Capítulo 41. Los momentos previos a la operación.

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Laila estuvo esperando pacientemente al cirujano, mientras Isabel seguía con ella en la habitación. Al rato, el hombre llegó y le explicó a la paciente el procedimiento previo a la operación. En un rato un celador iría a buscarla y la llevaría directamente al quirófano. La profesora intentó relajarse, la suerte ya estaba echada, pensó. Además, todo lo que ocurriera en ese quirófano, ella ya no podía controlarlo.

Al cabo del rato, el celador vino a buscarla. Antes de llevársela, Isabel le dio un abrazo a su amiga muy sentido y le deseó toda la suerte del mundo. Las dos mujeres se emocionaron, pero Laila no quería que Isabel se preocupara más de lo debido, por lo que ella misma le dijo que todo saldría bien e intentó controlar sus emociones.

Cuando el celador se llevó la cama con Laila en ella, la profesora abrió bien los ojos para observar las potentes luces de los pasillos del hospital. Eran algo deslumbrantes, pero le hicieron centrarse por fin en lo que iba a pasar en un momento, y sin saber cómo, dejó la mente en blanco, como las paredes y los techos de los pasillos que iba recorriendo. Sólo le quedaba dormir en el quirófano con ayuda de la anestesia y cuando despertara, ya estaría todo hecho. Cruzó los dedos bajo la sábana que cubría su cuerpo, para que todo saliera bien. Ella tenía en mente hacer muchas cosas cuando consiguiera curarse. Porque eso es lo que iba a pasar. Acabaría venciendo a la enfermedad y acabaría exponiendo en alguna de las mejores galerías del mundo. Era su sueño y sabía que lo acabaría consiguiendo.


Alana estaba de los nervios. Sabía a qué hora comenzaba la operación de Laila, y su idea era pasarse por la habitación de su paciente para verla y darle ánimos, pero cuando miró la hora y vio que ya casi la debían estar llevando a quirófano, se maldijo así misma por no haber estado más atenta. Igualmente las citas que tenía esa tarde las cuadró en huecos libres que tenía a lo largo de esa semana. Le daba igual que esos cambios le supusiera más horas de trabajo los días que estaban al caer, si con ello podía estar con Laila esa tarde tan importante para la profesora.

Alana tenía un nudo en el estómago, y como estaba en el hospital, decidió que iría a verla aunque fuera a quirófano. No soportaba más el no estar a su lado y que la profesora pudiera pensar que no era importante para ella. Si llevaba tiempo que no podía quitársela de la cabeza. Estaba ya cansada de hacer las cosas bien. Quería y necesitaba verla, por lo que no dudó ni un segundo en dirigirse a quirófano.

Pasó corriendo por administración del hospital, y sin esperarlo, se fijó que la señora Pilar se encontraba en el mostrador preguntando a la administrativa algo. Alana paró en seco para saludarla y ayudarla en lo que ella pudiera.

-Hola señora Pilar, ¿Se acuerda de mí? - ella sí se acordaba de la anciana porque enseguida la relacionó con Laila.

La anciana la miró desconcertada pero a la vez contenta, porque seguramente esa doctora podría ayudarla a encontrar a Laila.

-Hola doctora…Sí me acuerdo de ti. Estoy buscando a Laila…Sé que ella está aquí, pero no sé dónde exactamente.

-¿Ha hablado con ella, señora Pilar?

La anciana cogió del brazo a la doctora y se apartaron para hablar de forma más privada.

-Doctora, ella me dijo que se iba de viaje, pero esta mañana cuando se despidió de mí y vi que en su mochila llevaba muy pocas cosas, supe al momento que no se iba de viaje. Ella tiene que estar en el hospital. Sé que tiene cáncer.

Alana palideció, no sabía que doña Pilar supiera tanto sobre lo de Laila, la miró fijamente a los ojos y pensó en lo que debía de decirle, porque tuvo claro que la profesora todavía no le había dicho la verdad.

-Me gustaría que me dijeras donde está. Quiero estar a su lado, no quiero dejarla sola.

-Está bien, la van a operar ahora. Puede esperar en la sala de espera o en su habitación. Yo misma me pondré en contacto con usted nada más sepa algo.

-¿Usted no la va a operar?

-No, yo soy su oncóloga. La va a operar un colega mío, así que voy a ver si llego a verla despierta, quiero desearle que le vaya todo muy bien, yo también quiero estar con ella. Ahora le digo la habitación que le han asignado.

La anciana sonrió. Sabía perfectamente que esa médica bebía los vientos por Laila, y entendía perfectamente que también quisiera estar a su lado.

-Me parece bien, doctora. Entonces yo la esperaré en la habitación.

Las dos mujeres se despidieron y mientras una se dirigía a la habitación, la otra lo hacía para el quirófano.


La anciana llegó a la habitación y cuando entró, se encontró a Isabel de espaldas a ella, mirando por la ventana. Cuando se dio cuenta que alguien había entrado, Isabel se dio la vuelta y vio parada en la puerta a doña Pilar. Su corazón comenzó a latir con más fuerza que de normal. Las palabras sobraron en ese momento, porque la joven no podía dejar de llorar. La anciana se acercó a ella y la abrazó. Laila ya le había dicho en más de una ocasión que los abrazos de doña Pilar eran muy cálidos y reconfortantes, y en ese instante ella misma pudo comprobarlo.


Alana corrió lo más rápido que pudo por los pasillos del hospital. Hasta que llegó a la zona de los quirófanos. Sabía perfectamente que el cirujano oncólogo que iba a operar a Laila la dejaría entrar, porque eran amigos y siempre la ayudaba cuando ella lo necesitaba. Alana se cambió la ropa de calle y se puso un uniforme completo de quirófano, para luego lavarse las manos y los antebrazos como marcaba el protocolo. Debía entrar a la zona de operaciones lo más aséptica posible.

Justo antes de entrar, intentó controlar su descontrolada respiración, no quería que su colega la notara más nerviosa de lo que debía estar porque supuestamente la paciente era una conocida de ella, pero a esas alturas de la película, ya le daba igual lo que su amigo pudiera pensar de ella. Lo único que le importaba era ver a Laila, decirle que todo iba a salir bien y que ella iba a estar a su lado.

Matices y colores (8° Historia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora