No tardé en llamar a Jorge y contarle lo que había pasado. Le di la dirección de donde nos estábamos quedando y me dijo que estaría aquí dentro de poco. Solo me tomé un café esa mañana mientras daba vueltas por toda la casa, al final, acabé mirando la playa apoyada en la cristalera.

Dejé que la brisa diera en mi rostro y suspiré, cruzando los brazos debajo de mi pecho. Cuando pensé que podíamos estar tranquilos, todo volvía a empezar de nuevo, pero esta vez sería diferente. No iba a esconderme, no iba a volver a lo mismo porque iba a intentar que no se metiera en mi cabeza de nuevo. Tenía la ligera sospecha que él me observaba cuando me dejaba algún recordatorio de que él aún seguía ahí, vigilándome.

Llamaron a la puerta y me giré, descrucé mis brazos y caminé hacia la puerta, encontrándome a un Justin adormilado en el camino.

— Vuelve a la cama —pasé mi mano por su brazo.

— Estoy bien —pasó una mano por su rostro, frotándolo.

Justin se adelantó a mí y abrió la puerta antes que yo llegara. Abrió la puerta entera cuando se dio cuenta que era Jorge. Se dieron la mano y Jorge entró, dándome la mano a mí también.

— ¿Qué ha pasado?

— Ayer, volvió —nos sentamos en el sofá—. ¿Quieres algo de beber? —le pregunté.

— ¿Tienes café?

— Claro —me levanté apoyando la mano en la pierna de Justin y no tardé en levantarme.

Mis manos estaban temblando mientras echaba el café en la taza y supe que debería tranquilizarme. Le llevé el café a Jorge y me sonrió. Me senté de nuevo al lado de Justin y empecé a contarle todo lo que había pasado ayer.

— ¿Quién ha tocado la pulsera? —preguntó viéndola en mi mano.

— Creo que solo yo —dije.

— Me la llevaré para buscar huellas, a ver si pueden encontrar algo.

— Tenía sangre —dije.

— ¿Y dónde está?

— Yo... la lavé.

— ¿La lavaste? ¿Cómo se te ocurre lavarla?

— No lo sé, no lo sé —la dejé en la mesa—. Estoy intentando asimilar todo esto de nuevo.

Jorge suspiró pesadamente. — Está bien, me llevaré la pulsera a ver si pueden encontrar algo —bebió un sorbo de su café.

— Hemos llamado a nuestros guardaespaldas —dijo Justin.

— Dice que ha llamado a nuestros guardaespaldas —suspiré pesadamente.

— Es lo mejor. ¿Estáis completamente seguros de que no son ninguno de ellos?

Mordí mi labio inferior con fuerza. — No lo sé —murmuré. Le traduje a Justin la pregunta y él se encogió de hombros, mirando la pequeña mesa de cristal.

— Seguiremos investigando, no lo hemos dejado, Abigail. Esto es lo único que tenemos desde que entraste en rehabilitación. Me alegro que ya estés mejor.

Sonreí. — Yo también. ¿Lo encontrareis?

— Eso espero —suspiró y volvió a llevarse la taza a sus labios—. Dile a Justin que lo más seguro es que el cómplice de Carlos sea alguien conocido de su parte.

— ¿Por qué piensas eso?

— ¿Quién puede conocerte a ti y seguirte alrededor del mundo?

— Carlos lo hizo.

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