Capítulo 9. Sola...En casa.

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-La doctora Del Olmo es una creída, Isa. Y ya sabes que yo con ese tipo de personas me relaciono lo justo, por educación. 

-Bueno, por lo que has contado, es verdad que no tienes mucho que ver con ella. Así que tú a lo tuyo. Y yo a lo tuyo también…

-Gracias por haberme acompañado esta tarde, Isa, y lo siento por lo que has vivido.

-Eso no importa. Yo quiero estar contigo. Y por cierto…¿Se lo dirás a Ángela?

-No me va a quedar otra. Quiero que ella lo sepa también. Se lo debo, Isa, somos amigas para lo bueno y para lo malo. Pero…No quiero que lo sepa doña Pilar, Isa.

-¿Qué? ¿Pero cómo se lo vas a ocultar? Tu cuerpo va a sufrir cambios, Laila. Aunque la mujer sea mayor, no es tonta. Piénsalo. Ella se apoya mucho en ti, conociéndola sé que le va a sentar mal que no cuentes con ella…

-Joder, Isa, no es por mí, es por ella. No quiero hacerle daño cuando le dé la noticia. Sus hijos pasan de ella. Está completamente sola en la ciudad. Sólo me tiene a mí…

-Laila, está bien que pienses en la señora Pilar, pero ahora vas a tener que pensar también en ti. Por una vez en tu vida, vas a tener que anteponer tu salud a la de los demás, lo siento. Sé que eso no va contigo, pero es lo que hay. Vas a necesitar todas tus fuerzas y energías en enfrentarte al maldito cáncer y en recuperarte.

-Lo sé, Isa, lo sé. Veremos qué sale de todo ésto. Ahora mismo sigo en shock, no soy capaz de pensar en nada. Mañana hablaré con Marga para comentarle que va a haber cambios en mi vida y que voy a tener citas médicas por lo que no podré dar todas las clases. A ver cómo se lo toma…

-Se lo tomará bien porque sino la atacaremos todos. Eres la mejor profesora que tiene, así que tranquila. Además, seguro que entre todos podremos cubrir las clases que tú no puedas dar, por eso no te preocupes.

-Joder, gracias Isa. Te quiero tía. Me voy, que no me encuentro muy allá que digamos. Nos vemos mañana en el instituto.

Las mujeres se despidieron y Laila se dirigió a casa de doña Pilar. Cuando estuvo a punto de tocar en su puerta, se lo pensó mejor y se dio media vuelta. Sabía que estaba a punto de echarse a llorar de nuevo, y no podía hacerle eso a Pilar. El que sí la animaría sería Matiz. El pobre gato era el único que estaba para ella incondicionalmente. De hecho, nada más abrió la puerta del loft, Matiz ya la estaba esperando, por lo que Laila lo cogió y lo acunó en sus brazos. 

Cuando ya estaba en su casa, se fue directamente a su habitación y se tiró con Matiz en la cama. Sólo tenía ganas de llorar. Seguía sin entender por qué le había tocado a ella, cuando siempre estaba pensando en los demás. La vida le pareció tremendamente injusta. 

Laila no tenía ganas ni de hacerse la cena. No tenía ni fuerzas ni energías, esas que la doctora le dijo que debía de tener en todo el proceso de la enfermedad. Esa mujer estirada le iba a hablar a ella de la enfermedad que tenía…Cuando estaba completamente sana. ¿Cómo le podía hablar de ánimos y fuerza cuando no era capaz de ponerse en su lugar? Esa mujer sólo quería salvar vidas y seguramente la motivaría el dineral que debía de ganar trabajando de oncóloga en el hospital. La primera impresión que se llevó de la doctora Del Olmo había sido pésima, y dudaba mucho que fuera a cambiar a lo largo de su enfermedad.


Eran casi las nueve de la noche y doña Pilar no hacía más que mirar la hora en el reloj que tenía colgado en el comedor de su casa. Laila solía pasarse a verla e incluso alguna noche cenaban juntas. Pero esa noche la joven no había hecho acto de presencia en su casa. Y eso la extrañó mucho. Dudó si pasar a ver a Laila a su casa, o no. No quería molestarla. Igual había invitado a alguna mujer y estaban cenando juntas. O quizás estaba concentrada pintando su nuevo cuadro. Pero, ¿Y si la joven se encontraba mal? Después de meditarlo durante unos minutos, decidió que iba a pasar a verla y así se aseguraría de que la joven estaba bien.

Doña Pilar cogió las llaves de su casa, y pasó a la casa de su vecina. Laila aún tardó unos minutos en abrirle. 

-Hola…Doña Pilar…-Laila se había quedado dormida en la cama con Matiz. Y cuando sonó el timbre, se sobresaltó. No se acordó ni de Pilar. 

-Laila, cariño, ¿Te encuentras bien?- le preguntó la mujer con voz temblorosa. Quería, deseaba y necesitaba que la joven se encontrara en perfectas condiciones, pero al verla como la vio, algo le dijo que a la chica le pasaba algo.

-Sí…Doña Pilar, estoy perfectamente,  sólo que hoy estoy algo más cansada que de normal.

-Laila, hice algo de sopa para cenar.  Estoy segura que no has cenado todavía. Te voy a traer una poca, ¿Te parece?

-No, Pilar. Muchas gracias, pero tengo el estómago algo revuelto. Mañana ya desayunaré como hago siempre. Hoy es mejor que no coma nada. 

-Vale…Entonces te dejaré descansar. Pero…Por favor, si te encuentras peor, ¿Me llamarás? Sabes que descanso mal por las noches, así que da igual a la hora que lo hagas.

-Gracias Pilar. Es usted un sol - la joven se acercó a la mujer y la abrazó con sumo cuidado. Pensaba que si la apretujaba demasiado la podría romper en pedazos. Era una mujer con una apariencia frágil. Era muy menuda y algo bajita, y a Laila siempre le resultó una mujer adorable. 

-Laila… Sé que soy una vieja y una molestia para ti, pero no olvides que te quiero. 

-Lo sé Pilar, porque yo siento lo mismo por ti. Tú y yo nos teníamos que conocer para hacernos las mejores amigas del mundo, y aquí estamos las dos, puerta con puerta y siempre pensando en la otra. 

-Así es...Bueno, te dejo descansar. Mañana te veré. 

La mujer se despidió de Laila y se fue para su casa, muy preocupada por el estado en el que había encontrado a la joven. Esperaba que sólo fuera algún virus de estómago lo que tenía Laila, y que al día siguiente se encontrara mucho mejor. No se podía ni imaginar lo que se le venía encima a su joven Laila. Porque sí, para ella era su nieta Laila.  

Matices y colores (8° Historia)Where stories live. Discover now