Capítulo 76. Sincerándose con Laila.

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Cuando salieron de la cocina, Alana no quería irse de allí. No quería romper la magia que estaba viviendo al lado de Laila e ir a su casa para terminar discutiendo con María.

La oncóloga llevaba delante de ella a Laila, iban directas al sofá, pero antes de sentarse, la mujer decidió abrazar suavemente por detrás a la profesora. Ésta se estremeció cuando sintió los cálidos brazos de Alana alrededor de su cintura.

Laila se dio la vuelta lentamente y la oncóloga aprovechó para mirarla embelesada a los ojos, mientras llevaba sus labios a los labios de la joven. Era una sensación tremendamente estimulante el besar a la profesora. De hecho, podrían sellar sus labios con pegamento y tenerlos unidos tranquilamente para siempre, que ambas mujeres estarían felices de estar unidas de esa manera.

-Laila…Tus labios me provocan adicción…

-¿Ah, sí? Entonces sentimos lo mismo, Alana. ¿Te puedo pedir algo?- le preguntó la profesora dudosa, mientras seguía teniendo los labios de la oncóloga pegados a los suyos.

-Sí, tú pide.

-Sé que es mucho pedir, pero…¿Podrías dormir esta noche conmigo? Aunque sé que te puede crear problemas con tu pareja…

-¿Tú quieres que me quede?- Alana sabía perfectamente que María se iba a enfadar se quedara a dormir o no por ahí, porque a esas alturas su novia estaría bastante enfadada por haber dejado su teléfono móvil apagado y así evitar que se pudiera comunicar con ella. Pero ella se moría de ganas de dormir abrazada a la profesora y no quería desaprovechar la oportunidad de oro que tenía esa noche.

-Laila…Ella se va a enfadar haga lo que haga. Así que, yo también deseo muchísimo dormir contigo. Lo siento por ella pero esta noche la quiero pasar a tu lado.

A Laila le llamó la atención que la oncóloga le dijera que su novia se iba a enfadar hiciera lo que hiciera, eso quería decir que discutían a menudo, entonces le vino de nuevo a la cabeza las marcas en la muñeca. Pero, si no quería fastidiar la noche, sabía que debía callarse. No era momento de sacar ese tema. Iba a dormir con la mujer de sus sueños y no estaba para romper la magia del momento. Ya hablaría con Alana de ese tema cuando pudiera hacerlo.

-Bien…Pero valora las consecuencias que te van a acarrear el hecho de que te quedes aquí, por favor.

Alana calló a Laila besándola de nuevo en los labios, y ésta sólo pudo dejarse hacer, porque para ella los labios de la oncóloga eran tremendamente aditivos.

Las dos mujeres se sentaron, por fin, en el sofá. Matiz esta vez se dirigió directamente a los brazos de Alana, y Laila no podía estar más feliz.

-Laila…Por cierto, me gustaría sincerarme contigo. ¿Te acuerdas que me preguntaste por unas marcas en la muñeca?

La profesora se tensó irremediablemente en el sofá. Le daba pavor escuchar las palabras que podía soltar Alana por su boca, pero también quería escucharla y saber el por qué de dichas marcas. Debía escucharla, y posteriormente apoyarla, si quería que siguiera confiando en ella.

-Verás…A veces, cuando discuto con María, ella me agarra fuerte de la muñeca y termina dejándome alguna marca - le dijo Alana bajando la mirada de la vergüenza que sentía en ese mismo instante. A la profesora le dolió en el alma saber que esa horrible mujer usaba la fuerza con Alana. En su vida había podido imaginar algo de esa magnitud, y en ese momento deseó no haber sabido la causa real de esas malditas marcas.

-Alana…Lo siento mucho…Joder, ¿Por qué no la denuncias? No puede seguir haciendo eso contigo, eres una mujer que vales muchísimo. Nadie debería pasar por eso…

-Lo sé, Laila. No sé en qué momento dejé que María me tratara así, imagino que ella fue ganando terreno poco a poco, hasta llegar a donde estamos ahora. Y denunciarla…Ella es abogada, si la denuncio me hará la vida imposible.

-Entonces déjala, por favor, no puedes seguir con alguien así…- le dijo Laila muy compungida, mientras abrazaba a la mujer. Ésta soltó a Matiz porque necesitaba devolverle a Laila el abrazo. Pero el gato se metió entre ambos cuerpos. Quería ser parte de ellas, y así se lo hizo saber a las dos mujeres.

-Laila, voy a buscar la manera de dejarla. Pero tengo que hacer las cosas bien, si quiero que ella me deje tranquila y lo acepte, porque le cuesta entender que entre nosotras ya no hay nada.

-Sabes…Lo que creo que ella entiende perfectamente, pero le funciona el trato que te da y le va bien, como tú dices lo ha hecho poco a poco hasta ganar mucho terreno, y ahora se cree que puede hacer contigo lo que le plazca. Alana, yo voy a estar aquí para ti, lo que necesites, me tienes a mí. Puedo ser todo lo paciente que sea necesario. No tengo ninguna prisa, ni voy a ir a ningún lado.

-Laila, te tengo que agradecer mucho. Me has hecho ver la vida de otra manera. Tú me tratas de una forma muy especial, muy diferente a como María lo hace. Sois completamente opuestas en todo, tú eres una mujer maravillosa, irradias alegría, tranquilidad, sencillez y respeto, amor por todo lo que te rodea…Gracias a ti estoy comenzando a ver la vida de otra manera. Aún siendo tan joven, con la enfermedad que tienes, te veo una mujer feliz. Le das un valor incalculable a cosas muy sencillas. Hasta hace nada, yo le daba valor a los lujos, a las apariencias…Y ahora soy feliz viendo las estrellas a tu lado, y las apariencias me importan una mierda.

-Vaya Alana…Me has dejado de piedra. Es verdad que somos mujeres muy diferentes, pero yo a tu lado también soy muy feliz. Nunca me había pasado ésto con otra mujer. Me gusta mucho cómo eres, y eso que al principio pensaba que eras una mujer arrogante y algo tonta. Pero me has demostrado que no lo eres. Que puedes aparentar algo y ser de otra manera. Así que gracias por dejarme conocerte por dentro, y sobre todo por ser mi oncóloga. Es incongruente decir lo que voy a decir, pero…Gracias a esta enfermedad, te he conocido.

-Laila, no digas eso, por favor. Para mí es horrible que estés pasando por todo ésto. No quiero verte sufrir, porque me duele verte mal.

-Alana, que sepas que eres un remedio buenísimo para mis momentos de bajón. ¿Eso te sirve de algo?

Alana, a pesar de tener a Matiz en medio, se acercó a Laila y la besó con un amor incontrolable. Para ella, la felicidad era ese tipo de momentos, únicos y especiales con la mujer de su vida, sentadas en un sencillo sofá y con un travieso gato entre las dos.

Matices y colores (8° Historia)Where stories live. Discover now