Capítulo 49. Muy juntas...

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-Laila, yo te acompañaré. Vamos…- a la profesora no le quedó otra que dejarse acompañar por esa mujer testaruda. No estaba para discutir con ella, y menos delante de Pilar. Ésta estaba triste de ver a Laila en esas condiciones, con toda la vida que esa joven llevaba dentro de su cuerpo y lo alegre que era de normal… En ese momento la miró y le costó ver en ese frágil y delgado cuerpo a la Laila de siempre, a su Laila.

La doctora la ayudó a salir de la cama muy despacio. Y esperó unos segundos para comprobar que la joven no se mareaba. Cuando lo comprobó, pasó su brazo por la cintura esquelética de la chica y la ayudó a levantarse.

-Laila…Si quieres pasa tu brazo por mi cintura, quizás te sientas más estable. ¿Vamos?

A Laila le iba a dar algo…Acababa de vomitar delante de la mujer que le gustaba, y para colmo ésta se había ofrecido a llevarla al servicio, y cogiéndola de su delgado cuerpo. Luego, como siempre, el perfume de la oncóloga la envolvió en un mundo mágico, alternativo a esa maldita y fría habitación de hospital. Sólo quería morirse, por lo que acababa de hacer ella, y por cómo olía de bien la mujer que la llevaba loca. Se sintió muy avergonzada, y sólo tenía ganas de llorar.

Pero la doctora, a pesar de dolerle en el alma ver así a Laila, se sintió muy orgullosa de ser ella la que la llevara al servicio. Para Alana, el hecho de poder ayudar a la profesora y el que ésta se apoyara en ella para los malos momentos de su enfermedad, le hacía sentirse útil y feliz. Además, se sentía tan bien tocar la cintura de esa dulce mujer…

-Laila…¿Estás bien?

-Sí, perdone…Sólo que…Me da vergüenza que usted me tenga que acompañar, podría haber llamado a la enfermera.

-Vaya, ¿Y con la enfermera no te da vergüenza? Yo soy igual que ella. Además, seguro que con ella no tienes la confianza que tienes ya conmigo…Yo lo hago encantada, Laila. Para mí no es ningún esfuerzo estar aquí contigo, de verdad, así que no te preocupes.

-Se lo agradezco mucho…-Laila tuvo que hacer acopio de su autocontrol para no echarse a llorar. En ese momento no podía sentirse más vulnerable.

-No lo agradezcas…- si Laila supiera lo feliz que le hacía el poder estar tan cerca de ella…

Mientras la doctora acompañaba a Laila al servicio, doña Pilar se fijó en cómo la mujer pasó su brazo por la cintura de Laila, y se dio cuenta del amor que la médica le tenía a la joven por cómo la cogió, con sumo cuidado y muy despacio, para no hacerle el más mínimo daño a su Laila. Además, se aferró a ella pegando su cuerpo al de ésta de tal manera que las dos mujeres parecían una. Y doña Pilar sólo pudo sonreír. Si Laila no lo sabía, la doctora acabaría jugando un papel importante en la vida de la profesora, no le cabía la menor duda a la anciana y eso le hacía inmensamente feliz, porque cuando ella faltara, quería que su Laila compartiera su vida con una mujer igual de maravillosa que ella, y doña Pilar sabía que la joven ya había encontrado a esa mujer.

Estando las dos mujeres en el servicio, para que Laila pudiera lavarse el rostro, la doctora le cogió toda la espesa melena suavemente y se la mantuvo agarrada mientras la joven se aclaraba. Luego, a Laila aún le dio tiempo de mirarse en el espejo durante unos segundos, y lo que vio reflejado en éste, la asustó. Su rostro estaba demacrado y sus acentuadas ojeras la dejaron casi sin habla. La doctora se dio cuenta de la decepción que se había llevado Laila al verse en el espejo después de varios días sin hacerlo, y quiso quitar hierro al asunto.

-Laila…Estás preciosa…

Laila miró hacia el espejo y se quedó observando fijamente a la mujer a los ojos.

-Está usted bromeando…O quizás se esté compadeciendo de mí, de verme como me ve ahora…

-No Laila, para nada. No me compadezco de ti en absoluto. Es verdad que estás preciosa, con ojeras o sin ellas. Yo en realidad ni te las noto. Lo que veo en este espejo es a una mujer increíble y maravillosa.

-Doctora…Mírese, y míreme a mí. Lo que no entiendo por qué usted está ayudando a una mujer como yo - Le dijo Laila con un tono alterado. Se estaba poniendo de mal humor, porque seguía sin entender por qué esa mujer tan perfecta se rebajaba de esa manera y quería ayudarla. ¿Con todos los pacientes hacía lo mismo?

A Alana ese tono de voz de Laila la dejó descolocada. Se le notaba irritada y quizás lo estaba pagando con quién no debía. Además, no era el momento de decirle a Laila el por qué era así con ella. No podía decirle todo lo que sentía y lo maravillosa que era Laila en todos los sentidos. Tenía razón Pilar, la profesora era una mujer de un valor incalculable.

Cuando la doctora iba a contestarle, apareció una enfermera en el servicio y la oncóloga suspiró. Era mejor dejar a Laila tranquila, y si ya estaba la enfermera para ayudarla, ella se podía ir de allí.

-Hola doctora Del Olmo, ¿Qué hace usted aquí? Ya me quedo yo con Laila para llevarla a la cama, tranquila.

-Está bien, entonces me iré. Laila, seguimos en contacto. Si mañana no te veo, cuando te den el alta, que te vaya todo bien. Cuídate.

-Gracias doctora - contestó la joven con unas ganas inmensas de echarse a llorar. El dolor que sentía en su cuerpo, el haber vomitado delante de la doctora y que ésta aún con todo quisiera ayudarla, la hizo irritarse pensando que se estaba compadeciendo de ella. Y Laila lo que menos quería era dar pena. Pero tal cual la oncóloga se dio la vuelta y se fue con un semblante muy serio, Laila se había dado cuenta que había metido la pata con la mujer, enfadándose y pagándolo con ella. Además, cabía la posibilidad de que al día siguiente ya no la viera, y todo por haberse enfadado con ella, porque si había ido todos los días a verla desde que estaba ingresada en el hospital, al día siguiente también debería de ir. Laila se enfadó consigo misma por haberse dejado llevar por la rabia del momento. Sabía que debía disculparse con ella, lo que ya no sabía cuándo podría hacerlo, aunque se muriera de ganas por hacerlo. Ella nunca había tratado de esa forma a nadie, y pensándolo más fríamente, no entendía cómo había sido capaz de hablarle así a la doctora.

Matices y colores (8° Historia)Where stories live. Discover now