Capítulo 57. La llamada de Alana.

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A la mañana siguiente, la primera en despertarse fue Laila. No había dormido nada bien, ni había descansado. La joven estaba de mal humor. Aún estuvo un rato despierta, hasta que Isabel también se despertó.

-Laila, ¿Cómo fue la noche?- le preguntó su amiga. Ésta había conseguido dormir toda la noche de tirón.

-Buenos días Isa. Pues una noche más para olvidar…Esto es horrible. Qué ganas tengo de que pase todo.

-Lo siento, imagino que pasarás unos días malos. Pero aquí voy a estar contigo.

-Gracias Isa. Por cierto, hay algo que me ronda en la cabeza constantemente…

-¿Qué es, Laila?

-Verás, el primer día que conocí a Alana, me fijé en su muñeca. Llevaba una marca, y no le di más importancia de la que tenía. Pero ayer, cuando me ayudó a levantarme del asiento de la sala de estar, me fijé que en la misma muñeca tenía de nuevo una marca.

-¿Qué? Laila, quizás estás sacando conclusiones precipitadas…¿Y si le gusta el sado y cuando se acuesta con su pareja, ésta le pone unas esposas en las muñecas?

-Isa, sólo tenía marcada una muñeca.

-Entonces ¿piensas que su pareja la maltrata?

-No sé qué pensar al respecto, Isa, pero me tiene descolocada y angustiada, por qué no reconocerlo. Sabes, esa mujer a estas alturas me importa mucho, y no toleraría que nadie le pusiera una mano encima.

-Y eso que sólo es tu oncóloga, Laila, llega a ser tu pareja…

-Isa, no sólo es mi oncóloga. Para mí es mucho más. Y bueno, ya me conoces, no tolero los malos tratos, y si a mi alrededor veo que alguien está siendo maltratado, no me quedaré de brazos cruzados. Y si se trata de Alana, menos todavía. Me pongo mala de sólo pensar que su pareja u otra persona le puede estar haciendo daño.

-Laila, me temo que de eso tú no te vas a enterar. Ella no te va a decir porque sí que su pareja la maltrata. Es su vida, y además es una mujer que cara a los demás, tiene una vida perfecta. No sé si me entiendes. Son personas que se dejan llevar por las apariencias y les importa mucho el qué dirán.

-Sí, Alana parecía que era así, pero lo poco que la he conocido, me ha mostrado otra parte de ella muy diferente a lo que tú me estás contando.

-Lo sé, Laila, que Alana no es como aparenta ser, porque tú no estarías prendada de una mujer como la que pensábamos que era. Eso me queda claro.

-Bueno, si tengo la oportunidad de hablar con ella, lo haré. Por cierto, me gustaría darme una ducha, ¿Me podrías ayudar?

-Guapa, para eso estoy aquí…Aunque sé de una que te ayudaría encantada a ducharte, ¿No crees?

-No digas tonterías, además, mi cuerpo da pena. Estoy en los huesos. Ahora mismo no me siento atractiva para nadie. ¿Quién me va a querer así?

-¿En serio dices eso, Laila? Tú no sólo eres un cuerpo bonito. Ahora mismo es verdad que estás muy delgada, pero cuando te recuperes volverás a ser la Laila maciza de siempre. Tienes un cuerpazo, y lo sabes. Y es cuestión de tiempo. Volverás a recuperar tu figura.

-Sí, pero ahora mismo lo que doy es pena. Así que mejor que ella no me ayude a ducharme. Prefiero que no me vea desnuda.

-Laila, esa mujer está colada por ti, flaca o con más kilos de más. A Alana le da exactamente igual lo que peses. Hazme caso. Anda, vamos para la ducha, que hoy te levantaste muy tonta.


A media mañana, cuando Laila se había quedado sola porque Isabel se había ido al instituto a dar alguna clase, su teléfono móvil comenzó a sonar. Se encontraba algo adormilada, y cuando cogió el teléfono y vio que la llamada provenía del hospital, se incorporó de la cama con cuidado.

-¿Sí?- preguntó tímidamente Laila.

-Hola, buenos días, ¿Te he despertado?

-Hola Alana - la profesora emitió una sincera sonrisa al oír la voz de la oncóloga. Su semblante había cambiado de repente - no, tranquila, estaba sólo un poco adormilada. Eso sí.

-¿Estás acompañada?- a la mujer le encantó que la joven la llamara por su nombre. De voz de Laila sonaba precioso su nombre..

-Ahora mismo no, pero en breve va a pasar Pilar. Isa se fue a dar un par de clases al Instituto y luego volverá.

-Vale…¿Cómo estás Laila?

-¿Te digo la verdad?

-Por ejemplo…

-Regular tirando a mal. Pero bueno, sé que después de una operación es lo que hay. Poco a poco estaré mejor.

-Vale, tienes razón Laila. Verás que en nada estás de nuevo pintando otro precioso cuadro. Por cierto, te llamaba para decirte que te voy a dar cita en cuatro días. ¿Isa te podrá traer al hospital?

-Sí, tranquila. Iré acompañada.

-Perfecto…- A Alana le costaba despedirse de Laila, pero justo esa mañana tenía trabajo en el hospital, por lo que no le quedó otra que despedirse de ella -Te dejo que hoy tengo bastante trabajo, nos vemos en cuatro días…Espero que vayas a mejor rápidamente.

-Gracias Alana. Yo también lo espero. Un beso.

Alana colgó la llamada. Le costó un mundo hacerlo, pero Laila tampoco quería que la oncóloga le colgara. El hecho de oír la voz de la otra, hacía que ambas mujeres se alegraran y estuvieran contentas todo el día. Lo que daría Laila porque Alana la fuera a ver, pero sabía que ésta no tenía ningún motivo para pasar por su casa a verla. Qué equivocada estaba. Alana tenía un dilema en su cabeza, quería y necesitaba ir a verla pero por otra parte sabía que no debía hacerlo, porque esa visita podría llevar a Laila a confundirse, y no quería por nada en el mundo jugar con ella. Sabía por lo que la joven estaba pasando y lo que menos quería hacer era dejarla peor de lo que ya estaba.

Laila se volvió a acostar en la cama, con Matiz pegado a ella. La joven miró por la ventana, y pensó en la preciosa voz de Alana. Le sonaba a una maravillosa melodía capaz de relajarla. Y de hecho es lo que hizo, comenzó a relajarse con la voz de la oncóloga en su cabeza, hasta que en menos de cinco minutos la profesora se quedó dormida.

Matices y colores (8° Historia)Where stories live. Discover now