Capítulo 84. Alana...Y Laura.

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-Hola Laila, buenos días…

-Hola doctora - a Alana no le gustó el tono que usó la profesora para dirigirse a ella, además de no llamarla por su nombre, porque justo en ese momento se encontraban a solas, y no entendió por qué se dirigió a ella con ese formalismo, denotando cierta molestia hacia la joven.

-Laila…Vine para explicarte un poco el tema de la quimioterapia - Alana no sabía ni qué excusa darle a la joven, porque en realidad sólo quería verla y poder hablar tranquilamente con ella sobre todo lo que había pasado entre ellas.

-Ya está el personal que me va a aplicar el tratamiento, no es necesario que mi oncóloga venga hasta aquí para eso, ¿no cree?

-Sabes que no sólo he venido para eso…Y no te dirijas a mí como tu oncóloga, por favor -Alana no sabía cómo reconducir la situación. Sabía que había metido la pata hasta el fondo con Laila, pero también sabía que lo había hecho para mantener a María lejos de la profesora, sabiendo que era capaz de cualquier cosa. La abogada podría hundir a las dos mujeres en la miseria si ella quisiera, y a Laila no quería que la perjudicara de ninguna de las maneras, y menos sabiendo que en unos días iba a exponer su preciada obra.

-Bueno, si no le importa, tengo ahora mismo una cita, y creo que no es el momento de hablar de otros temas que no estén relacionados con mi enfermedad. Lo estoy pasando francamente mal y no tengo ni tiempo ni ganas de tener otras preocupaciones que no tengan que ver con el maldito cáncer.

-Perdona…Tienes razón. Lo siento. Sólo que…Me gustaría poder tomarme un café contigo y así poder hablar de todo lo que ha pasado.

Laila miró a los ojos a Alana, fulminándola con su intensa e increíble mirada.

-Doctora, creo que usted y yo no tenemos nada de qué hablar, salvo si sólo es acerca de mi enfermedad y de su trabajo como oncóloga, que entonces hablaremos lo que sea necesario.

-Laila, ¿Has venido sola?- le preguntó Alana insistiendo en querer hablar con ella.

-Sí, vine sola. Bueno, si me disculpa me va a hacer llegar tarde. Adiós.

Alana se apartó para poder dejar pasar a la joven, y mientras Laila se quedó con el perfume de la oncóloga en su memoria, ésta hizo lo mismo pero con el olor corporal de la profesora, puesto que no podía echarse ningún tipo de perfume ni de colonia sobre su cuerpo enfermo.

A Laila le daban ganas de llorar. No podía creerse el haber visto allí a Alana. Luego fue incapaz de controlar el enfado que se había apoderado de ella cuando vio a la oncóloga. Estaba muy dolida con ella y así se lo hizo saber.

Intentó controlar el llanto como pudo, y más cuando una enfermera se acercó a ella para atenderla. Ésta se fijó en que la paciente estaba algo traspuesta, pero enseguida pensó que sería a causa de los nervios que llevaría encima por tener que aplicarse su primer ciclo de quimioterapia, por lo que intentó tranquilizarla como pudo. Ya estaba más que acostumbrada a hacerlo. La enfermera le explicó con mucho tacto en qué iba a consistir el tratamiento y Laila asintió como pudo. Intentó dejar la mente en blanco porque si pensaba en lo que le esperaba, o en la doctora, acabaría por derrumbarse. Se encontraba muy vulnerable en ese preciso instante y no quería hacer partícipe de su estado anímico a nadie.

Alana se quedó muy mal después de cómo la había tratado la profesora. En realidad se esperaba que Laila se comportara de esa manera, pero aún esperándolo, no pudo evitar sentirse así. Esperaría a que la joven terminara en el hospital de día para intentar ser ella la que la llevara a casa en su coche. En ese momento le importó bien poco que María las pudiera ver o la estuviera siguiendo a ella. Debía aclarar con Laila el por qué había actuado así después de la increíble y especial noche que habían pasado juntas.

Mientras Alana esperaba sentada en una salita a que saliera la profesora, vio aparecer a Laura, y su cuerpo se enderezó inesperadamente. ¿Qué hacía la galerista allí? Laila le había dicho que había ido sola, pero no le dijo que la iban a ir a buscar. El ver en el hospital a esa mujer la dejó KO. El tiempo que llevaba sin ver a Laila, no sabía cómo estaban las cosas entre la profesora y la galerista, y muy a su pesar, la mujer la vio sentada, por lo que se acercó a saludarla.

-Hola, ¿Qué tal? ¿Estás esperando a Laila? Intenté llegar antes, pero el parking del hospital está lleno, me ha costado aparcar. Imagino que ya la están atendiendo. Sólo quería saludarla y ver cómo le había ido su primera quimio.

-Hola Laura, buenos días. Sí, ella está ya por salir. Si tú has venido a verla, entonces yo me marcho. Tengo que hacer cosas - Alana sabía, después de cómo la había tratado Laila, que ésta se iría con Laura y no con ella, por lo que decidió ser ella la que se marchara antes.

-Está bien. Yo la esperaré - Laura se acercó a Alana para despedirse de ella dándole un beso en cada mejilla, y la oncóloga no pudo evitar sentirse celosa por la aparición de esa bella y enigmática mujer. Cuando ya se despidió, se marchó cabizbaja hacia su coche. Se había quedado con las ganas de poder hablar con Laila y aclararle el por qué había decidido no llamarla en todo ese tiempo que habían estado sin saber una de la otra. Igualmente la profesora se había cerrado en banda y no quería saber nada de ella, por lo que sólo quedaba respetar a Laila y dejarla tranquila. Y para colmo, había aparecido Laura con unas intenciones hacia la joven que ella desconocía totalmente. No sabía si sólo unía a las dos mujeres una posible amistad, o quizás había nacido entre ellas algo más fuerte, y de sólo pensar en esta opción, Alana se vino abajo. Eso le pasaba por no hacer las cosas bien. Y cuando se subió al coche, antes de ponerlo en marcha, no pudo evitar echarse a llorar pensando que estaba perdiendo a la mujer que ella amaba por su culpa.

Matices y colores (8° Historia)Where stories live. Discover now