Capítulo 103. La verdad de doña Pilar.

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-Laila…Cariño, lo siento mucho. Me da mucha vergüenza que hayas tenido que venir a por mí a este lugar…- dijo la anciana sin poder dejar de llorar.

Laila se sentó al lado de la mujer y lo primero que hizo fue abrazarla.

-No llore Pilar, por favor, si usted llora yo también lo haré. Y no se tiene que avergonzar por lo que ha hecho.

-Lo siento…Pero debía hacerlo.

Laila se separó levemente de la mujer y la miró a los ojos con mucha dulzura. Sólo así doña Pilar podría darle el motivo de por qué había actuado así.

-Pilar, ¿Por qué ha robado? Me gustaría que me fuera sincera.

Doña Pilar se debatía entre decirle la verdad o decirle una pequeña mentira para que la joven no se enfadara o no se entristeciera más de lo que ya estaba. Pero pensó que la joven se merecía saber la verdad, por lo que se armó de valor y comenzó a contárselo.

-Laila cariño, verás…-a la frágil mujer le costaba mirar a la joven a los ojos. Finalmente cogió delicadamente las manos de la chica y siguió hablando - cuando me enteré que tenías cáncer, sólo pensaba en ayudarte. En lo duro que iba a ser para ti tener esa maldita enfermedad y tener que hacerte tú las cosas. Tú siempre me has ayudado y has estado para mí cuando te he necesitado, así que yo tenía muy claro lo que iba a hacer. Me senté en mi sofá, y comencé a hacer números con la pensión que cobro. Ya sabes que los números y yo no nos llevamos bien. Pero como cobro tan poco, pocos números tuve que hacer. No me llegaba el dinero para comprar comida para las dos…Es que me ha quedado una pensión miserable y para colmo pago el alquiler del piso donde estoy.

-¿Qué?Espere, ¿Ese piso no es suyo?- Laila no podía creer lo que esa mujer le estaba contando. Siempre había pensado que la vivienda donde vivía la mujer era de ella.

Doña Pilar, sin soltar las manos de Laila, no pudo seguir mirándola a los ojos y bajó el rostro avergonzada. Laila soltó una de las manos de la anciana y la llevó al mentón de ésta. Se lo alzó suavemente.

-Por favor, cuénteme qué pasó con su vivienda. No entiendo nada doña Pilar. Y no se avergüence por ello, todos cometemos errores.

-Laila…Me embargaron el piso por un negocio que avalé de mi hijo y que finalmente salió todo mal. Me lo quitaron. Me quedé en la calle, hasta que unos amigos míos me alquilaron el piso donde estoy con una renta antigua, es decir, mucho más barata, porque ahora mismo yo no podría permitirme un alquiler actual. Estaría en la calle…

Laila estaba a punto de echarse a llorar. Esa mujer debía hacer malabarismos para poder llegar a fin de mes, y para colmo decidió comprar la comida de Laila y hacerla ella. Por lo que dedujo que sí, que doña Pilar había robado por su culpa.

-Doña Pilar…No vuelva a hacer lo que ha hecho, por favor. Yo la ayudaré con el alquiler de su vivienda.

-¿Qué? De eso nada, no puedes hacer eso.

-Claro que puedo, y lo voy a hacer. Usted misma ha dicho que paga poco de alquiler. Podré hacerme cargo. He vendido mis cuadros y me he llevado un pellizco importante. Usted no se preocupe, pero no va a volver a pasar penurias mientras yo viva. Se lo debo. Estamos para ayudarnos, Pilar, hacemos un buen equipo, así que, seguiremos apoyándonos mutuamente.

-Pero…¿Y el dinero que debo ahora? Me dijeron que debía pagar todo lo que había robado si quería salir de aquí.

-No se preocupe. Alana ha dicho que lo va a pagar ella.

-¿Alana?¿Ha venido contigo la doctora? - el rostro de la anciana cambió drásticamente. Cuando supo que la mujer había acompañado a Laila para sacarla a ella de allí, sólo pudo sonreír.

-Sí, doña Pilar. Ella está afuera esperando a que usted salga. Quiso acompañarme.

-Entonces…¿Pasasteis la noche juntas?

-Sí, doña Pilar. Lo hicimos, y tengo que reconocer que sólo con ella soy capaz de dormir sin despertarme ni una sola vez.

-Laila, yo sé perfectamente que esa mujer es el mejor remedio para tu enfermedad. Y no me refiero a que sea ella la que te va a curar dicha enfermedad. También te va a curar ese corazón marchito que tenías antes…

-¿Usted cree?

-No, no lo creo. Lo sé - le dijo la anciana con una sonrisa que no le cabía casi en el rostro - La verdad es que hacéis una pareja divina. Esa mujer me encanta para ti.

-En eso coincidimos. A mí también me encanta, y de hecho, no me veo con otra mujer que no sea ella. Lo que son las cosas, cuando la conocí me pareció una mujer insoportable, pero la he conocido y es que me encanta. Está hecha para mí.

-Pensamos igual, cariño. Pero yo hace ya tiempo que lo sabía. Bueno, si ella va a pagar lo que he cogido de la tienda…¿Nos podemos ir ya?

-Por supuesto que sí. Por cierto, ¿Ha desayunado ya?

-Tomé sólo un café…

-Entonces ahora cuando salgamos nos vamos a desayunar las tres juntas. Nosotras desayunamos rápido para venir cuanto antes aquí. ¿Le parece bien? Además, a Alana usted le encanta.

-Me parece perfecto. Ya sabes que a mí también me gusta mucho- doña Pilar estaba muy feliz de poder ir con las dos mujeres a desayunar juntas. Hacía mucho tiempo que no iba a una cafetería porque la realidad era que no tenía dinero para poder tomar algo por ahí. Pero esa mañana, por fin, iba a poder disfrutar de un buen café y con la mejor compañía que podía tener.

Cuando Alana vio salir a Laila con doña Pilar, una preciosa sonrisa se le dibujó en su hermoso pero cansado rostro. Estaba muy feliz de estar con la joven y la anciana, aunque no había podido dejar de pensar en todo lo relacionado con la fotografía y con María. No podía estar más inquieta al no saber lo que había en la cabeza de la abogada.

La oncóloga no tardó en abrazar a la anciana, pero ésta le dio antes las gracias por haber pagado todo lo que había robado.

Las tres mujeres se dirigieron alegres a la cafetería más próxima de la comisaría. Alana intentó dejar la mente en blanco para poder centrarse en la compañía que tenía en ese momento. Si pensaba en eso, no podía estar más feliz.

Matices y colores (8° Historia)Where stories live. Discover now