Capítulo 36. La decepción de Laura.

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Mientras Laura llevaba a Laila a su casa en su coche, no le salían las palabras y la profesora se dió cuenta que algo le pasaba a su acompañante, por lo que decidió romper el hielo y hablarle.

-Laura, ¿Lo has pasado bien esta noche?

-Sí, Laila. Al final ha sido una buena noche. Por cierto, tu doctora y su amiga, me han caído bien - prefirió no darle a Laila su opinión sobre lo que había visto entre la doctora y ella.

-La verdad…No me esperaba encontrarla esta noche por ahí. Hablé hoy con ella, y no me dijo que fuera a salir, sin embargo, yo sí le dije que había quedado contigo.

-Ah, vaya, quizás salió por eso.

-¿Qué? Lo dudo…Seguramente a la doctora le guste salir los viernes por la noche después de una tediosa tarde de trabajo.

-No sé Laila. Yo creo que en su salida tienes mucho que ver.

Laila se quedó pensando. Ya era la tercera persona que le decía que a la doctora ella le gustaba. Isabel y doña Pilar ya se lo habían dejado claro, que entre ellas había una química palpable en el ambiente. Quizás tenían razón, pero de ser así, ¿Por qué no se había dejado llevar cuando la intentó besar en su casa?¿Sería verdad que la doctora tenía pareja como le dijo esa noche? Laila tenía que reconocer que había merecido la pena haber salido por ahí con Laura, por el hecho de haber coincidido con la doctora en ese local. Estaba pensando que le hubiera encantado que fuera ella la que la llevara a casa. De ser así, en ese mismo instante los nervios no la dejarían pensar con claridad, y seguramente estaría todo el trayecto a su casa pensando en cómo acercarse a la oncóloga para besarla. Así estaba de mal. Pero es que se moría de ganas por tenerla sólo para ella, poniéndola nerviosa cuando se acercara más de la cuenta a la mujer, para conseguir robarle un beso. Le gustaba jugar con ella y trastocarla cuando se acercaba tanto a ella.

-Laura, esa mujer…Es mi doctora.

-¿Y? Sois dos mujeres, lesbianas, y atractivas, no es un impedimento que sea la doctora encargada de tu enfermedad para que os gustéis.

-¿Qué?¿Por qué has dicho eso?

-Laila, es un hecho que entre esa mujer y tú, hay algo. Me aventuro a decir que acabareis teniendo algo. Y si os supone algo que esté tu enfermedad de por medio, no pasa nada, cuando te hayas curado y ella no sea ya tu doctora, entonces sí seréis libres.

-Ella tiene pareja, Laura.

-Bueno, viendo cómo te mira cuando te tiene enfrente, estoy segura que terminará dejándola. No es feliz con ella. Si lo fuera, no pondría los ojos en ti como los pone.

-Vaya…No pensaba que se notara tanto que nos gustamos. Bueno, a mí ella sí me gusta y me atrae muchísimo - Laila prefirió ser sincera con su acompañante, a pesar de creer que ésta también sentía algo por ella. Pero debía dejarle las cosas claras para que no se ilusionara, porque tenía muy claro que si no conseguía estar con la doctora, seguiría sola como hasta ahora. Tenía razón doña Pilar cuando le aconsejó que fuera sincera con la galerista.

Laura la miró con amargura mientras conducía el coche. Así, sin más, con las ilusiones que se había hecho con Laila, creyendo que le iba a poder pedir salir y la joven le diría que sí, y resultaba que Laila ya tenía a otra mujer metida en su corazón y en su cabeza. Y no tenía pinta de que ese sentimiento hacia la doctora fuera pasajero. Al revés, parecía que cuando Laila se enamoraba, lo hacía sinceramente y dándolo todo. Así que la mujer prefirió no compartir con Laila lo que sentía por ella, ahogando sus penas para sí misma.

-Bueno, Laila, espero que te lo hayas pasado bien. Entonces quedamos que en cuatro miércoles inauguramos tu exposición. Ya hablaremos de cómo debemos prepararlo para que todo salga bien.

-Gracias Laura, porque he pasado una noche estupenda, y por dejarme presentar mi obra en tu galería.

-Laila, no las des. Va a ser todo un éxito, ya lo verás.

Laila se acercó a la mujer y le dio un beso en la mejilla, que nada tuvo que ver al beso que le dió a la doctora. No podía, ni quería, comparar a una mujer con la otra, porque a pesar de que para Laila la doctora era perfecta para ella, debía reconocer que Laura era una mujer maravillosa, pero no para ella, sino para otra mujer.

Laila se bajó del coche de Laura y se dirigió directamente hacia su casa. Matiz la estaba esperando, como siempre hacía, y nada más la vio aparecer por la puerta, no perdió ni un segundo en rozarse con las piernas de la mujer.

La profesora cogió a Matiz y se fue con él hacia el sofá. Necesitaba pensar en lo que había ocurrido esa noche. En la sorpresa que se había llevado cuando vio a la doctora, teniendo en cuenta las circunstancias en las que habían coincidido. Además, le había venido muy bien salir para no pensar tanto en la enfermedad, porque a decir verdad, le costaba mucho el no pensar en ella a lo largo de todo el día, pero esa noche, gracias a Laura, y luego a la doctora Del Olmo y a su amiga, había podido desconectar y disfrutar de la compañía de ellas. Sabía que la semana siguiente iba a ser una semana dura, sobre todo el día de la operación. No podría contar con la compañía de doña Pilar, aunque sabía que el hecho de que la mujer la acompañara los minutos previos a la operación, y luego en el post operatorio, podría ser crucial para poder dejar el miedo a un lado. Necesitaba a esa anciana para sentirse arropada, querida y apoyada por alguien cercano a ella, porque ningún familiar la iba a acompañar para pasar ese mal trago. Por lo menos estarían Ángela e Isabel, sus dos mejores amigas. Pero todo había sido porque ella lo había decidido así, porque de saber sus alumnos que su profesora preferida iba a pasar sola por una operación de esa índole, ellos harían todo lo posible porque la mujer no se sintiera sola. Laila no quería que las personas que la querían sufrieran por ella, y si decidió compartir lo de la enfermedad con sus amigas, había sido porque no le había quedado otra, porque al trabajar con ellas, éstas se enterarían de las bajas que tendría que coger la joven en el trabajo.

Matices y colores (8° Historia)Where stories live. Discover now