Capítulo 74. Cuerpo sobre cuerpo.

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Laila siguió besando a Alana suave y muy despacio, hasta que decidió darle pequeñas mordidas en el labio inferior y abultado de la oncóloga. Ésta no podía estar más mojada, y sólo la estaba besando.

Alana decidió que era hora de retirarle la camiseta a la joven, necesitaba sentir su piel con la de ella, y a Laila, cómo no, le pareció una idea brillante en ese momento, por lo que la oncóloga se la retiró cuando la profesora alzó los brazos.

Cuando la oncóloga la vio casi desnuda, sólo con unas minúsculas braguitas, le dolió verla tan delgada. Le daba miedo tocarla porque no quería dañarla en absoluto, por lo que decidió hacerlo con un cuidado desmedido.

Llevó sus manos a los pechos de la joven, acariciándolos lentamente y poniendo los pezones erectos al mínimo contacto, mientras Laila seguía besándola con una pasión desbordante.

La profesora comenzó a moverse sobre Alana de forma sensual y lenta, puesto que aún le dolía la herida y no tenía mucho margen de movimiento, mientras ambas mujeres gemían en los labios de la otra.

La oncóloga deslizó sus dedos por el plano abdomen de la chica, con cuidado de no tocar la herida, hasta posar sus manos en las caderas de Laila. Quería ayudarla en el movimiento, para que la profesora pudiera rozarse plenamente sobre su abdomen. La doctora se sorprendió gratamente cuando sintió las braguitas de Laila muy mojadas, hasta el punto de estar tan estimulada que en cuestión de segundos iba a brotar en un orgasmo descomunal.

Como Laila sabía que, por cómo mantenía la respiración y la controlaba Alana, ésta iba a alcanzar ya el esperado orgasmo, ella misma decidió que también se dejaría llevar en el mismo momento. Y finalmente es lo que pasó, las dos mujeres consiguieron tocar el cielo a la vez.

Cuando las dos consiguieron respirar con cierta normalidad, a Alana le sorprendió, dejándola muy trastocada, que la profesora la abrazara suavemente. Se sentía la mujer más afortunada del mundo. Era increíble que la mujer que amaba la abrazara después de haber intimado con ella, además de tenerla casi desnuda sobre ella, y sentir sus pechos aplastados a los suyos propios, era una sensación completamente maravillosa. María nunca la abrazó después de hacer el amor con ella, y con Laila se había dado cuenta de cuánto le hubiera gustado que su novia lo hubiera hecho, aunque fuera de vez en cuando.

Laila no quería soltar a Alana, y estuvo unos minutos con sus brazos alrededor del cuello de la mujer. Ésta se preocupó de que a la joven le pasara algo, por lo que decidió preguntarle.

-Laila...¿Estás bien?

-Sí, sólo que necesito abrazarte, necesito sentirte, Alana. No quiero que te vayas. No quiero levantarme de tus piernas, y por si fuera por mí, no te soltaría.

Los ojos de Alana tenían ganas de desprender una lágrima detrás de otra, pero intentó controlarse porque no quería preocupar a Laila.

-Laila, cariño, no tienes por qué levantarte aún. Tenerte así, para mí sola, es un momento increíble. No lo cambiaría por ninguno otro. Y lo que me has hecho sentir, es la primera vez que lo siento. Tengo treinta y seis años y hasta ahora me doy cuenta que nunca había hecho el amor, y yo pensaba que sí...

-Vaya, Alana, lo siento, pero, sabes, nunca es tarde. Si tú quieres puedes sentir ésto todos los días de tu vida. Si te soy sincera, también es la primera vez que intimo con alguien estando enamorada de esa persona.

Alana no sabía qué contestarle, porque a pesar de querer dejar a María, seguía siendo su oncóloga, y eso aún la echaba para atrás a la hora de salir con ella.

-Laila, siendo artista, estoy segura que has disfrutado muchísimo y de forma libre de tu cuerpo.

-Si te refieres a si me he acostado con la primera chica que se me ha cruzado por el camino, la respuesta es no. Me he dedicado a la enseñanza y al arte, y me ha tenido muy ocupada. Y para acostarme con alguien, como ya te he comentado antes, tengo que sentir un mínimo por esa persona.

-Entonces nos parecemos bastante. Yo también he invertido mucho tiempo en mis estudios y apenas he tenido tiempo para fiestas. Y también tengo que sentir para irme a la cama con alguien.

-¿Y por mí que sientes, Alana?- preguntó coqueta la profesora.

-Siento mucho por ti, le has dado la vuelta a mi vida. Nunca pensé que trabajando iba a conocer a una mujer como tú. Eres increíble. No me extraña que Isabel y doña Pilar hablen tan bien de ti. Y por cierto, por favor, no dejes todavía de abrazarme, se siente tan bien...

Al abrazar Laila a Alana, había estropeado la pintura de la piel de la oncóloga e incluso los colores se habían traspasado a la piel de la profesora. Pero poco les importó a las dos, si lo único que querían era juntar un cuerpo con el otro.

Estuvieron así unos largos minutos, hasta que Laila decidió levantarse, seguramente las piernas de Alana estarían entumecidas por estar cargándola durante tanto tiempo.

-¿Y Matiz, Laila? Nos hemos olvidado de él completamente - dijo Alana riéndose.

-No le habrá gustado lo que estábamos haciendo y ha decidido irse a mi cama. Es dónde más a gusto está y seguramente estará ahí.

-Laila...¿Me podría dar una ducha? - preguntó Alana tímidamente a la profesora. Quería tener la piel limpia para poder acostarse con la profesora en su cama. Pero esa pregunta descolocó a Laila, porque ésta pensó que la oncóloga se querría ir ya a su casa.

-Sí, por supuesto, puedes ducharte. Te dejaré una toalla - le dijo con un semblante triste.

-Gracias Laila - contestó la oncóloga, dirigiéndose a la joven y cogiéndola de la mano- pero me gustaría que nos ducháramos juntas, tú también tienes pintura.

A Laila le cambió el rostro súbitamente y se dirigió, de la mano de Alana, directamente a la ducha. Esa tarde no la iba a olvidar nunca, eso la joven lo tenía más que claro, pero a Alana le iba a pasar exactamente igual que a ella. Las dos mujeres estaban exultantes y rebosaban una felicidad completamente merecida.

Matices y colores (8° Historia)Where stories live. Discover now