Capítulo 50. El arrepentimiento.

566 74 64
                                    


La anciana, que había estado escuchando la conversación que estaban manteniendo en el servicio las dos mujeres, cuando vio salir a la oncóloga del servicio y despedirse de ella con el rostro triste, decidió salir tras ella. 

-Doctora, espere…Por favor…

Alana se dio la vuelta cuando escuchó detrás de ella a doña Pilar.

-Pilar…No corra…¿Necesita algo?

-Sí…Necesito hablar con usted. Será solo un minuto.

-Claro, dígame.

-Verá…Escuché cómo le habló Laila cuando usted la acompañó al servicio. Y tengo que decirle…Que Laila no es así. Lo siento. La enfermedad le está cambiando el humor, creo, porque es la primera vez que la veo hablar así a alguien.

-¿Ah, sí?

-Sí. Ella es la mujer más amable, alegre y bondadosa que he conocido a mis ochenta años. Pero creo que tiene tanto dolor, y el haber vomitado delante de usted…Se ha avergonzado.

-Vaya…Lo siento por ella. No tiene por qué avergonzarse. Sé perfectamente cuáles son los efectos de su enfermedad, y ni me voy a asustar cuando la vea en sus peores momentos, ni voy a salir corriendo. Lo que sí que voy a hacer es compartir ese momento tan crítico con ella, y vivirlo juntas, si ella me deja hacerlo.

-Doctora…¿Puedo preguntarle algo?

-Sí…Claro.

-¿Laila es importante para usted?

La oncóloga miró fijamente a la anciana y tuvo que pensar qué decir. Pero en ese momento creyó que debía ser sincera con la mujer aunque en su justa medida. 

-Sí lo es, doña Pilar. 

-Pero…¿Es más importante que cualquier paciente suyo?

Alana ya sabía por dónde quería ir la anciana. Aún con todo, quiso seguir siendo sincera. 

-Me temo que sí, Pilar.

-¿Y entonces, doctora?¿Qué piensa hacer al respecto?

-Doña Pilar…Tengo pareja, no puedo hacer nada al respecto. 

-¿Qué? Claro que puedes hacer algo, eso tiene fácil solución…-La anciana no se esperaba que la mujer tuviera pareja pero igualmente tenía claro que no la amaba, y lo confirmaba cada vez que veía a la doctora con Laila. Lo que sentía por ella, no lo debía de sentir por su pareja. 

-No creo que la tenga, y menos tan fácil como lo ve usted. 

-Doctora, no sé cómo es su pareja, pero sé cómo es Laila y le puedo asegurar que es la mejor mujer que usted pueda conocer nunca. 

-Gracias doña Pilar, lo tendré en cuenta. Ahora me tengo que marchar, he quedado a comer. 

-Doctora…Piense en lo que hemos hablado. Que vaya bien esa comida. 

-Lo haré - le dijo la doctora dándole un beso en la mejilla a la anciana. Ésta la había dejado totalmente alterada. Si la anciana quería verla con Laila…¿Sería que la joven sentía también algo por ella? ¿Sería recíproco lo que sentían? Igualmente no era necesario que Pilar le dijera lo que Laila valía, ella ya lo había descubierto por sí sola y sabía que la mujer se podía quedar hasta corta cuando hablaba de Laila como hablaba. 

Cuando la anciana regresó a la habitación, Laila ya se encontraba acostada de nuevo en la cama.

-Pilar…¿dónde fue?

-Fui a hablar con la doctora, Laila. Pero no me dijo nada más de lo que ya sabemos…

-Pilar, me siento mal, muy mal de hecho. La he tratado mal, soy una impresentable.

-Laila, cariño, estás muy dolorida, cansada y sin fuerzas. Es normal que en un momento dado estés irascible o rabiosa por el dolor que sientes. 

-Tiene razón, pero no debí pagarlo con ella. Encima que me acompaña, fui grosera con ella, y ahora me siento fatal por haberme comportado así - la joven no pudo aguantar más y se echó a llorar en cuestión de segundos. Doña Pilar se acercó a ella y la abrazó. Estuvieron así unos minutos, hasta que Laila consiguió relajarse. 

-Laila, a esa mujer le importas, y mucho. Así que cuando puedas, discúlpate con ella.

-¿Usted cree?

-No lo creo, lo sé, Laila. Esa mujer ha entrado en tu vida con mucha fuerza, y dudo que salga de ella así por así. Si no, tiempo al tiempo. Sabes que yo no me suelo equivocar…

-Gracias Pilar, pero ella tiene pareja. Así que sinceramente, ella seguirá a lo suyo, y yo deberé seguir a lo mío, porque además es ni más ni menos que mi oncóloga.

-Eso no importa cuando hay amor. El amor mueve montañas, ¿Eso no lo sabías tú?

-Sí, pero me habla de un amor verdadero y único, de esos amores tan maravillosos y que hay tan pocos en la vida…

-Laila, vi como te cogió para llevarte al servicio, y esa mujer te ama. Lo sé por cómo te tocó. 

-Doña Pilar…Me ha visto vomitar, eso es horrible. Y cuando ella me tocó, me sentí fatal. Estoy en los huesos, nunca antes he estado tan delgada, y habrá sentido pena por mí. Yo aproveché y la toqué a ella para ganar estabilidad…Y ella sí tiene un cuerpo precioso. Ahora mismo no estoy en mi mejor momento, esa es la verdad. No puedo pensar en sentir algo especial por una mujer, debo centrarme en mí.Y por eso lo pagué con ella. Como si esa mujer tuviera la culpa de todo, cuando lo único que ha hecho es ayudarme sin pedirme nada a cambio. Sabe, cuando la conocí tenía una mala impresión de ella, de hecho hasta llegué a pensar en cambiar de oncólogo.

-Laila, vuestras miradas lo dicen todo. Cómo te sonríe o cómo se alegra cuando te ve, le cambia el rostro completamente. Sinceramente, y no creo que me equivoque, esa mujer es para ti, y tú para ella. Hacéis una pareja divina, a pesar de la diferencia de edad, porque ella es bastante más mayor que tú. 

-Pues no sé qué edad tiene, doña Pilar, pero sí es mayor que yo, eso seguro. Es una mujer madura muy interesante, a mí, personalmente me encanta. Pero si ella tiene pareja, yo prefiero no hacer nada. No quiero meterme donde no me llaman. 

-Bien, pues dale tiempo y espera a que la deje, porque estoy segura que ese momento no tardará en llegar, ya lo verás. Y lo de que ella es tu médica, bueno, algo habrá que pensar al respecto. 

-Usted…Que lo ve todo muy fácil.

-Laila, sabes que lo es. Cuando hay amor entre dos personas, todo lo demás sobra. Bueno cariño, debes descansar un poco. A ver si se te pasa algo el dolor. 

Laila cerró los ojos y cuando lo hizo, le vino a la cabeza lo guapísima que iba la doctora esa mañana. Esa mujer se pusiera lo que se pusiese, todo le quedaba de maravilla. Y sólo esperaba que le dieran el alta y poco a poco estar en condiciones para poder disculparse con la mujer, porque la acababa de ver hacía unos minutos y ya la estaba echando de menos. 

Matices y colores (8° Historia)Where stories live. Discover now