Capítulo 102. Doña Pilar en problemas.

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Cuando Laila colgó la llamada, Alana no pudo evitar preguntarle qué había pasado. Necesitaba que compartiera con ella el por qué del cambio de su rostro tan abruptamente.

-Laila, ¿Qué pasó? Pareces descompuesta.

-Alana, debo ir a la comisaría del barrio. Tienen detenida a doña Pilar.

-¿Qué?¿Es una broma?- Alana no se lo podía creer. ¿Qué había podido hacer la anciana para que la hubieran detenido?

-La han denunciado por robar en una tienda de veinticuatro horas. Joder, no entiendo nada, ¿qué necesidad tiene ella de robar? - De repente Laila necesitó sentarse en la silla que tenía más cerca. Se sintió culpable de que la mujer hubiera tenido que robar. Seguramente al hacerle a ella la comida, iba más justa con la pequeña paga que recibía del estado como pensión- mierda, Alana, es por mi culpa. Desde que estoy enferma, ella me hace la comida y quizás no le llegaba su pensión para gastar en comida para las dos. ¡Joder, qué mal me siento!

Alana se acercó a Laila y se agachó para abrazarla. Cabía esa posibilidad, pero prefería hablar con doña Pilar y que fuera ella la que le dijera el motivo de ese comportamiento.

-Laila, tranquila. No saques conclusiones precipitadas, vamos a comisaría a ver qué ha pasado y a sacarla de ahí. Doña Pilar no pinta nada en ese lugar.

Laila miró fijamente a la oncóloga. ¿La iba a acompañar a comisaría? No se esperó ese movimiento de Alana, pero le encantó que quisiera acompañarla para no dejarla sola, puesto que la joven estaba muy nerviosa y era mejor si iba acompañada para sacar de allí a la anciana.

-Pero Alana, no es necesario que tú me acompañes. Desayuna tranquila, por favor.

-De eso nada, yo me voy contigo. No nos va de diez minutos, vamos a desayunar algo y vamos juntas a por Pilar, ¿te parece?

Laila, a pesar de lo que le había pasado a su vecina, tuvo que reconocer que estaba feliz de tener a su lado a Alana. Era una mujer única y cada día que pasaba, la amaba más. Además, tenía muy reciente lo que habían pasado juntas esa noche, y no quería que cada segundo vivido al lado de Alana, saliera de su cabeza en ningún momento.

-Está bien, Alana. Te agradezco mucho que quieras acompañarme. Doña Pilar significa muchísimo para mí, y tengo que sacarla de allí, sea mi culpa o no.

-Yo aprecio mucho a esa mujer. Sé lo importante que sois una para la otra y por supuesto quiero ser partícipe de todo ésto, a vuestro lado, y además, no vuelvas a decir que es por tu culpa. Que doña Pilar haya robado, no te hace a ti culpable de nada- le dijo la oncóloga a la joven mientras le daba un beso en los labios- desayunamos y nos vamos.

Laila hizo caso a Alana y desayunaron más o menos rápido para poder irse cuanto antes a por la anciana. Se dieron una ducha juntas pero no pudieron aprovechar el tiempo como ellas hubieran deseado, bajo el chorro de la ducha, ya lo harían en otro momento.

En menos de una hora las dos mujeres entraron en comisaría y preguntaron por doña Pilar sin pérdida de tiempo. El agente de policía llamó a otro policía para que atendiera a las dos mujeres que acababan de llegar.

Mientras las dos estaban esperando, una atractiva policía se acercó a ambas mujeres.

-Hola, buenos días. Preguntáis por doña Pilar Garzón, ¿Verdad?- la mujer no pudo evitar mirar fijamente a Laila a los ojos, y dicha mirada no le pasó desapercibida a Alana- vaya…¿Tú eres Laila Román? Tú cara sale por toda la ciudad, además también sale en la prensa. Debo decir que eres más hermosa en persona…- Laila quería que la tierra la tragara. Lo que le faltaba, que esa mujer la hubiera reconocido y le dijera que era hermosa delante de Alana. Como se dio cuenta de que la oncóloga se tensó, quiso relajarla y no dudó en entrelazar sus dedos con los de ella, y con ello poder ahuyentar cualquier tipo de interés que tuviera esa mujer por ella. No quería que Alana tuviera ninguna duda de lo que ella sentía, además necesitaba darle su sitio delante de esa guapa mujer.

-Sí, soy Laila Román, y gracias - contestó la profesora a la policía, mientras ésta por fin dirigió su mirada a las manos unidas de Laila y Alana, quedándole claro que esas dos mujeres estaban juntas. Alana se sintió la mujer más feliz y afortunada del mundo cuando sintió los dedos de la profesora entrelazándose con los suyos. Sabía lo que había hecho Laila cuando le dio la mano, y se sintió muy orgullosa de la artista.

-Perdonen. Verán, les cuento. A la señora Pilar la han pillado robando en una tienda que abre las veinticuatro horas del día. El dependiente y el dueño ya la conocen y, no la van a denunciar porque la mujer ya tiene una edad considerable, pero si alguien paga lo que debe. Se ve que no es la primera vez que roba, pero viendo que la mujer reincide, han decidido darle un susto. Eso sí, como les digo, debe pagar lo que debe.

-Yo lo pagaré, no hay problema con eso - dijo Alana anticipándose a la profesora.

-Perfecto entonces. La mujer está triste, y bastante asustada. Antes me ha comentado que se ha visto en la obligación de robar por una buena causa, pero no me quiso decir dicha causa. En fin, ella sabrá, pero con la edad que tiene, es triste que tenga que hacer esas cosas. ¿Quieren verla?

Alana y Laila se miraron a los ojos, aún teniendo los dedos entrelazados. La primera en hablar fue la oncóloga.

-Laila, cariño, yo esperaré aquí. Ve tú a verla. Estará deseando verte…Y tú a ella - Antes de que la joven soltara la mano de la mujer, se acercó a ella y la besó, sin importarle que estuviera delante la policía.

-Gracias, Alana. Ahora vengo.

La profesora se alejó de la oncóloga con el corazón encogido. Llevaba muchas horas al lado de la mujer que amaba y se tenía que separar de ella para sacar a doña Pilar de una maldita comisaría. Tenía razón Alana, se moría por ver a la anciana y abrazarla. También necesitaba saber el motivo de por qué la mujer había tenido que robar, y de sólo pensar en que la culpa había sido de ella, le daban ganas de llorar.

Laila se encontró a la anciana sentada, y sola, lo que hizo que su corazón todavía se encogiera más si cabía. Le dolía en el alma ver tan vulnerable a esa pobre mujer. Y cuando ésta se percató de la presencia de la profesora, no pudieron contenerse ninguna de las dos, echándose a llorar desconsoladamente.

Matices y colores (8° Historia)Where stories live. Discover now