita -la escuché llamar a la mesera -¿No tendrán babero? Mi compañero no parece saber comer.

No pude evitar reír pese a mis fuertes intentos por controlarme.

 -Me manchaste -me quejé aún medio incrédulo cuando la chica se alejó a traer algo con que limpiarme.

-¿Upsi? -se encogió de hombros fingiendo una expresión inocente y pestañeando tiernamente.

Como si ella no hubiese tenido nada que ver, le dio un mordisco a su hamburguesa.

-¿Buena? -pregunté imitándola.

-Mucho mejor de lo que me esperaba.

La mesera se acercó de nuevo y me tendió un paño un poco húmedo para que pudiera limpiar mi polo. Esperó a que le devolviera el paño para alejarse, lanzándonos miradas como si nos tratáramos de dos chiquillos traviesos y verdaderamente problemáticos.

-¿Alguna regla de mesa más que deba romper? -preguntó.

-Relaja la espalda, pareces un palo de escoba de lo tiesa que te sientas -me burlé engullendo unas cuantas papas de una.

-¿No se te ocurre nada mejor?

-Nop. Que sea un "chico malo" no significa que no tenga modales. Claro que a veces me dan flojera y los ignoro pero tener una... ligera... aversión hacia las reglas -busqué una manera de decirlo -no significa que trates mal a los demás, al menos, no siempre o que no sepas comportarte.

-En otras palabras, ahorita no se te ocurre nada -rió.

-Siempre puedes ir a coquetearle al cocinero a ver si nos rebaja los precios.

-¿Es lo que sueles hacer?

-No... solía preferir a las meseras -tomé un poco de mi gaseosa.

-¿Solías? -alzó una ceja.

Parecía un poco fastidiada. Aparentando indiferencia dije:

-Sí. Solía. Pasado. Ahora estoy atorado contigo ¿no?

The Real Bad Boy (PUBLICADO)Where stories live. Discover now