Capítulo 107. La maldad de María.

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-Hola Alana, ¿Me dejas pasar? - le preguntó la abogada mirándola de forma impasible. 

-María, no sé qué haces aquí, pero deberías irte. Lo siento - Alana estaba asqueada. Ni por asomo se esperaba volver a ver a la abogada, y menos en su casa y en ese inesperado momento.

-¿Qué? ¿Después de lo que hemos vivido juntas no me vas a dejar pasar a tu casa?

-Ahora mismo no me va bien que entres - justo lo que le faltaba a Alana que ocurriera, que apareciera su ex después de haber decidido alejarse de Laila. Las cosas no podían irle peor. 

-Sé que estás sola…Vamos, déjame entrar, por favor. Sólo quiero hablar contigo. 

Alana se quedó estática en el sitio cuando la abogada le dijo que sabía que estaba sola. ¿Acaso la había seguido esa misma mañana?¿La habría visto salir de casa de Laila? Sin poder evitarlo, los nervios se apoderaron de ella en cuestión de segundos. Aunque no le apetecía en absoluto dejarla pasar y hablar con ella, sabía que debía hacerlo para poder saber qué información tenía la abogada sobre Laila y ella. 

-Está bien, entra. Pero por favor, sé breve, necesito descansar- le dijo Alana muy a su pesar y apartándose de la puerta para que la otra mujer pudiera entrar.

María entró de forma decidida al interior de la vivienda y se dirigió directamente al comedor. La oncóloga pudo darse cuenta que su ex novia estaba muy enfadada, por lo que se esperaba lo peor de ella en ese momento. 

Cuando Alana se despistó un instante, María no perdió el tiempo e intentó abrazar sorpresivamente a la oncóloga por detrás. Pero la mujer se removió inquieta entre los brazos de la abogada.

-¿Qué haces, María?¿Para ésto has venido?¡Suéltame!- le dijo Alana con un tono de voz muy alterado - ¡No vuelvas a hacerlo! 

-Vamos, Alana…No tires por la borda todo lo que hemos vivido juntas…Yo te amo. No sé qué tienes con esa mujer, pero yo te puedo hacer más feliz, dame otra oportunidad y te lo demostraré. 

Alana no se podía creer lo que acababa de oír. La mujer a la que se refería la abogada tenía que ser Laila. Pero prefirió hacerse la tonta con su ex novia. 

-¿De qué estás hablando? No estoy con ninguna mujer. Y aún con todo, tú y yo no vamos a volver. Lo nuestro se terminó, María. Yo no he sido feliz a tu lado. Y no dudo que a otra mujer sí la hagas feliz, así que no pierdas el tiempo conmigo. Necesito estar sola.

-Yo no quiero a otra mujer. Te quiero a ti. Y sabes perfectamente de qué mujer estoy hablando, no te hagas la tonta. 

-Ahora mismo estoy sola. Y quiero seguir así por un tiempo. Necesito pensar en mí. 

María estaba perdiendo los nervios con Alana. Ella misma había visto con sus propios ojos unas fotos que había hecho una amiga suya de Alana con la artista en el coche de la oncóloga, donde estuvieron a punto de besarse, y luego en las fotos se veía como Alana se metía en el portal de la vivienda de la mujer esa. No entendía por qué Alana le estaba mintiendo de esa manera. 

-¿Por qué me mientes? Alana, tengo pruebas de que tú has pasado la noche en casa de tu paciente. Porque sí, porque Laila Román es tu paciente, joder, deja de mentirme en la puta cara. 

Alana abrió los ojos como platos. Ya estaba. Por fin sabía que María la había estado siguiendo y había descubierto lo que tenía con Laila. Ahora sólo debía esperar a ver cuáles eran las intenciones de la abogada, porque conociéndola como la conocía, sabía perfectamente que no iban a ser buenas. Al contrario. 

-¿Me has estado siguiendo? Joder, María, no me esperaba eso de ti. Sabes, he roto nuestra relación, lo que yo haga es mi problema, no el tuyo. Así que por favor, no te metas más en mi vida y déjame en paz. Yo a ti no te molesto para nada. Eres libre de hacer lo que quieras, yo ya no estoy en tu vida.

-Yo no te he seguido, alguien te vio ayer por la noche llevar a Laila a su casa, y luego tú te metiste en su casa detrás de ella. Así que, te repito, no me vuelvas a mentir en mi puta cara- le contestó la mujer llena de ira. No podía tolerar bajo ningún concepto que la trataran de estúpida. 

-Todo lo que quieras…Pero entiende que soy libre de hacer lo que me plazca. A ti y a mí ya no nos une nada de nada, así que haz tu vida, por favor. 

-De eso nada, Alana, estás muy equivocada. Sé lo importante que es para ti ser una buena oncóloga. Sé que llevas toda tu vida luchando por ello. Así que…Te recomiendo que te centres en ello y me des una oportunidad. No la cagues por una tontería. Tú y yo podemos ser muy felices. Seremos unas buenas profesionales y seguiremos juntas. Además, yo valgo más que esa mujer enferma. Vamos, conmigo va a ser todo más fácil, con ella tienes que comerte su enfermedad. 

-¿A qué te refieres con eso? - Alana estaba aterrada. Claramente María la estaba amenazando. Y no le gustó en absoluto que hablara de esa manera de Laila. Parecía un monstruo hablando sin ningún tipo de escrúpulo.

-Alana… Yo compré la fotografía que tenía expuesta Laila en la exposición. Sé perfectamente quién es la modelo que posa en esa asquerosa fotografía. Y no veas el asco que siento cuando pienso que estabas desnuda cuando esa mujer te pintó todo el cuerpo y puso sus asquerosas manos, y más concretamente sus dedos, sobre tu piel. No sabes el daño que me hizo ver ayer esa fotografía. Me dan ganas de romperla a pesar de lo que he pagado por ella. Pero sabes…No la voy a romper porque con ella puedo demostrar que la mujer de la fotografía eres tú. Y que la paciente y su doctora están teniendo una relación fuera de la consulta. ¿Tú ves normal que la oncóloga lleve a su casa a la paciente? ¿Y que se deje pintar completamente desnuda por ella?

-María…Tú sí que me das asco…¡Vete ahora mismo de mi casa! - Bramó la oncóloga con un dolor que le estaba oprimiendo el pecho. 

-Me iré…Pero piénsatelo bien. Esa fotografía, y otras más, pueden arruinar tu carrera profesional. Y no creo que por unos revolcones de mierda con tu preciosa paciente, merezca la pena tirar por la borda todo lo que te has esforzado por ser alguien en la vida. Conmigo seguirás siendo la doctora del Olmo, con Laila, mientras ella será una artista reconocida en todo el mundo, tú serás una mindundi a su lado. Es que no sé qué narices te estás pensando…

María se dirigió a la puerta con una sonrisa en su cuadriculado rostro a pesar de estar rabiosa al pensar que Alana se había acostado con esa preciosa chica, porque la abogada reconoció que ella misma si pudiera, también se hubiera acostado con Laila. Era la mujer más hermosa que había visto en su vida, y le reventaba en su interior que Alana pudiera haber tenido algo con ella. Pero no debía ser algo pasajero si la artista había decidido que fuera ella la modelo de su fotografía. 

Matices y colores (8° Historia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora