Capítulo 89. En la galería.

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-Raquel, hola…

-Hola Alana, ¿Cómo estás? Hoy es el gran día…¿Estás animada? Por fin vas a verla.

-Mira, de eso mismo quería hablarte…Llevo toda la mañana pensándolo y creo que no estoy preparada para ir. Ella no me va a atender, es su gran día, y tendrá que encargarse de todos los que quieran hablar con ella o comprar alguno de sus cuadros. Hoy no es el momento para que hablemos, Raquel.

-Tienes razón, no es el momento para que habléis de vosotras, pero sí es el momento para que os veáis, Alana. Tienes unas ganas de ver sus ojos que no puedes con ellas. Y llevas días pensando en ir, así que no te eches para atrás. Además, ella agradecerá que estés ahí para apoyarla, sabes por lo que está pasando y el verte ahí, a su lado y en su momento, se va a sentir arropada, Alana.

-Pero Raquel, estarán sus amigas, doña Pilar, vamos, su gente. A mí en realidad no me necesita. No va a estar sola. Pero viéndolo así, quizás si voy ella verá que la apoyo, ¿no?

-Claro que sí, eso debes hacer. Bueno, te recojo yo, así que ponte guapa ¿Vale? Tienes que llamar su atención.

-Haré lo que pueda, y sí, tienes razón, me muero por volver a sentir en mí su preciosa mirada…Estoy muy nerviosa, la verdad.

-Relájate, que vamos juntas. No me separaré de ti, así que tranquila. Nos vemos luego.

Las dos mujeres se despidieron y cuando colgaron la llamada, Alana suspiró inquieta. De sólo pensar en los ojos verdes de Laila clavados en ella, su cuerpo se tensaba de forma incontrolada. La joven tenía un poder abrumador sobre ella. Llevaba días sin verla y la había echado mucho de menos. Y aún le costaba creer que esa misma noche por fin la iba a poder ver, sólo que esperaba que Laila no le hiciera a penas caso, pero no porque pasara de ella, si no porque se debía a los allí presentes.


Cuando Laila estaba ya vestida y preparada para salir de casa, era imposible estar más nerviosa de lo que ya estaba. Además, no había podido quitarse de la cabeza a la oncóloga. Se le dio por pensar que le encantaría verla en la exposición, pero no la había invitado y creía que tendría mejores cosas que hacer una noche de viernes, que presentarse en la galería Zurita para apoyarla. El pensar en ello la desanimó estrepitosamente. Isabel quedó en pasar a recogerla, y cuando era ya hora de hacerlo, Laila cogió a Matiz en sus brazos y lo besó, pidiéndole por favor que le deseara suerte. El gato lamió su rostro amorosamente y la profesora por fin consiguió relajarse con dichas lamidas.


A la hora acordada Laila e Isabel llegaron a la galería. En la entrada había ya una cola considerable de gente esperando para entrar. La profesora tragó saliva, tomó el aire necesario y se introdujo en la galería junto con su amiga, mientras ésta no dejaba de sonreír. Sabía que esa noche marcaría un antes y un después en la vida de Laila. Se sentía muy orgullosa de su amiga viendo la cantidad de personas que habían ido a ver sus cuadros e incluso a comprarlos. Y eso no era nada, porque hasta que la galería no cerrara, iba a haber mucha afluencia de personas entrando y saliendo de la misma. Laila lo merecía. Era una mujer especial, con una personalidad arrolladora y muy atrayente, además de ser extremadamente bella. Lo tenía todo para triunfar a sus veintiséis años.

Cuando ambas mujeres entraron en la sala principal, las estaba esperando Laura. Isabel se quedó asombrada cuando vio los cuadros de su amiga repartidos estratégicamente por todas las salas de la galería. Les echó un vistazo rápido y luego se centró en saludar a la galerista, junto con Laila.

-Hola chicas, buenas noches. Laila, ¿Has visto toda la gente que hay afuera esperando para entrar? Ésto va a ser un éxito, prepárate - le dijo la galerista a la profesora. No le sorprendió verla con el pelo casi rapado porque llevaban días viéndose para ultimar los últimos retoques para que todo saliera perfecto esa noche.

-Gracias Laura por la oportunidad que me has dado para dar a conocer mi obra.

-No las des, nos beneficiamos las dos, Laila. Bueno, si os parece, voy a abrir ya. Es la hora. ¿Estás lista? Por cierto, estás preciosa - le dijo la galerista de forma sincera. Laura aún albergaba la esperanza de poder tener algo con la profesora. Sabía que iba a llegar muy lejos y a ella le convenía tener algún tipo de relación con la artista. Aunque no tenía ninguna gana de tener que aguantar los estragos de la enfermedad que padecía. Esa era la realidad, porque era meterse en problemas que a ella no le competían.

-Gracias. Y sí, estoy más que lista.

Laura dejó a las dos mujeres en la sala y se acercó a la entrada para abrir. Le llamó la atención que la cola había aumentado considerablemente, y sólo pudo sonreír para sus adentros.

La galerista enseguida vio un rostro conocido entre el tumulto de la gente. La mujer se acercó a esa persona y se saludaron efusivamente. Tenían un par de amigas en común y habían coincidido en alguna quedada entre dichas amigas, aunque tampoco habían hablado demasiado entre ellas. Después de haberse saludado, Laura se acercó con ella a saludar a Laila, puesto que la mujer le pidió que le presentara a la artista porque iba a terminar comprándole uno de sus cuadros. A Laura no le llamó la atención que la mujer quisiera comprar una de las obras de Laila sin haberlas llegado a ver. A ella lo único que le importaba era que se vendieran todos los cuadros posibles expuestos en la galería.

-Laila, te voy a presentar a una conocida mía, que está interesada en comprar uno de tus cuadros.

-Perfecto, Laura.

-Laila, ella es María, amiga de unas amigas mías. María, ella es Laila, nuestra artista estrella.

-Encantada, María - le dijo la joven dándole un beso a la mujer en cada mejilla. Laila no podía imaginarse ni por asomo quién era realmente esa mujer, aunque a ella sí le llamó la atención que quisiera comprar uno de sus cuadros si aún no los había visto en la exposición. Seguramente lo tendría ya elegido habiéndolo visto en sus redes sociales, por lo que no le dio más importancia y se dejó llevar por la euforia que sintió de ver toda la gente que estaba entrando para ver sus preciados cuadros, resultado de la enfermedad que la estaba llevando al mismísimo abismo.

Matices y colores (8° Historia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora