Capítulo 78. Una noche mágica.

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Los dedos de Laila tomaron vida propia entre las piernas de la oncóloga. Cuando estaban ya rozando los genitales de Alana, ésta no pudo evitar morderse sensualmente el labio inferior.

Laila tocó los labios de Alana suavemente, acariciándolos en círculos. Le llamó la atención lo mojada que estaba la oncóloga. Era una delicia sentirla de esa manera. Cómo no, la mujer comenzó a soltar un gemido detrás de otro, aumentando la intensidad de éstos, y a Laila la excitó verla de esa forma, además de sentirla como la estaba sintiendo. Quería que lo que estaban haciendo entre sus sábanas, durara una eternidad.

-Joder…Laila…Tus dedos hacen magia - le dijo la oncóloga entre gemido y gemido.

-Espérate a que te penetren…

Laila sonrió como pudo, porque también estaba completamente concentrada en el próximo orgasmo que iba a experimentar en cuestión de segundos. Los cuerpos de las dos mujeres se complementaban a la perfección, ninguna de las dos tenía dudas de eso. Eran pura pasión y puro fuego, porque era juntarse uno con el otro, y ambos necesitaban comunicarse como mejor sabían hacerlo.

Cuando Laila introdujo dos dedos en el interior de Alana, ésta contrajo la vagina reteniéndolos a su antojo. No quería que la joven los sacara, porque para la oncóloga tener los dedos de esa artista dentro de ella, la hacían sentirse única.

La joven comenzó a mover los dedos como pudo, porque Alana seguía contrayendo las paredes vaginales. Quería jugar con los dedos de Laila y lo estaba consiguiendo con creces. Hasta que finalmente la profesora consiguió deslizar sus dedos mínimamente y la mujer no pudo controlarse más, dejándose llevar por una explosión de placer indescriptible.

A la oncóloga le costó unos segundos recuperarse, mientras Laila no había dejado de mirarla ni un sólo segundo.

-Alana…Sabes, yo también siento que te quiero.

-¿Ah, sí? Es maravilloso Laila, lo que acabas de hacerme sentir, y para colmo me dices que me quieres…Son muchas emociones vividas juntas en una sola noche. Y ahora dormir a tu lado…Mañana voy a necesitar todo el día para digerir lo que he vivido en tu casa.

-A mí me pasa igual, Alana. Si fuera por mí, no te irías nunca de aquí, que lo sepas.

-Bueno cariño, vivamos el momento. Veremos qué pasa mañana - en realidad Alana también deseaba fervientemente lo mismo que Laila pero sabía que al día siguiente su vida volvería a la pura y difícil realidad. Prefería no hacerse ilusiones, a pesar de haber vivido la mejor noche de toda su vida al lado de una mujer de bandera. La mujer que ella amaba con toda su alma.

-Alana, tienes razón. Sólo te quiero pedir que esta noche me abraces, por favor.

-No me pides nada, en realidad, porque ya pensaba hacerlo.

Las dos mujeres consiguieron relajarse tanto, que en cuestión de unos pocos minutos ambas se quedaron dormidas, no sin antes haber posado Alana su brazo sobre la cintura de Laila.

Matiz apareció de la nada y sin llegar a despertar a las dos mujeres, se recostó acurrucado a Laila.

Eran las seis de la mañana cuando Alana abrió los ojos. Su brazo seguía en el mismo sitio que donde lo dejó antes de quedarse dormida, y le costó creer todo lo que había vivido junto a Laila. Parecía un sueño estar en la casa de la joven, haberse dejado pintar por ella, intimar, y como colofón final, dormir juntas. La oncóloga sabía perfectamente que lo que había vivido en ese hogar y con esa mujer, no lo iba a olvidar nunca.

Alana no quería despertar a Laila, quería que descansara, pero antes de salir de la cama, aún estuvo unos minutos mirándola detenidamente. Si era preciosa despierta, dormida no se quedaba atrás. Si fuera por ella, no saldría de esa cama nunca y estaría siempre abrazada a la joven. Cuando por fin iba a salir de allí, cogió la sábana y cubrió el cuerpo de Laila con sumo cuidado. No quería despertarla ni que se pudiera resfriar. A esas horas de la mañana el tiempo era fresco y la joven tenía las ventanas abiertas. Laila debía cuidarse y evitar coger algún resfriado.

La mujer se estaba vistiendo rápidamente, cuando de repente sintió a Matiz acercarse a ella. Alana se arrodilló y el gato aprovechó a lamer la palma de la mano de la mujer cuando ésta fue a tocarlo. A ese gato la oncóloga sí le gustaba y eso a ella la hizo sonreír levemente.

Antes de salir de la vivienda, estuvo pensando en dejarle una nota a Laila o no, hasta que finalmente decidió hacerlo. No podía dejar de agradecerle a la joven la noche tan especial que habían compartido juntas. Su primera noche ni más ni menos. A la oncóloga le dolió en el alma pensar en que quizás podía ser la única noche que pasaran juntas, porque cuando salió de allí, la realidad la golpeó con fuerza y sin miramiento, y un sentimiento amargo se apoderó de ella en cuestión de segundos. La mujer debía pasarse por su casa para darse una ducha y de paso desayunar algo y cambiarse de ropa, y sabía que María la iba a estar esperando llena de ira. No había encendido todavía el móvil, ni pensaba hacerlo, porque sabía con lo que se iba a encontrar, y prefirió evitarlo. Era pensar en la abogada y su mundo se derrumbaba. Su cuerpo se tensaba irremediablemente y de sólo pensar en que iban a discutir cuando se vieran, le daban ganas de vomitar.

En el trayecto hacia su casa, Alana estuvo pensando en dejar por fin a María, quisiera la abogada o no, porque para ella era un infierno lo que estaba viviendo a su lado, y con Laila había descubierto la plena felicidad. Al lado de la profesora, no necesitaba absolutamente nada más para ser feliz. Lo podía tener todo con ella. Era la mujer más bella, inteligente, sensible y dulce que había conocido en su vida. Y aunque sabía que no debió haber pasado con la profesora lo que pasó en su casa, intentaría mantenerse alejada de ella por el hecho de seguir siendo su oncóloga. Como tenía pensado dejar a María, cuando por fin le diera el alta a Laila, esperaría un tiempo prudencial y luego la buscaría. Ese era el plan que iba a establecer Alana y que pensaba llevar a cabo. Pero lo que la oncóloga no sabía era que María no iba a dar su brazo a torcer y le iba a complicar su existencia si terminaba dejándola.

Matices y colores (8° Historia)Where stories live. Discover now