Capítulo 55. Pensando una en la otra.

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-Pero…¿Alguien te lo ha dicho?¿Se lo preguntaste a Teresa?

-No, Alana. Me gusta hacer las cosas bien, si tú no querías decírmelo, yo no era quien para preguntárselo a cualquiera para saberlo. Esperé pacientemente a que tú me lo dijeras, y en la operación, vagamente escuché tu suave voz diciéndome tu nombre. O me pareció soñarlo, no lo sé.Y como comprenderás, un nombre tan bonito no se olvida tan fácilmente.

-Eres increíble…

Laila se dio la vuelta y se dispuso a marcharse, no sin antes dedicarle una preciosa sonrisa a Alana. Ésta se quedó quieta en el sitio, mientras veía a la joven alejarse lentamente.

Cuando por fin Laila desapareció de su vista, se dirigió a su puesto de trabajo ensimismada. ¿Cómo podía ser que Laila fuera capaz de quedarse con su nombre cuando se lo dijo estando ya anestesiada? Ella misma se lo dijo en ese momento porque se imaginaba que no lo retendría, pero estaba claro que se equivocó. Esa chica siempre la sorprendía, pero para bien. Era una caja llena de sorpresas.

Luego estuvo pensando que sus dedos habían estado entrelazados por un periodo de tiempo largo con los dedos de Laila, y no quería ni lavarse la mano. Parecía una joven enamorada de su primer amor. Sólo pudo sonreír.

Cuando iba absorta en sus pensamientos, casi se chocó con Raquel en uno de los pasillos.

-Eh, pero a dónde vas tú tan atontada…Alana…

-Hola Raquel, ¿Tanto se me nota?

-¿Que estás atontada? Sí. Me apuesto a que vienes de ver a Laila.

-Sí…Vengo de eso. Sabes, sus dedos los entrelazó con los míos, y ahora tengo un dilema. No quiero lavarme la mano…

Raquel se rió de su amiga. No pudo evitarlo.

-Estás loca, Alana, ¿en serio?¿Y por qué entrelazasteis los dedos?¿A santo de qué?

-Porque una cosa llevó a la otra. Por cierto, ya sabe cómo me llamo. Esa chica es increíble. Se quedó con el nombre cuando se lo dije en quirófano estando ella ya anestesiada.

-Joder, eso serían las ganas de Laila de aprenderse tu nombre sí o sí.

-Hoy me tuteó…

-Alana, estás perdida, y completamente enamorada, qué quieres que te diga. Es algo que se palpa en el ambiente. Cuando estás con ella o la ves, vienes con un semblante muy diferente a cuando te veo de normal o vienes de estar con María. Joder, Alana, abre los ojos y haz algo al respecto. 

-Raquel, el hecho de seguir con María me ayuda a mantenerme firme con Laila. A ver si te piensas que hoy mismo no la hubiera besado en los labios, si me moría por hacerlo. Besar esos labios tiene que ser algo completamente maravilloso. Me imagino besándolos por horas…con eso te lo digo todo. Pero pienso que estoy en una relación amorosa, y entonces me pongo mi propia barrera. Y bueno, mantengo lo de ser su médico y ella mi paciente.

-Alana…Alguno de estos días vas a explotar. Verás, no sé cómo puedes aguantar tener a la mujer de tus sueños tan cerca de ti y mantenerte fuerte y en tu sitio.

-Lo sé, Raquel, y tienes razón, creo que algún día explotaré, porque cada día que pasa me cuesta más resistirme a sus encantos.

-Pues eso. Hasta que llegue ese momento. Anda, vamos a trabajar que las dos llegamos tarde y los pacientes nos están esperando.

Cada una se fue a su consulta a atender al primer paciente, pero esa vez Alana lo hizo mucho más feliz que de normal, y todo gracias a Laila.

En el coche, Laila iba muy callada, hasta que Isabel quiso sacarle alguna palabra que otra.

-Laila, ¿estás bien?

-Isa, me siento mal, me duele mucho. Y tengo ganas de vomitar. Pero sabes hoy me pasó algo muy bonito con la doctora Del Olmo. Ya puedo tutearla y llamarla por su nombre.

-¿Ah sí? ¿Y cómo se llama la enigmática mujer que tan loca te lleva?

-Tiene un nombre que a mí me encanta. Se llama Alana.

-Wow, sí es bonito, y además parece que le pega. Pues ya hasta la tuteas, vas rápido con ella.

-Bueno, ya sabes que sí me gusta mucho esa mujer. Pero ahora tal y como estoy, no puedo ofrecerle nada. Quizás ella es amable conmigo porque se apiada de mí o le doy pena. Porque reconozco que conmigo se porta muy bien. Demasiado diría yo. Pero además tiene pareja. Entonces, lo mejor es dejar las cosas como están. Yo debo centrarme en mí recuperación, porque ahora mismo nada más entre en casa, abrazaré a Matiz y me iré a la cama a descansar, porque no me encuentro nada bien…

-Claro que sí, Laila. Eso debes hacer. Además, al final pasará lo que tenga que pasar. Pero algo me dice que vamos a tener Alana para rato…Verás.

Laila sabía que Isabel tenía razón. Alana había tenido la facilidad de meterse en su vida, y en su propio corazón. Y es que era la primera vez que una mujer le gustaba tanto. Nunca antes se había enamorado porque ella ya estaba completamente enamorada del arte, y no tenía tiempo para dedicárselo a otra persona. Sabía perfectamente que Alana no saldría fácilmente de su corazón si tenía que hacerlo, porque una vez que Laila amaba a otra mujer, estaba completamente perdida, al igual que su propio corazón.

Laila cerró los ojos mientras Isabel seguía conduciendo, y se dejó llevar por el tacto de la piel de Alana sobre su mano. Luego cómo sus propios dedos se mezclaron con los de Alana, siendo la mejor sensación que había experimentado en toda su vida. Después llegó a comparar a Alana con el mismísimo arte, porque ambos le producían lo mismo, y esa sensación era algo completamente mágico. Sólo salió de su ensimismamiento cuando por fin Isabel aparcó el coche en la misma calle donde vivía Laila. Ésta abrió los ojos y miró hacia su casa. Tenía la esperanza de ver a Matiz asomándose por alguno de los enormes ventanales de su loft, pero el gato debía estar descansando quizás en la cama de la profesora. Se moría de ganas de verlo y darle un achuchón tras otro. Además tenía que pasar un momento por casa de Pilar y darle las gracias por todo lo que había hecho por ella en el hospital. Esa anciana había debido de sacar las fuerzas de donde no las tenía, y todo por lo que amaba a la profesora.

Matices y colores (8° Historia)Kde žijí příběhy. Začni objevovat