Capítulo 14. Una oferta irrechazable en un mal momento.

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-Por cierto, vi que colgaste tus nuevas pinturas en las redes sociales, y me tomé el atrevimiento de pasárselas a la galería Zurita de la ciudad.

-¿Qué? ¿Y por qué has hecho eso?

-Tus pinturas son magníficas Laila. El cambio que les has dado, joder, se nota que pintas sobre la enfermedad. Y lo haces con una intensidad única. Tus pinturas poco tienen que ver con el drama social que pintabas antes. Has cambiado el motivo por el que pintas. Además, ya es hora de que dejes de exponer en locales que no conoce nadie y lo hagas en las galerías más influyentes de la ciudad.

-Bueno, ya sabes que pinto con el alma. Todo sale de mi interior, de lo que siento y de lo que padezco, y ahora mismo la enfermedad es la que manda sobre mí.

-Lo sé, Laila. Bueno, a lo que voy, te va a llamar la directora de la galería. Le ha encantado tu obra y quiere que la expongas en su galería. Joder, es una oportunidad de oro, ¿No crees? Te vas a hacer famosa…

Laila comenzó a respirar con cierta rapidez. Estaba muy nerviosa. Por un lado, tenía razón su amiga y podría ser la oportunidad que estaba esperando para hacerse un hueco en el arte andaluz. Pero por otro lado, ¿Cómo iba a hacer para compaginar la exposición con la enfermedad? No sabía si iba a ser capaz de poder hacerlo, y ya no por las ganas que tenía de seguir adelante con la exposición, porque se moría por exponer, sino por lo duro que le iba a resultar estar al cien por cien cuando quizás un día no tuviera fuerza ni para levantarse de la cama.

-Isa…Yo…Te lo agradezco, pero…

-Eh, no uses esa palabra. En tu vocabulario no existe, nunca la usas para poner excusas.

-Sabes que no es una excusa. Me muero por exponer, es lo que siempre he deseado. Pero no sé si voy a ser capaz de estar al máximo con la exposición. Tengo una enfermedad que me limita mucho, Isa. Estos días atrás no sabes el esfuerzo que he tenido que hacer para levantarme de la cama, coger la bicicleta y venir al instituto para dar las clases. Vengo porque es lo que amo, y porque me debo a mis alumnos. Pero hay momentos que no tengo fuerza ni para levantarme. Es muy duro ésto que me está pasando…

-Lo sé Laila, lo sé. Por eso mismo, Ángela y yo vamos a estar a tu lado si al final decides exponer. Te ayudaremos con todo. Luego, puedes preguntarle a tu oncóloga si ella cree que lo puedes llevar para adelante. Y además…Vas a conocer a la heredera de la exposición Zurita, ¿Qué más puedes pedir? Esa mujer es una de las mujeres más deseadas de toda Sevilla. Inténtalo por lo menos.

-Isa…Esa mujer no se fijaría nunca en alguien como yo, además, enferma de cáncer, vamos hombre. Pero, joder, tienes razón, no soy de rendirme fácilmente ni de poner peros. Sí quiero hacerlo, quiero exponer, puedo intentarlo. Es lo que siempre he deseado, y si ahora se me da la oportunidad de hacerlo, creo que no debo rechazarla.

-Esa es la Laila que conozco. En cuanto a la hija de la directora, no digas tonterías, tú no te has visto al espejo. Si sigues soltera es porque eres una mujer muy especial y no te vale cualquiera, y porque estás emparejada con el arte…Estate atenta al teléfono porque me dijo que te llamaría hoy.

-Está bien…Entonces quedamos para ir al hospital está tarde, ¿no?

-Cuenta con ello.

Cuando Isabel iba a salir del despacho de su amiga, el móvil de ésta comenzó a sonar enérgicamente. Las dos mujeres se miraron esperanzadas. Podía ser la directora de la galería, y en efecto, era ella la que llamaba a Laila.

Laila estuvo hablando unos minutos por teléfono, hasta que colgó la llamada. Isabel no sé había movido del sitio. Quería saber qué le había dicho esa mujer a su amiga.

-¿Y bien, Laila?

-Ya lo has oído…Hemos quedado mañana por la tarde para concretar. Me ha dicho que le ha encantado mi obra y que tengo una sensibilidad única a la hora de pintar. ¿Será verdad?

-Sabes que sí lo es. A mí me encanta cómo pintas. Eres una artista de los pies a la cabeza. Enhorabuena Laila.

-Por cierto Isa, quería hablarte de algo que me está pasando con doña Pilar. Sabes…Ahora es ella la que me hace la comida. ¿Tanto se me nota que estoy enferma?

-¿Qué?¿En serio? Esa mujer es muy aguda, ya te lo dije. Los ancianos se dan cuenta de todo. Llevan mucho recorrido a sus espaldas y son muy despiertos, Laila. Físicamente el cuerpo te está cambiando, ya te lo he dicho, y cuando comiences con la quimioterapia sí al final te la aplican, espérate. Se lo vas a tener que decir. Sois amigas y me consta que os queréis mucho las dos.

-Lo sé, Isa. Sólo que prefiero alargarlo. No quiero que sufra por mi culpa. Era yo la que la estaba ayudando, y ahora es que no puedo…Pero no quiero que ella me dé de comer. A Pilar le cuesta llegar a fin de mes…

-Joder, si necesitas que te haga yo la comida, cuenta con ello, y también cuenta con que te acompañe a hablar con esa mujer. Bueno, te paso a buscar en coche, como el otro día.

Isabel salió del despacho, dejando sola a Laila. Ésta seguía sentada en su silla, pero dirigió su mirada al árbol que asomaba por su ventana. Podía ser capaz de pegarse media hora mirándolo fijamente. Desde que le habían diagnosticado la enfermedad, le daba importancia a cosas que para otros eran completamente insignificantes. Las personas vivían corriendo sus vidas, sin fijarse ni un ápice en todo lo que las rodeaban. Ni que estuvieran haciendo una maldita carrera. Luego pensó en lo afortunada que era al poder exponer en la galería Zurita. Pero se entristeció al pensar en la enfermedad, en que le iba a costar un mundo seguir dando clases y exponer estando enferma como estaba. Y lo que más triste le pareció, fue que gracias a la enfermedad se le habían abierto las puertas para poder exponer en una de las mejores galerías de Sevilla, porque seguramente de no haber cambiado la temática de su obra, no la hubieran llamado para exponerla.

Matices y colores (8° Historia)Where stories live. Discover now