Capítulo 29. Sola en casa, y Pilar haciendo de las suyas.

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Cuando Alana llegó a su casa, su cuerpo se tensó al meter la llave en la cerradura. Le iba a caer una buena por parte de María, pero estaba dispuesta a decirle que lo suyo no iba a ninguna parte. Al final no le quedó otra que darle la razón a su amiga, con María no era feliz y esa relación no iba a ninguna parte. Tarde o temprano debería tomar cartas en el asunto y ser ella la que decidiera por su futuro próximo. Lo que no sabía la oncóloga, que a modo de castigo, María iba a desaparecer de su vida por unos días.

Alana entró en casa y no le llamó la atención que estuvieran todas las luces apagadas. María había debido de salir, por lo que la mujer suspiró y se relajó inconscientemente. El saber que María podía estar esperándola, la hacía estar en alerta, y era una sensación que desagradaba considerablemente a Alana.

Se preparó algo rápido para cenar y luego se fue a la cama. A la mañana siguiente debía madrugar. Aunque con todo lo que había pasado con Laila en su casa, estaba segura que no iba a poder pegar ojo en toda la noche.

Cuando pasó sus brazos por la cintura de la profesora, y sintió su delicado cuerpo adaptarse al suyo con mimo, su piel se erizó sin que la otra mujer se percatara de ello. Y terminó por relajarse cuando Laila rozó con el rostro la piel de su cuello. Había sido una sensación difícil de describir. En ese momento comenzó a imaginarse los labios de la profesora rozar los suyos lentamente, mientras con sus ojos verdes penetraba en su propia mirada, lo que hizo que de nuevo volviera a excitarse como pasó cuando Laila se apretó todo lo que pudo a ella. Alana estaba experimentando una sensación que la estaba llevando a un placer absoluto, y eso que sólo se estaba imaginando a Laila besándola. Además, no le pasó desapercibido cuando ésta apretó sus pechos contra los de ella. Esa mujer era capaz de hacerla tocar el cielo con unos simples roces, cuerpo con cuerpo, y mente con mente. Era una unión que sólo había conseguido compartir con Laila. María no era capaz de estimularla ni una cuarta parte de lo que lo había hecho la profesora en unos minutos estando abrazadas. Y entonces, ¿cómo sería intimar con Laila? Seguramente una vez que la probara, se le quitarían las ganas de intimar con cualquier otra mujer en toda su vida. Sabía que si eso llegaba a pesar algún día, cada poro de la piel de Laila se le quedaría grabado en todo su ser.

De tanto pensar en Laila y en lo que ésta le provocaba, no le quedó otra que masturbarse, y cuando tuvo su esperado e increíble orgasmo, se echó a llorar, pero no por haberse arrepentido de hacer lo que acababa de hacer, sino porque daría lo que fuera porque esa noche Laila durmiera con ella, abrazadas y con las piernas de ambas entrelazadas.

A la mañana siguiente, Laila se despertó con la oncóloga en su cabeza. Había dormido mal despertándose varias veces a lo largo de la noche. Por suerte cuando sentía a Matiz dormido a su lado, volvía a cerrar los ojos y se dormía.

Matiz se dispuso a lamerle el rostro a Laila. Sabía perfectamente cuando la mujer lo necesitaba, y él siempre estaba mimoso con ella.

Después de unos minutos desperezándose, Laila fue directamente a la ducha. Como llevaba haciendo los últimos días, había decidido no mirarse al espejo porque sabía que si lo hacía sus ánimos iban a caer en picado, y ella hacía todo lo posible por levantarse cada mañana con una preciosa sonrisa de las suyas.

Cuando se estaba preparando el café, escuchó el timbre sonar. Debía ser la señora Pilar. Y cuando abrió, en efecto era la mujer.

-Hola cariño, te traigo la comida de hoy. Es que trabajas mucho y tienes que estar muy cansada. Por cierto…¿Qué tal con la doctora de tu amiga?¿Se fue pronto?

-Hola Pilar, me estás mimando demasiado, y tengo que ser yo la que lo haga por ti, no al revés…

-Bueno, eso ya lo hemos hablado. Y vamos a dejarlo en que nos ayudamos mutuamente.

-Está bien…Vamos a dejarlo así. Por cierto, la semana que viene me voy a ir unos días de vacaciones, pero todavía no sé a dónde, así que descansarás en la cocina, aunque si te parece, te dejaré las llaves para que puedas darle de comer a Matiz - le dijo la joven mintiéndole, porque tenía la operación y aún no estaba preparada para decirle que iba a pasar unos días en el hospital.

-Ah, vaya…Bueno, si tú te lo vas a pasar bien, entonces me parece estupendo que te tomes unos días de vacaciones, Laila. En realidad lo necesitas. Y gracias por confiar en mí para cuidar de Matiz, lo haré encantada.

-Gracias, Pilar. Y en cuanto a la doctora, sí, se fue pronto. Me pidió que le enseñara mi obra y creo que le gustó.

-¿Y sólo le gustó la obra, Laila? - le preguntó la anciana burlonamente.

-¿Qué quiere decir con eso, Pilar?- desde luego que a la anciana no se le escapaba ni una, la doctora tenía razón cuando le dijo que la mujer les había hecho una encerrona a las dos.

-Laila, a la doctora de tu amiga, le gustas. Y bueno, creo que es recíproco, ¿verdad?

-¿Y usted cómo es tan aguda, Pilar?

-Jovencita, tú sabes que el diablo sabe más por viejo que por diablo, ¿verdad? Estamos hablando de amor, de algo universal y que se habla en todos los idiomas de la misma manera, y cuando yo era pequeña ya existía, que porque sea muy mayor, sé de qué va todo. Y entre esa mujer y tú, hay algo que a los ojos ajenos se ve clarísimo. Hay una tensión/atracción entre vosotras que debéis resolver, Laila. Desde que te conozco, no has traído nunca a una mujer a casa, y si has sido capaz de enseñarle tu magnífica obra a esa doctora, y le has permitido acceder a tu espacio personal, es porque esa mujer es especial para ti. Te conozco muy bien, y en tu casa sólo entran personas que tú amas y quieres. Ni tu padre ha venido.

Laila se quedó pensando en las palabras de doña Pilar, y como esa mujer sabía tanto de la vida y del amor, decidió invitarla a un café mientras se desahogaba con ella.

Matices y colores (8° Historia)Место, где живут истории. Откройте их для себя