Capítulo 10. Después del trabajo.

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Alana por fin terminó la consulta con su último paciente. Estaba asqueada. Y todo porque no había podido sacarse de la cabeza los ojos verdes de Laila. Además, le dolía en el alma que esa joven tuviera un maldito cáncer. Ella sabía de qué iba todo, y tenía claro que lo único bueno que podía sacar de todo ello, era que podría esforzarse al máximo para que Laila superase esa enfermedad. Además, podría verla incluso a menudo, y eso la reconfortaba de alguna manera. Igualmente, se sintió responsable de la curación de Laila.

De forma automática, se quitó la bata de trabajo dejándola colgada de una percha. Luego cogió su bolso y salió con semblante serio y triste de su consulta. Esa noche no tenía ninguna gana de ver a María. Deseaba que ésta estuviera por ahí con alguna que otra mujer y decidiera pasar la noche fuera de casa. Necesitaba pensar. Necesitaba estar sola. No tenía la cabeza para nada.

En el parking, Alana se subió en su Mercedes y se iba a ir directamente a su casa cuando sin saber por qué, puso la dirección de Laila en el Google Maps y puso el coche en marcha. Mientras se iba acercando a la calle donde vivía la profesora, el ritmo de su corazón se agitó descontroladamente. No se reconocía así misma.

Después de haber pasado por donde vivía Laila, decidió que era hora de irse para su casa. Y es lo que hizo. Cuando por fin llegó, aparcó el coche a desgana. Antes de bajarse de él, suspiró energéticamente.

Ya en su casa, para su desgracia, María la estaba esperando.

-Hola cariño, ¿Cómo fue la jornada?

-Estoy cansada, María. ¿Llevas mucho tiempo en casa?

-No, algo más de media hora. Hoy hice la cena. Algo rápido. Siento lo que pasó esta mañana.

Para Alana no era extraño que su compañera se comportara de esa manera. Le daba una de cal y otra de arena. Cuando la trataba mal en algún momento, luego María se solía disculpar con ella, ya sabía lo que debía hacer para que Alana no se cansara de ella y la dejara. Con algún regalo caro la tenía contenta y sabía perfectamente que la oncóloga la perdonaría.

-Ah, gracias. ¿Has hecho algo ligero? Porque la verdad es que no tengo mucha hambre.

-¿Has tenido mal día?¿Mucho trabajo?

-Se puede decir que sí - A decir verdad, había tenido un día común, como otro cualquiera, sólo que ese día una de sus pacientes y su enfermedad la habían trastocado por completo.

-¿Algo nuevo? Porque, en realidad, en tu trabajo estás acostumbrada a dar malas noticias.

Alana miró a su pareja a los ojos. No sabía bien qué contestarle. Tampoco quería ahondar más en el tema ni hablarle de su nueva paciente.

-Bueno, María, cambiemos de tema si no te importa. No me apetece hablar de trabajo. Ya tuve suficiente hoy.

-Está bien. Hablemos de otras cosas entonces.

La pareja estuvo hablando de una cosa y de otra, pero no del trabajo. A Alana le vino bien estar distraída. No podía centrar sus pensamientos en esa mujer de ojos verdes perturbadores. Debía verla como una paciente más. Además, no tenían absolutamente nada que ver la una con la otra. Eran de dos mundos distintos. Esa mujer debía ser una idealista soñadora y ella era más bien una realista que vivía en el mundo de los lujos y las apariencias.

A la hora de irse a dormir, cuando las dos mujeres estaban en la cama, María buscó a su pareja. La abrazó y comenzó a besarle en los labios. A Alana no le apetecía intimar con ella, pero sabía que si la rechazaba, María se enfadaría, por lo que se dejó llevar con ella. No tenía ganas de aguantarla enfadada, porque sabía en qué consistían dichos enfados y prefería que María pasara de ella, porque cuando se acostaban juntas, cuando María llegaba al orgasmo, no era capaz ni de preocuparse de si Alana también lo había alcanzado, y menos todavía de abrazar a su novia después de haber intimado con ella. Pero esa vez supondría un antes y un después para la oncóloga, porque por fin sí iba a tener un esperado orgasmo, pero lo que la llevó a alcanzarlo no fue pensar en María, sino en Laila.


Laila seguía en la cama, con Matiz. No paraba de pensar en todo lo que le había pasado ese día, y en cómo en cuestión de minutos su vida había dado un giro radical. Ahora tendría que cambiar sus hábitos. Sabía que iba a dejar un poco de lado a doña Pilar, y eso la hacía sentirse miserable. Pero esta vez tenía una buena causa para hacerlo. Había decidido que no le diría nada a la anciana sobre su enfermedad. Lo alargaría todo lo que pudiera, y se lo diría cuando estuviera preparada para hacerlo, porque tenía razón Isabel, doña Pilar notaría los cambios físicos que iba a sufrir a consecuencia de la enfermedad. Igualmente, tenía pensado seguir ayudando a la anciana en todo lo que ella pudiera. Luego también se maldijo por la doctora que iba a llevar su enfermedad. Por lo que dijo, su médico de cabecera la debía de conocer bien, para haberle pedido el favor de que la atendieran esa misma tarde. Para Laila, esa mujer era arrogante y nada empática, no tenía ninguna gana de tener que verla a menudo, e incluso llegó a pensar en pedir que le cambiaran de doctora. Tenía que centrarse en sí misma y no estaba para tener que aguantar a una doctora arrogante.

De repente, necesitaba sacar toda la ira que tenía dentro, por lo que se levantó de la cama, seguida de Matiz, y se fue directamente a su espacio de pintura. Con la pintura era capaz de manifestar todo lo que sentía. Y en ese momento sentía una rabia indescriptible. Seguía sin entender por qué le tenía que haber pasado a ella, cuando nunca hizo ningún mal a nadie. Comenzó a pintar dejándose llevar por la ira del momento, y sin darse cuenta, se le pasaron las horas y el sueño, hasta que a las cinco de la mañana, el cansancio comenzó a hacer mella en ella, por lo que dejó de pintar, y se recostó en su cama, con pintura en su rostro, en la ropa que llevaba puesta y en los brazos. Matiz se acercó a la mujer y comenzó a lamerle la mejilla. Laila se alegró mucho de tener la compañía del gato, y pensando en que no estaba sola en el mundo, por fin cerró los ojos y se durmió.

 Laila se alegró mucho de tener la compañía del gato, y pensando en que no estaba sola en el mundo, por fin cerró los ojos y se durmió

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Matices y colores (8° Historia)Where stories live. Discover now