Capítulo 37. Un sueño húmedo, y la vuelta de María.

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Laura dejó a Laila en su casa y se marchó rápidamente de allí. La profesora le había roto el corazón en un abrir y cerrar de ojos. En ningún momento llegó a pensar que había otra mujer en la vida de Laila, y cuando le confirmó que le gustaba su doctora, se quebró. Nunca pensó que una paciente se pudiera enamorar de su doctora. Era algo inverosímil, o eso pensó ella en ese momento. Estaba enfadada por haberse hecho ilusiones como una tonta, cuando en realidad Laila en ningún momento le hizo creer que podría haber algo entre ellas. Fue ella la que vio lo que en realidad no era. Igualmente, le había cogido mucho cariño a Laila y no quería perderla. Además, la profesora iba a exponer su obra en unos días en su galería, y lo mejor por el bien de ambas, era ser todo lo profesionales que pudieran ser, porque las dos iban a obtener beneficios.

Cuando Alana llegó a su casa, ya de madrugada, cruzó los dedos para que María no estuviera. Entró en la casa y estaba todo a oscuras, no había señal de que María estuviera durmiendo en su cama, y cuando recorrió toda la casa y confirmó que no estaba, emitió una sonrisa triunfal. Debía de tomar una decisión cuanto antes, porque no era normal que prefiriera que su novia estuviera por ahí durmiendo con otra mujer, a estar con ella compartiendo su cama.

A la media hora de haber llegado a casa, Alana ya se encontraba totalmente relajada acostada en su cama. No dejaba de pensar en Laila, por lo que decidió coger su teléfono móvil y buscarla en el WhatsApp. En la foto que tenía la chica en su perfil, salía guapísima para su gusto. Se encontraba en el suelo pintando, salía de perfil, con un gorro puesto, con camiseta blanca y unos vaqueros. Llevaba una pulsera alrededor de su brazo izquierdo y también un par de tatuajes en los dos brazos. Le pareció la mujer más sexy y guapa del planeta. Sin frenos y a lo loco, se estaba enamorando de Laila a pasos agigantados. Y no es que le gustara su físico a rabiar, es que su interior aún le llamaba más la atención a la doctora. Era una chica con una personalidad arrolladora, y estaba más que segura que con ella sí sería muy feliz, porque podría ser ella misma, y además, Laila la valoraría y la apoyaría en todo lo que decidiera hacer para su propio bien.

De sólo pensar en volver a tenerla muy cerca de ella, rostro con rostro, aliento con aliento, y sus atrayentes ojos penetrándola como sólo ellos sabían hacer, comenzó a excitarse sin poder evitarlo. Pero esa noche, ese pensamiento iría más allá de lo que había llegado hasta ese instante. Comenzó a pensar en Laila sentada sobre ella, con la misma camiseta llena de pintura que llevaba el día que estuvo en su casa, y sin brasier debajo...Y Alana comenzó a gemir intensamente. Llevó su mano a sus partes íntimas, y deslizó su dedos por debajo de sus bragas de encaje. Cuando pensó en la profesora jugando con sus labios, acercando los de ella y retirándolos, para luego volver a rozar de nuevo labio con labio, comenzó a rozar con sus dedos sus labios genitales, y los gemidos se hicieron incontrolables. También se imaginó los pezones erectos de la joven marcándose por debajo de la camiseta, y esa imagen hizo que gozara de un placer indescriptible. A la mujer le sorprendió que con sólo pensar en los ojos verdes de Laila, tuviera finalmente un orgasmo de órdago. Lo que le hacía sentir esa chica era algo único. Y eso que no había pasado en realidad nada entre ellas, no quería ni podía llegar a imaginarse cómo sería compartir su cama con Laila.

Después de haber tocado el cielo gracias a pensar en la profesora de esa manera, pasó rápidamente al otro extremo en cuestión de segundos. Se echó a llorar sintiéndose culpable por haber tenido un orgasmo pensando en una mujer en la situación en la que se encontraba Laila. ¿Cómo había sido capaz de disfrutar con alguien que estaba viviendo quizás el momento más crítico de su vida? Y a eso se le sumaba que era ni más ni menos que su paciente. Alana se iba a volver loca si seguía así.

Al final, de tanto pensar en Laila, en lo que estaba bien y en lo que estaba mal, Alana terminó por desvelarse.

A la mañana siguiente, el brusco ruido de la puerta despertó a la oncóloga, haciendo que se sobresaltara. Tenía que ser María. La doctora suspiró y se incorporó de la cama. No tenía ganas de verla, pero estaba claro que tarde o temprano ella iba a regresar.

María fue directamente a la habitación donde se encontraba Alana, y se dirigió a ella nada más la vio.

-Hola, Alana...Buenos días.

-Buenos días. ¿Qué haces aquí?

-Soy tu pareja, tendré derecho a estar en tu casa.

-María, lo que no tienes derecho es hacer lo que te venga en gana, ahora te vas y ahora vienes, haces lo que quieres por ahí y luego regresas como si nada. Las cosas no son así. Lo siento. Yo ya me he cansado de todo ésto. Lo mejor será que te vayas definitivamente.

-¿Qué? ¿Vas a tirar por la borda tres años de relación?

-María, la relación ya no es como era al principio. Ya no sentimos lo mismo ninguna de las dos. Todo ha cambiado, la relación se ha deteriorado notablemente.

-Perdona, habla por ti. Yo te sigo queriendo, eres lo más importante de mi vida, Alana. No sé qué haría sin ti...

-María, no me has escuchado...Quiero dejarlo - la doctora no quería dejarse manipular por su pareja.

-Alana, me ha llamado un cliente porque se ha metido en un lío. Tengo que atenderle. Cuando acabe, te llamaré.

-No es necesario que me llames, María.

-Por favor, yo te quiero Alana, no puedes dejarme así por así - le dijo María acercándose a ella e intentando abrazarla. Pero Alana ya no estaba por la labor de que su pareja la tocara ni un pelo. De hecho le asqueaba que lo hiciera.

María le dio un beso en el cabello y se marchó, prometiéndole que la volvería a llamar para hablar, porque su relación no podía terminarse de esa manera. La abogada no lo iba a permitir, Alana era de ella y no era quien para dejarla así.

Matices y colores (8° Historia)Where stories live. Discover now