Capítulo 28. El consejo de Raquel.

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Alana salió rápidamente de su coche y tocó la puerta de la casa de su amiga. Salió el marido de ésta a abrir, y cuando vio a Alana en esas condiciones, el hombre se asustó. 

-Alana, ¿estás bien?

-Hola Gustavo…Sí, perdona, sólo necesito hablar con Raquel.

Justo la dermatóloga apareció por detrás de su marido.

-Gustavo, cariño, yo me encargo, tú lleva a los niños a dormir, por favor.

El hombre hizo caso a su mujer, se despidió de Alana y se marchó a atender a sus hijos. 

-¡Alana! ¿Qué ha pasado?¿Te ha hecho algo María?- le preguntó su amiga asustada por haberla visto en esas condiciones. 

-Raquel…La he cagado…

-¿Cómo que la has cagado?

-Con Laila…

-¿Qué ha pasado, Alana?¿Por qué dices eso? Me estás asustando.

-He estado en su casa. Verás, pasé por su casa porque tuve la necesidad de sentirla cerca, no sé si me entiendes…Bueno, total que a lo que arranqué el coche, estuve a punto de atropellar a una anciana, y resulta que esa mujer era la vecina de Laila. Me ofrecí a ayudarla pero me dijo que llamara a su nieta, puesto que ella vivía ahí mismo. Y cuando vi aparecer a Laila…Te juro que casi me da algo. Iba con una camiseta vieja de tirantes y llevaba todo el cuerpo de pintura…Estaba, preciosa. 

-Joder Alana…Vas a acabar con mi cordura. ¿Y qué pasó después?

-Qué me ofrecí para acompañar a la mujer hasta su casa. Laila dijo que no era necesario pero la mujer le dijo que al ser yo médica sí lo veía necesario. Esa mujer nos hizo una encerrona, porque cuando nos íbamos a meter las tres en su casa, va y nos dice que se encuentra más tranquila y que no era necesario que entraramos con ella. Laila le mintió, le dijo que yo era la doctora de una amiga suya, pero para mí que esa mujer sabe más de la cuenta, porque quería que Laila y yo nos quedáramos a solas. 

-Vaya, habrá visto lo que hay entre vosotras y habrá querido ayudar a Laila. Pero claro, si dices que iba sólo con una mísera camiseta…No me extraña que te hayas quedado embobada mirándola, y la mujer se haya dado cuenta de todo, Alana. 

-Sí, eso debió de pasar, porque es verdad que me costaba mucho no mirar a Laila. Tiene unas piernas espectaculares, Raquel. Esa mujer sí es una obra de arte, tanto o más que lo que ella pinta. Sabes, estando las dos en el rellano, le pedí que si me podía enseñar su obra, y ella accedió a mostrármela.

-Wow, ¿Y cómo es lo que pinta?

-Espectacular, como ella misma. Estoy segura que como artista va a llegar lejos, Raquel. Ha mostrado por medio de sus cuadros lo que ella está sintiendo con su enfermedad. Es impresionante la capacidad que tiene para expresar con sus dedos todo lo que hay en su interior. 

-Vamos…Que esa mujer te tiene loca perdida, Alana. ¿Tiene algo malo o hay algo de ella que no te guste?

-Ella es perfecta, Raquel. Se echó a llorar cuando le pregunté por qué le había mentido a esa señora. Me dijo que no quería hacerla sufrir porque ella la necesitaba. Total que la abracé porque me dolió verla llorar de esa manera. 

-¿Qué? Joder, ahora sé porqué la cagaste…Ella te besó y tú saliste corriendo, ¿no?

-Sí…Bueno, no. Ella intentó besarme, y cuando sentí sus labios rozando los míos, me asusté, Raquel. Y sí, salí corriendo. Además le puse de excusa que tenía pareja. 

-¿Y qué sentiste cuando la abrazaste?

-Joder, nunca pensé que un simple abrazo pudiera hacerme sentir tantísimo. No sé qué me pasa con ella, es mi paciente Raquel, y no puedo infringir las normas. Tengo que respetarlas. Además, tengo pareja…

-Lo de tener pareja lo puedes arreglar rápidamente. No me compares a esa Laila con María. Tienes que dejarla, Alana, no te conviene en absoluto. Esa mujer, aunque sea una abogada reconocida, no está a tu altura. Te mereces a alguien que te lo dé todo, que te respete, que piense en ti y en tu felicidad, y por lo que dices de Laila, estoy segura que ella sí puede darte todo eso y más. Y para colmo es guapa y está buena, según tus palabras.

-Raquel, ojalá fuera todo tan sencillo. 

-Alana…Nadie se va a enterar. Vale que no podemos liarnos con nuestros pacientes, pero lo tuyo con Laila no creo que sea sólo atracción física o un simple polvo. A ti te veo bien cogida, a pesar de estar con María. Vamos, sé sincera contigo misma. Laila es la mujer que llevas treinta y seis años esperando, y por fin la has encontrado.

-Raquel te agradezco tu consejo, pero no quiero cagarla con ella. No sé en realidad lo que siente por mí.

-Joder, te ha intentado besar y tú la has rechazado, y encima le sueltas que tienes pareja. La has cagado pero bien, tienes toda la razón. Ya te espabilarás cuando ella conozca a otra mujer y no quiera saber nada de ti. ¿Te imaginas que pasa eso?

Alana no se había imaginado ese escenario. Si en algún momento veía a Laila con otra mujer, sí le dolería en el alma no ser ella la que estuviera a su lado, pero quería seguir manteniendo la relación médico- paciente que tenían hasta ese momento. Quizás cuando consiguiera curarla y ya no fuera su paciente, podría intentar algo con ella, pero quizás si algún día llegaba ese momento, ya sería tarde para ella porque Laila podría estar con otra mujer. 

-Bueno, Alana, yo te apoyaré hagas lo que hagas. Y si tienes que llorar, ya sabes dónde estoy también, eso sí, por favor, presentame a esa Laila que la quiero conocer. 

-Quién sabe, igual algún día la conoces. Gracias por animarme. Me voy a ir a casa, que María habrá puesto el grito en el cielo cuando haya visto que he apagado el teléfono. 

-Mándala a la mierda. Eso es lo que tienes que hacer. 

Las dos mujeres se abrazaron durante unos segundos y finalmente Alana se subió a su coche y se marchó. Esa noche no estaba por la labor de aguantar a María y sólo esperaba que ésta la dejara tranquila. 

Matices y colores (8° Historia)Where stories live. Discover now