Capítulo 4. La peor de las noticias.(23/3/23)

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-Hola doctor, buenos días - dijo la profesora algo contrariada. En ese momento la llamada la había cogido desprevenida, no se esperaba que su doctor la llamara, y más sabiendo éste que ella era profesora y estaría impartiendo alguna clase.

-Hola Laila, imagino que estás dando clase. Perdona que te moleste, pero la llamada es importante.

Laila se tensó. De repente se acordó que estaba pendiente de los resultados de los análisis que el hombre le pidió hacerse. Un escalofrío le recorrió toda la espalda sorpresivamente.

-Dime... ¿Qué pasa? - la voz de la mujer sonó temblorosa y no le pasó desapercibido al hombre.

-Verás...Del hemograma completo que te pedí...Ha salido algo anómalo. Luego como me dijiste que tenías dolor abdominal constante e incluso de espalda, y te sentías llena sin apenas haber comido...Necesito que esta misma tarde te pases por el hospital general. Allí te harán una ecografía. He hablado con un par de amigos del hospital y te lo harán sin problema.

-Joder...Vale...Pero doctor, ¿Es malo lo que tengo?¿Por qué tengo que correr a hacerme una prueba? - a Laila le surgieron muchas preguntas en ese momento. Se encontraba completamente perdida y no sabía por dónde tirar y eso que el doctor no estaba hablándole con términos puramente médicos, pero sentía que no estaba siendo muy claro con ella, o no quería ahondar más en el tema.

-Laila, confía en mí. Pásate sobre las cinco de la tarde. Una colega te hará la ecografía. Y por cierto...Si puedes vete acompañada, por favor. Tengo que dejarte, ahora entra un paciente en la consulta. Seguimos en contacto - el médico sabía perfectamente que lo que tenía Laila no pintaba nada bien, pero quería que ella se diera prisa en hacerse las pruebas porque era una mujer joven y seguramente, de tener algo, lo habría cogido a tiempo. Por eso no había tiempo que perder. Sólo que no tuvo el valor para decirle por teléfono que a Laila se le venía algo gordo, y posiblemente cambiaría el rumbo de su vida. La conocía no sólo como paciente, y sabía que era una mujer que destacaba sobre las demás por la alegría que desbordaba y lo positiva que era. Sólo esperaba que aún con lo que estaba por llegar, Laila no perdiera la bonita sonrisa que tenía.

Cuando colgó la llamada, Laila se quedó parada, en el pasillo, pero se tuvo que apoyar en la pared. Mientras se fijó que el pasillo estaba vacío, comenzó a pensar en la conversación que acababa de tener con su doctor. Que le dijera que esa misma tarde se hiciera una prueba en el hospital, y además le aconsejara que fuera acompañada, sólo significaba que había encontrado algo malo en su cuerpo. Por lo que comenzó a respirar con cierta dificultad, mientras se puso de cuclillas llevando sus manos a su rostro.

De repente la puerta del aula se abrió, y una de sus mejores alumnas se preocupó cuando vio a la profesora en esa pose.

-Profe...¿Está usted bien?

Laila alzó la mirada y la dirigió a la joven, mientras se incorporaba violentamente.

-Perdona Lola, sí, estoy bien, tranquila - le dijo Laila a la chica como pudo, intentando sonreír como hacía siempre. Pero esa vez esa sonrisa le costó un mundo ofrecérsela a la alumna - entremos a clase, y sigamos con lo que estabais haciendo.

Las dos mujeres entraron juntas en el aula. La alumna se fue a su sitio y Laila se quedó en la tarima de la clase, donde estaba situada su mesa y su silla. Esa clase le costó mucho terminarla. Pero debía ser fuerte e intentar dejar de pensar en lo que había hablado con el doctor. Tenía que dar aún varias clases más, y se debía a sus alumnos. Luego estuvo pensando en quién podría acompañarla, si doña Pilar o alguna de sus amigas y profesoras también del instituto, Ángela e Isabel. A ella le encantaría que fuera doña Pilar, pero si finalmente le daban una mala noticia, no quería por nada del mundo que la anciana se preocupara por ella. Así que se declinó por Isabel, puesto que Ángela seguramente pasaría la tarde con sus hijos.

Cuando por fin terminó la clase, Laila se despidió de sus alumnos y se dirigió al claustro de profesores, pero por el camino, Lola se acercó a ella para comentarle algo.

-Profe...

-Hola Lola. ¿Qué pasa?¿Estás bien?

-¿Le importaría que habláramos en privado?- le propuso la joven. Quería compartir con Laila un problema personal y necesitaba hablar con ella a solas.

-Claro. Vamos a mi despacho.

Las dos mujeres se dirigieron juntas al despacho de la profesora. Una vez dentro, Laila cerró la puerta y se dispuso a hablar con la joven.

-Verá...Ayer por la noche me acosté con mi novio, y...

-¿Y? No tengas vergüenza, Lola. ¿Qué pasó con él?

-Que se nos rompió el preservativo.

Laila la miró fijamente a los ojos, y la joven se sintió algo intimidada por el precioso color verde de los ojos de la mujer. La joven nunca había visto un color tan bonito como ese.

-Vale...No pasa nada, Lola. Tienes dieciséis años, ¿no? Te diría que vayas a tu médico de cabecera para que te recete la pastilla del día después, pero es fácil que al ser menor, no te la den así porque así. ¿Puedes ir con tu novio a planificación familiar? Allí seguramente te faciliten dicha pastilla. Necesitas tomarla cuanto antes, Lola. Imagino que ahora no estás para quedarte embarazada. Eres muy joven y tienes toda la vida por delante. Cada cosa llega a su tiempo. Entonces hay que poner remedio. De todas formas, gracias por confiar en mí. Es muy maduro por tu parte el haberlo compartido con alguien y no haberlo dejado pasar como si nada.

-No, profesora, ahora mismo no quiero quedarme embarazada. Mis padres me echarían de casa. Con el ambiente que hay ahora, como para darles más problemas. Y tendría que dejar de estudiar. Además, no tengo las cosas claras con mi novio. Lo que sí tengo claro es que quiero seguir estudiando bellas artes. Quiero ser profesora como usted.

-Eso está muy bien. Eres una chica que vale mucho, y si tú quieres ser profesora, no dudes que lo serás. Así que por favor, si no te puede acompañar tu novio, llámame que te acompañaré yo, ¿Vale?

-Gracias profesora - la chica tuvo muchas ganas de abrazar a la mujer, pero se abstuvo de hacerlo finalmente - la dejo tranquila. Por cierto, ojalá todos los adultos fueran como usted...

Laila no pudo evitar sonreírle a la chica, pero lo hizo con sinceridad.

-Venga, corre, que vas a perder la siguiente clase. Y cuéntame cómo queda todo, por favor.

La joven salió del despacho de Laila y se fue corriendo porque tenía razón la mujer, la siguiente clase ya había comenzado y seguramente el profesor no la dejaría entrar.

Matices y colores (8° Historia)Where stories live. Discover now