Capítulo 5. Digiriendo la noticia.

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Cuando Laila se quedó sola en su despacho, le vino a la cabeza de nuevo la conversación con su doctor. No podía pensar en otra cosa porque la había dejado trastocada. El nerviosismo que notó en la voz del hombre no le había pasado desapercibido Se quedó mirando fijamente el árbol que asomaba por la ventana de su despacho. Cómo había algún pájaro que se posaba en una de las escuálidas ramas. Qué imagen más bonita, pensó para sí misma. En general, la vida no la había tratado muy bien, pero ella aplicaba lo que había estudiado en la universidad, a su vida diaria. Había días que eran más oscuros que otros, pero por lo general todos sus días tenían mucho colorido, en su opinión. O así hacía ella por verlo todo. Por ejemplo, su madre había muerto cuando ella era muy niña de una enfermedad terminal. Ella no recordaba mucho sobre esa época. Sólo que lo pasó muy mal echándola de menos. Nadie se preocupó de ella cuando se quedó huérfana de madre. Su padre estaba más preocupado en que su empresa fuera a más y sólo tuviera ganancias. Por eso Laila se fue desvinculando del hombre y de lo que eso conllevaba. En su casa siempre entraba demasiado dinero, pero ella tenía muy claro que no quería beneficiarse en absoluto del dinero de su padre. No quería saber nada de él. Poco a poco y conforme iba creciendo, Laila se hizo así misma gracias al arte, descubriendo su verdadera vocación en él.

Mientras seguía absorta en sus pensamientos, alguien tocó a la puerta y entró sin que Laila le diera permiso.

-Hola guapísima, ¿Qué haces aquí sola? Estamos en septiembre y las clases acaban casi de empezar...No tienes exámenes que corregir ni nada por el estilo.

-Hola Isa. Aquí ando. He estado hablando hace un rato con una alumna.

-Ah, vale. Entonces tienes motivos para estar aquí. Pero, ¿estás bien? Te noto seria, para lo que eres tú de normal.

-Estoy bien, Isa. Por cierto, ¿esta tarde tienes planes?

-¿Me vas a invitar a salir? ¿Y por dónde podemos salir para encontrarnos con una tía y un tío buenorros para ti y para mí?

-Isa, sólo piensas en eso...No te lo pregunto para salir. Tengo que ir al hospital, y me preguntaba si podrías acompañarme.

-¿Tienes cita hoy por la tarde?

Laila miró fijamente a su amiga. Calibró cómo le iba a contar para qué tenía que ir al hospital. Isabel era una mujer muy alarmista y seguramente pondría el grito en el cielo cuando supiera el motivo real de tener que ir al hospital. Pero si quería que la acompañara, no debía andarse con rodeos.

-Isa, me ha llamado mi médico de cabecera y me ha pedido por favor que me pase por el hospital para hacerme una ecografía.

Isabel se quedó de piedra, tal y como esperaba Laila.

-¿Qué? Pero, ¿tú estás bien? Joder, me estás asustando.

-Tranquila, Isa, me haré la prueba y esperaré a los resultados.

-Tiene que ver con tu cansancio y el dolor abdominal del que me hablaste, ¿Verdad?

-Eso parece, Isa. Pero no quiero adelantar acontecimientos hasta que sepa algo seguro. Sólo te pido que me acompañes, si puedes, claro.

-Por supuesto, cuenta conmigo. Te pasaré a buscar en coche, ¿vale?- le dijo su amiga a Laila. A decir verdad, estaba más nerviosa y preocupada que la mismísima Laila.

-Gracias Isa.

Antes de salir del despacho de su amiga, se acercó a ella y la abrazó. Y mientras se abrazaban, Laila dejó la mente en blanco. No quería pensar más de la cuenta ni preocuparse antes de tiempo, por lo que le vendría bien trabajar y estar ocupada.

Cuando terminó en el instituto, y por fin consiguió subirse a su bicicleta, se acordó que había quedado con doña Pilar que le llevaría algo de fruta, por lo que se fue directamente a una frutería cercana a su casa. Después de hacer el recado, se pasó por casa de doña Pilar.

-Hola Pilar, aquí le traigo la fruta.

-Hola Laila. Muchas gracias. No sé cómo te voy a pagar todo lo que haces por mí...Por cierto, cocinas muy bien, me gustó mucho lo que comí.

-Me alegro mucho. ¿Fue bien con Mateo?

-Sí, pero sabes, él quiere que hagamos más cosas juntos, y yo...Pues no quiero. Es que con un café de vez en cuando, y verlo a menudo por la plaza del parque, tengo suficiente.

-Pilar, usted debe hacer lo que su cuerpo le pida. Si no quiere avanzar como él quiere, dígaselo.

-Eso haré. Bueno, me gustaría mucho que te quedarás conmigo, pero tendrás que descansar, ¿Verdad?

-Sí, hoy estoy más cansada que de normal. Me voy para mi casa. Si necesita algo, ya sabe -Laila se despidió de la mujer abrazándola, y se fue a su casa. Tenía ganas de ver a Matiz. El gato la conocía demasiado bien y seguramente se acercaría a ella nada más la viera. Además,Laila creía que los gatos absorbían la energía negativa de los hogares, y sabía que en ese instante era lo que ella desprendía.

En efecto, nada más entrar en el loft, Matiz salió de la cocina y se acercó a Laila efusivamente. Ésta lo cogió en sus brazos y lo besó, mientras cerraba los ojos y suspiraba. Era lo que necesitaba en ese momento, la compañía y el cariño de Matiz. Sólo él sabía cómo reconfortarla cuando no estaba al cien por cien.

Cuando dejó la mochila en su sitio, se sentó en el sofá con Matiz y ahí se quedó muy pensativa, acariciando al gato, hasta que recibió un mensaje de Isa diciéndole que ya estaba esperándola en el coche. Laila besó a Matiz y lo depositó suavemente en el sofá para poder marcharse, pero el gato pareció como si se oliera algo de lo que le pasaba a Laila, y se fue detrás de ella. No quería separarse de la mujer. Ésta lo volvió a besar y le explicó que debía irse pero que pronto volvería. Laila salió de su casa con el pecho encogido, sin saber bien por qué.

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Por fin, en el próximo capítulo el primer encuentro entre las protagonistas.

Matices y colores (8° Historia)Where stories live. Discover now