Capítulo 31. Una noticia a los alumnos y quedando con Laura a cenar.

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La que se quedó pensativa cuando Laila se marchó, fue la señora Pilar. Sabía que Laila no se iba a coger unos días de vacaciones. Porque, ¿Qué enferma de cáncer se iba de vacaciones en plena enfermedad? Podría ser, pero no, porque Laila no era de viajar así por así. Y eso podía significar algo que a ella la asustaba muchísimo. Su querida Laila seguramente tendría que pasar por una operación para haber dicho que iba a pasar unos días fuera de su casa y le pidiera que ella cuidara de Matiz. Pilar lo veía clarísimo. Laila le había mentido de nuevo. ¿Y cuándo la joven iba a compartir con ella todo lo que estaba viviendo? Pilar necesitaba estar al pie del cañón con la joven, y se sentía algo decepcionada al ver que Laila no confiaba en ella. Sólo esperaba que tarde o temprano la joven le demostrara que sí confiaba en ella.

A media mañana, Laila ya había hablado con la directora, y como ya esperaba, ésta le había ofrecido todo su apoyo. Sabía lo que la profesora valía y lo que sus alumnos la querían, y su idea era seguir manteniéndola hasta que ella quisiera. No querían prescindir de Laila, ni podían. Si la joven dejaba la enseñanza en ese instituto, ya podían dar por perdidos a sus alumnos. Y no podían permitirse el lujo de que eso ocurriera.

Laila se encontraba muy nerviosa en su despacho. El miedo al rechazo de los chicos la podía llegar a paralizar. Les iba a decir que iba a estar unos días de baja porque necesitaba esos días para ella misma. Y no sabía cómo se lo iban a tomar los alumnos. Cuando por fin se iba a dirigir al aula donde le tocaba impartir la clase, apareció de la nada Ángela, que iba cargada con unos cuantos libros entre sus brazos.

-Laila, ¿vas a contarles ahora a los chicos lo de la baja? - le preguntó dudosa Ángela.

-Sí, deséame suerte, la voy a necesitar…Estoy algo nerviosa, la verdad.

-Qué va, no necesitas suerte, tú sola te bastas para meterte a esos chicos en el bolsillo. Así que coge el toro por los cuernos, tú puedes. Deja los nervios a un lado, Laila.

-Gracias Ángela. Luego te veo.

Laila se despidió de su amiga y fue directamente al aula. Nada más entró, cogió todo el aire que pudo y suspiró con bastante nerviosismo. Era la primera vez en su vida que entró con miedo a un aula. Nunca antes había vivido esa sensación tan horrible.

Laila dejó su maletín sobre su mesa, y se dirigió hacia los alumnos sin más preámbulos.

-Chicos, buenos días.

-Buenos días, profe - dijeron la mayoría de los alumnos al unísono. Amaban a esa mujer y para ellos era la mejor. Cuando Laila hablaba, todos escuchaban callados y mirando fijamente a la mujer que se encontraba sobre la tarima.

-Bueno, antes de empezar la clase de hoy, os quiero comentar algo. La semana que viene, el martes concretamente, voy a cogerme unos días para mí. Los necesito. Por lo que me sustituirán mis compañeros de arte. Espero que todo siga como hasta ahora, y cuando vuelva, os pueda dar las gracias por haber seguido igual o mejor.

Los alumnos comenzaron a murmurar entre ellos, hasta que Lola se dirigió a la profesora hablando por todos sus compañeros.

-Profesora…¿Se va de vacaciones? Bueno, si es por eso, nosotros nos alegraremos por usted. Pero…¿Vendrá pronto? Porque sabe que la queremos a usted, no a sus sustitutos. En realidad la necesitamos para aprobar el curso.

A Laila le daban ganas de llorar. Sabía que iba a fallar a esos chicos que tanto confiaban en ella, y seguramente iba a terminar por perder dicha confianza. No quería decirles lo de su enfermedad porque no quería que ellos llegaran a sentir lástima, pena o dolor por ella. Bastantes problemas tenían ya ellos como para darles un problema más. Cuando la enfermedad hiciera mella en su físico y llegara el momento que fuera imposible de esconder lo que el cáncer estaba provocando en ella, entonces ya sería sincera con ellos. En este caso, pensó que el fin justificaba los medios. En definitiva, Laila no quería que sus alumnos sufrieran por ella.

-Lola, intentaré volver cuanto antes. Sabéis que formáis parte de mi vida y daros arte es lo que más feliz me hace en mi vida.

-Lo sabemos, profe, es usted la mejor.

-Bueno, gracias. Y dejando ya los sentimentalismos y habiendo compartido con vosotros lo que os debía decir, ahora sí, vamos a empezar la clase.

Laila tuvo que controlar el llanto, y le hubiera gustado mucho sentir el abrazo de sus alumnos, pero si se dejaba llevar por sus emociones, éstos acabarían dándose cuenta de que algo malo le pasaba.

A la profesora se le hizo eterna esa mañana. Tenía una mala sensación después de haberles dicho a sus alumnos lo que les había dicho. Sentía como que los iba a abandonar, pero luego se le dio por pensar que no le quedaba otra que hacer las cosas como las tenía ya preparadas. Intentaría recuperarse cuanto antes para poder volver pronto a dar sus clases.

Cuando Laila, por fin, se disponía a coger la bicicleta para ir a su casa, su móvil comenzó a sonar en el bolsillo de sus pantalones. Era Laura. Ésta tenía muchas ganas de ver a la profesora, por lo que quiso invitarla a cenar esa misma noche. Sabía que la semana siguiente la iban a operar y necesitaría días para recuperarse de dicha operación, por lo que era un buen momento para quedar a cenar con ella. En realidad se moría de ganas por pasar tiempo a solas con Laila. A ésta le venía bien salir y no quedarse en casa pensando en la doctora Del Olmo o en la enfermedad, por lo que no dudó en decirle que sí a dicha invitación. Entonces volvió a guardar el móvil en su bolsillo y se puso en marcha rumbo a su casa, pero esta vez lo hizo con una bonita sonrisa pensando que tenía un apetecible plan nocturno con Laura. Aunque su subconsciente deseaba que dicha cena fuera con la doctora, y no con la futura heredera de la galería Zurita.

Matices y colores (8° Historia)Where stories live. Discover now