Capítulo 8. Diferentes sentimientos.

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Cuando por fin Alana se quedó sola en su consulta, respiró hondo y se pasó las manos por el rostro con cuidado, ya que no quería alterar demasiado el maquillaje que llevaba puesto. Necesitaba relajarse. Pero le costó conseguirlo. Era un manojo de nervios en ese momento. A la doctora se le dió por buscar el nombre de Laila en la base de datos, y enseguida aparecieron sus datos médicos. Tenía veintiséis años, ponía su fecha de nacimiento y salía también su dirección. Era una mujer sana quitando lo que tenía en ese momento. A decir verdad, Alana sintió que esa mujer tan joven, bella y jovial tuviera un maldito cáncer. Siempre había puesto un muro entre sus pacientes y ella, pero se olía que con Laila ese muro se iba a resquebrajar por completo. El dolor ajeno de la joven, le había penetrado en su propio corazón, y por primera vez en su vida, sintió cierto desasosiego por el dolor que mostró Laila en su consulta cuando le dió la mala noticia. La joven había conseguido que Alana se pusiera a la altura de cualquier mortal. Y sólo con una visita. El ser ella la doctora de Laila le iba a suponer más de un problema en su vida personal, y ella lo sabía. 

Luego Alana buscó a Laila en Google por su nombre completo y encontró bastante información de la joven. Era profesora de arte en un instituto y además exponía en la ciudad de vez en cuando sus cuadros, todos de carácter social. A la doctora le llamó mucho la atención cómo serían esos cuadros de interesantes, y cómo era capaz Laila de plasmar con la pintura todo lo relacionado con el malestar social. Esa mujer era una caja de sorpresas, y como iba a ser su paciente, terminaría por conocerla más a fondo.

Laila salió de la consulta con el alma destrozada. Tenía que digerir todo lo que la doctora Del Olmo le había soltado a bocajarro. De repente le costó respirar, e Isabel se dio cuenta de lo que le estaba pasando a su amiga, por lo que decidió sacarla rápidamente del hospital y se dirigió con ella a un banco que hubiera libre para poder sentarse las dos. 

Laila seguía en shock. Le costaba mostrar cualquier tipo de emoción. Estaba bloqueada completamente.  Isabel intentó hablar con ella, hasta que por fin consiguió llamar la atención de su amiga. 

-Laila…Cariño, la doctora te ha dicho que seguramente lo han cogido a tiempo y se iban a poner en marcha rápidamente. Eso es muy bueno para ti. 

-Isa…Esa mujer no tiene corazón. Yo no le importo, ni ninguna otra paciente suya. Lo único que le importa es salvar vidas, pero no le importamos como personas, y le da exactamente igual si nos destroza la vida con las noticias que da en su consulta. Joder, no entiendo por qué se hizo oncóloga.

-Laila, igual por eso mismo. Al ser oncóloga, tiene que poner cierto espacio entre los pacientes y ella, sino no podría ejercer su profesión. Si se lleva los problemas de cada paciente a su casa, imagínate. Para ella tiene que ser durísimo y tiene que estar preparada para todo lo que se le puede venir. 

-Joder…Me cuesta digerir que tengo cáncer,pero ¿por qué yo? Quiero hacer muchas cosas antes de morirme, sólo tengo veintiséis años, es que no me lo creo - consiguió decir Laila sollozando. 

-Cariño, no vas a estar sola en ésto. Te vamos a apoyar todos los que te queremos. Y vamos a pasarlo juntas. No estás sola. 

-Gracias Isa, creo que os voy a necesitar. Sola no voy a poder con todo. 

-Laila, no olvides que la vida tiene muchos colores, o eso decías antes de saber ésto. 

-Lo sé. Ahora mismo lo veo todo de color negro, pero creo que es normal que lo vea así. Me acaban de dar una noticia devastadora y necesito entender por qué me ha pasado esto a mí. Es muy fuerte…Isa…

Isabel abrazó a su amiga, y cuando Laila sintió sus brazos alrededor de su cuerpo, por fin se echó a llorar con desesperación.  

Las dos mujeres estuvieron un tiempo prudencial sentadas en el banco del hospital, hasta que Laila decidió que debía regresar a su casa. Se les había hecho ya tarde. Isabel la acercó a su casa, y mientras realizaban el trayecto, Laila no pudo evitar dejar su mirada perdida en todo lo que iba pasando en la calle. La mujer estaba completamente ausente. Antes de que Laila se bajara del coche, Isabel la volvió a abrazar. 

-Te quiero mucho, Laila. Sabes, eres una mujer de la que todos deberíamos aprender un montón de cosas. Tu energía y positivismo se lo pegas a todo el mundo. Además, tus alumnos te aman, me consta. Eres una mujer de luz, y no pasas desapercibida.

-Gracias por tus palabras, Isa. Sólo espero que ser como soy me traiga cosas buenas. Y si ahora tengo esta enfermedad, tengo que superarla sí o sí. No me quiero morir sin haber expuesto en Nueva York - le dijo a su amiga con una amarga sonrisa. 

-Conociéndote, sé que lo conseguirás, ya lo verás. Y por cierto, cuando te he dicho que no pasas desapercibida…No sé si me lo ha parecido a mí, pero creo que le has llamado la atención a la doctora que te ha atendido. Creo que es lesbiana, y te lo digo por la forma que te miraba. 

-¿Qué? Anda, Isa, no digas tonterías. Esa mujer y yo no tenemos absolutamente nada que ver.

-Todo lo que quieras, pero a esa mujer sí le has llamado la atención. O quizás son tus ojos felinos…Porque hay que reconocer que llaman la atención. 

-Que no, que no le he gustado. Esa mujer es una estirada. Sabes, en la cafetería pasó algo entre ella y yo, y en su consulta me miraría sorprendida por ser yo su paciente. Yo también me sorprendí cuando vi que ella era la doctora que me iba a atender.

-¿Y qué es lo que pasó en la cafetería?

-Pasó que al estar tan concurrida, alguien la debió de empujar y a su vez ella me empujó a mí cayendo casi encima mía. Y no te la pierdas, aún me dijo que tuviera cuidado la próxima vez, increíble. Y si después de eso, en la consulta no se ha disculpado conmigo, es porque esa mujer es como es. 

-Joder, sí que es estúpida la tía. No te llega ni a la suela de los zapatos, Laila. Eso sí, guapa es un rato, las cosas como son.

Laila suspiró, su amiga tenía razón, La oncóloga sí tenía cierta belleza que a ella la atraía de alguna manera. Sería su aspecto serio y poco accesible quizás lo que más le llamaba la atención, pero más le llamó la atención que ella tuviera que pasar por una enfermedad de esa índole y esa maleducada mujer fuera a ser su oncóloga.

Matices y colores (8° Historia)Where stories live. Discover now