Capítulo 32. Alana, ¿celosa?

599 86 63
                                    


Nada más entrar en su casa, Matiz ya la estaba esperando en la entrada. Lo que Laila no terminaba de entender, cómo Matiz era un gato tan dependiente, cuando sabía perfectamente cómo eran los gatos en general. De hecho por eso se decidió a llevar a casa a Matiz, porque ella sabía que entre sus cuadros y las clases en el instituto, si tenía un animal en casa, éste debía ser independiente. Pero cuál fue su sorpresa cuando se dio cuenta que Matiz debía ser de los pocos gatos de la Tierra que no lo era.

Miró la hora en su reloj, y decidió que comería lo que le había preparado doña Pilar y luego descansaría un poco. Ese día se encontraba muy cansada y seguía teniendo algún dolor que otro. Esperaba encontrarse más o menos bien para la cena con Laura. Quería pasar un buen rato con ella y sobre todo entretenerse.

Después de comer y limpiar la vajilla, fue directamente a su cama, donde se dejó caer sin ningún miramiento. Y cómo no, lo hizo acompañada de su gato.

Cuando Laila estaba cerrando sus ojos para dejarse llevar por un relajante sueño, su móvil comenzó a sonar.  Entonces lo cogió, y al ver una extensión larga, se incorporó bruscamente de la cama. Tenía que ser la doctora Del Olmo.

-¡Hola!- dijo Laila con esa alegría que la caracterizaba, a pesar de todo.

-Hola Laila, ¿estás ocupada?- preguntó la doctora con los nervios que casi no la dejaban hablar. No tenía excusa para llamar a su paciente, pero desde que tuvo el último encontronazo con ella en su casa, no se la había podido quitar de la cabeza. Ni a ella, ni al casi beso que estuvo a punto de darle la joven, y de sólo pensar en él hacía que su cuerpo se estremeciera irremediablemente.

-Ahora mismo no lo estoy, doctora…- A Laila le dio por preguntarse por qué la había llamado la mujer, si no tenían ya nada de qué hablar hasta después de la cirugía.

-Verás, me gustaría saber cómo te encuentras. Y cómo van las pruebas que debes hacerte antes del preoperatorio. ¿Acaso te molesta que te haya llamado?

-¿Usted llama a todos sus pacientes antes de ser operados, doctora? - le preguntó Laila, porque necesitaba saber si esa llamada sólo era profesional o había algo más escondido en ella. No acababa de entender las intenciones de esa mujer.

-Laila, intento ser amable y me preocupo por mi paciente, que en este caso eres tú.

Laila no se esperó esa contestación por parte de la oncóloga, lo que hizo que se decepcionara y viera las cosas más claras.

-Perdone, doctora. Con respecto a las pruebas, ya me han dado cita y me las haré entre el lunes y el martes. Me operan el miércoles por la tarde, ya lo sabrá usted, claro.

-Sí, lo sé. No olvides que soy tu doctora. Y por lo demás…¿Todo bien? ¿Tu abuela?

-Ella está bien. Sigue haciéndome la comida. Parece que me conoce a la perfección. Yo ando con dolor y mucha fatiga. Me cuesta pedalear en la bicicleta cuando voy al trabajo.

-¿Vas en bicicleta? Laila, no debes esforzarte demasiado físicamente - esa mujer era una caja de sorpresas, pensó la oncóloga. Por esa razón había una bicicleta antigua en el portal de su casa. Sería la de ella.

-Me gusta ir en bicicleta, no se preocupe. Siempre voy con ella al trabajo. Hago deporte y veo todo lo que pasa a mi alrededor de forma directa, no es como ir metida en un coche, donde si te apetece pararte y tocar un árbol que tienes al lado o coger una flor, no puedes hacerlo así porque así.

-Bueno, lo siento, tienes razón. Entonces aprovecha a descansar lo que queda de día y el fin de semana.

-Hoy saldré a cenar por ahí, me han invitado. Y ya el fin de semana intentaré estar tranquila para prepararme mentalmente para la operación.

-Laila, irá todo bien. Ya lo verás. Te tengo que dejar, tengo que seguir trabajando. Que vaya bien esa cena que tienes esta noche, y dile a la persona que te ha invitado que te cuide y no te canse.

Se hizo un silencio sepulcral entre las dos mujeres. Laila notó cierta molestia en el tono de voz de la doctora, pero no podía ser que la mujer estuviera…¿Celosa?

-Bueno, esa mujer también se dedica al arte, así que creo que ya sabe cuál va a ser la conversación principal de la noche - atinó a contestarle a la mujer. No quería preocuparla en caso de que realmente sí se preocupase por ella como su médico que era. Pero consiguió el efecto contrario. Alana se removió nerviosa en su silla y sí, de repente estaba celosa de sólo pensar en Laila cenando con otra mujer. Con lo especial que era la profesora, su acompañante haría todo lo posible por salir con Laila. La doctora Del Olmo no era tonta, y le vino a la cabeza la conversación que tuvo con Raquel, cuando ésta le dijo que si no se espabilaba, otra mujer conseguiría salir con Laila. Pero Alana no quería jugar con ella, y siendo su médico y además estando con María, no podía intentar nada con su paciente. Debía esperar.

-Laila, pásalo bien esta noche. Nos vemos. Un beso.

Las dos mujeres colgaron la llamada. Alana, que se encontraba en su despacho para comenzar con las citas que tenía, se le quitaron las ganas de trabajar automáticamente. La llamada a Laila la había dejado trastocada. La profesora le gustaba y mucho, pero la dejó muy confundida que se sintiera celosa por saber que Laila había quedado con otra mujer. De sólo pensar que el beso que intentó darle a ella, y que encima rechazó, se lo podía dar a esa otra mujer, le daban ganas de vomitar, porque sabía que esa mujer no sería tan imbécil como lo fue ella rechazándola. Estaba completamente loca por haber hecho lo que hizo. ¿Quién en su sano juicio era capaz de rechazar a una mujer como Laila? Alana se levantó de su silla y a pesar de estar esperando a una paciente para entrar, ella salió de la consulta y se disculpó con dicha paciente, para irse directamente a los servicios. Necesitaba relajarse y controlar el maldito llanto.

Matices y colores (8° Historia)Where stories live. Discover now