Capítulo 59. Laila, Matiz y Alana.

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Alana no podía quitar la mirada de Laila. A pesar de notarse los estragos de la enfermedad en su delgado cuerpo, para la oncóloga la profesora estaba preciosa. Pero no se esperaba que Laila la llamara Laura. Eso quería decir que la galerista acababa de estar con la profesora ahí mismo.

Laila se quedó de piedra cuando vio a Alana enfrente de ella. En ningún momento esperó que la oncóloga se pasara por su casa para verla. Lo había estado soñando desde que había llegado a casa desde el hospital, pero una cosa eran los sueños y otra muy distinta la pura realidad. Además, la mujer lucía espectacular. Llevaba una camiseta lisa de color blanco con unos jeans ajustados a sus moldeadas piernas y caderas, y llevaba unos tenis cómodos de calzado. Era la primera vez que la veía de plano, y tuvo que reconocer que le encantó verla así.

-Hola Laila…-Cuando saludó a la joven, Matiz enseguida salió a saludar a la oncóloga, y ésta, cuando lo vio, se agachó para cogerlo y mecerlo entre sus brazos.

-Buenas noches Alana. Perdona…Creí que eras Laura. Acaba de irse de casa y pensé que se había olvidado de algo.

-Ya veo. Bueno, vine solamente para ver cómo te encuentras - Alana sintió cierto hormigueo en su estómago, y no supo bien si era por lo que le producía el ver a la joven tan divina como siempre, o por saber que Laura se acababa de ir de casa de Laila.

-Estoy así asá, pero con ganas de hacer muchas cosas, de ponerme buena y poder llevarlas a cabo.

-Me parece estupendo que sigas como siempre, Laila, con ganas de comerte el mundo. Bueno…Si has tenido ya una visita, creo que necesitas descansar.

-¿Ya te vas? ¿No quieres pasar un momento?- le preguntó dudosa a la oncóloga. Tenía la sensación de que la mujer quería irse pronto, pero no entendía por qué tanta prisa por irse. Hasta que se le dio por pensar en Laura. ¿Le habría sentado mal el saber que la galerista la había visitado previamente?¿Sería que estaba celosa?

-Laila, debes estar cansada y con ganas de estar sola, imagino.

-¿Por qué no me permites decidir eso a mí? Sí estoy cansada, pero no me parece de recibo que alguien venga a verme y ni siquiera pase a mi casa - Laila comenzó a irritarse. Cruzó los brazos y esperó pacientemente a que Alana decidiera quedarse con ella o irse.

-Perdona Laila, tienes razón, lo siento por ser descortés. Si me permites, entraré aunque sea cinco minutos - Alana se dio cuenta que a Laila no le había gustado que le dijera que debía descansar y ella debía irse. Por lo que prefirió disculparse y hacer bien las cosas.

-Así está mejor, Alana. Además, a Matiz le gusta cuando vienes a casa, no con todas las visitas es tan cariñoso como lo es contigo. Pasa, por favor.

Alana no supo cómo interpretar las palabras de Laila sobre Matiz. Le encantaba el gato y tenía que reconocer que con ella era muy cariñoso. Estaba claro que ambos se gustaban.

Laila se apartó para que Alana pasara, y de nuevo, el perfume de la oncóloga volvió a embriagarla como siempre hacía cuando pasaba o estaba cerca de ella.

El estómago de Alana comenzó a sentir mariposas volando en su interior, y en ese momento sí supo distinguir el por qué de esa sensación tan molesta en su estómago. Ahora sí tenía mucho que ver la cercanía de Laila. Era tenerla a su lado y todo su cuerpo se tensaba irremediablemente.

Las dos mujeres se dirigieron al salón. Laila iba siguiendo a Alana absorta en las vistas que tenía delante de ella. No podía quitar los ojos de ese cuerpo tan llamativo.

-¿Quieres tomar algo, Alana?

-No tranquila, sólo vine para asegurarme de que estás bien - le dijo la oncóloga con Matiz en sus brazos. Laila estaba encantada de que el animal aceptara de esa manera a Alana, estaba claro que el gato tenía los mismos gustos que ella - Imagino que no has vuelto a pintar, ¿no?- la oncóloga se fijó en la caja de bombones y las flores que habían sobre la mesa y enseguida pensó que eran de Laura. Ella no había traído nada y se avergonzó al momento. En su relación con María era ésta la que solía traer detalles o regalos caros. Igualmente acababa de salir del trabajo y estaba todo cerrado a esas horas, y no se decidió hasta el último momento para ir a ver a Laila, porque dudaba de si a ésta le sentaría bien que la fuera a ver, y porque cuando llegara a casa María estaría enfadada por haber llegado tarde. Pero la verdad era que Alana necesitaba ver a Laila, y poder relajarse en el verde de sus ojos. 

-No, no he vuelto a pintar…Pero ganas no me faltan. La pintura es mi vida y haciendo lo que más me gusta soy feliz. Ven, siéntate conmigo en el sofá.

-Te entiendo perfectamente, Laila, cuando hacemos lo que nos gusta, nos sentimos plenas - dijo la oncóloga sentándose a unos pocos centímetros de Laila, y con Matiz todavía encima de ella.

-Sabes Alana…Estoy pensando, para cuando esté mejor, que me apetecería mucho hacer Body paint.

-Ummm…¿En qué consiste exactamente?

Laila miró pícaramente a los ojos a Alana, y ésta se removió inquieta en el sofá. La mirada de Laila era lo que más nerviosa la ponía.

-Alana, es una práctica en la que yo aplico pintura sobre el cuerpo de una persona. Podría hacerlo para alguna clase de dibujo, pero me apetece que sea para crear una figura, y mejor en casa, no en el instituto.

Alana le retiró la mirada nerviosa. ¿Acaso quería pintar su cuerpo? ¿Acaso Laila estaba loca?

-¿A dónde quieres llegar, Laila?- A Alana le costaba articular las palabras.

-Quiero llegar a que me gustaría pintar tu cuerpo - le dijo a bocajarro Laila a la oncóloga. La joven sabía que la mujer estaba muy nerviosa porque no fue capaz de mantenerle la mirada como solía hacer a veces. Laila fue más allá. Se acercó más a Alana, y llevó sin titubear su mano a la mano de la mujer. A la profesora le gustaba mucho alterar los nervios de su doctora, y en ese momento lo había conseguido con creces.

Matices y colores (8° Historia)Where stories live. Discover now