Capítulo 17. Después de la consulta.

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Ya en el coche, Isabel no perdió el tiempo y se dirigió a su amiga para hablar con ella sobre lo que había pasado en la consulta.

-¿Cómo estás, Laila?

-En una montaña rusa de emociones, Isa. Ahora estoy arriba y en unos segundos estoy abajo. Joder, con lo lineal que era yo…Y es que hay momentos que no me reconozco.

-Es normal todo lo que me estás contando. Lo de la enfermedad es muy nuevo para ti y tienes que aprender a sobrellevarlo, imagino. Habrá días buenos, otros malos y otros pasables. Pero…Lo importante es que sepas que no estás sola en todo ésto.

-Eso lo sé, Isa. Bueno, tengo que reconocer que a pesar de haberme hablado la oncóloga, de pasar por el quirófano, no estoy tan baja de moral.

-Ummm, yo creo saber el por qué, Laila. El ver a esa mujer es para ti un remedio contra la enfermedad. Y no me refiero a que sea ella la que te vaya a curar, ya me entiendes, ¿Verdad?

-Sí, te entiendo perfectamente, Isa, pero sólo dices tonterías. Esa mujer y yo somos muy diferentes. Ella es de clase social alta y yo soy de clase obrera. ¿De qué podríamos hablar ella y yo? No tenemos nada en común.

-A ver, ¿vas a ser sincera conmigo?

-Sí, claro.

-¿Esa mujer te atrae físicamente?

Laila pensó qué debía contestarle a su amiga, pero debía ser sincera con ella. Se lo debía. Entre ellas no había secretos ni cabida para las mentiras.

-Yo creo que sí me atrae de alguna manera. Aún no sé de qué forma, pero sí me gusta. Me resulta una mujer muy interesante e inaccesible quizás. Además me parece muy atractiva. Aunque ya te digo que somos muy diferentes y además ella debe ser bastante más mayor que yo.

-Lo sabía. Es que se nota, Laila. Pero también se nota que tú a ella también le atraes. Cuando te mira a los ojos, parece que se pierde por el verde de los mismos. Se queda como atontada mirándote.

-No digas tonterías, Isa. A esa mujer no le gusto. Seguramente lo que tendrá es lástima hacia mí. Eso sí.

-¿Lástima? Joder, tú sí que dices tonterías, pero más grandes que las que digo yo…¿Y para qué quería hablar contigo a solas?

-Se ha disculpado por lo que pasó en la cafetería. No me lo esperaba, la verdad, para empezar que se acordara de mí cuando me empujó, y luego que esa mujer tan estirada me haya pedido perdón… No le pega en absoluto.

-En eso te doy la razón, pero igual aparenta ser una cosa y luego es otra. Ya sabemos que las apariencias engañan. Y sabes, creo que es importante que te lleves bien con ella, porque es la que se va a encargar de curarte. Imagínate si os lleváis como el perro y el gato, qué mal trago para las dos.

-Isa, yo no me llevo mal con nadie, y lo sabes.

-Sí, lo sé. Pero si ella no hace nada por llevarse bien contigo, tú dirás.

-Total…Que le dije que no me esperaba que se acordara de mí con lo que pasó en la cafetería, entonces ella me soltó que yo tampoco había olvidado su rostro…

-¿Y?

-Creo que la he cagado con ella, porque le contesté que ni su rostro ni su perfume eran fáciles de olvidar.

-¿En serio le soltaste eso? Joder, has intentado ligar con ella, Laila…Ya te vale. ¿Y qué te contestó ella?

-Verbalmente nada, pero pude ver cómo sus mejillas se enrojecían. Creo que sintió vergüenza…

-Bueno, tú relájate, que te digo yo que a esa mujer le gustas. Y sino tiempo al tiempo.

-Lo que tú digas, Isa. Bueno, ya hemos llegado. Muchas gracias por traerme y por acompañarme. La verdad que lo valoro muchísimo. Por cierto, ahora llamaré tranquilamente a la galería Zurita, para que me expliquen un poco las condiciones de la próxima exposición, porque ando bastante perdida. Pero tengo que reconocer que me ha ilusionado mucho que quieran exponer mi obra. Gracias, Isa.

-Laila, confío en ti y sé que tu obra va a llegar muy lejos. Exponer en la galería Zurita te va a servir de puente para futuras exposiciones en galerías más conocidas a nivel nacional y de renombre. Debes ir paso a paso.

-Lo sé Isa. Pero a ver cómo lo compagino con la enfermedad…Eso es otra.

-Lo harás. Tendrás que hablar con la directora de la galería y estoy segura que te dará facilidades.

-Ya te contaré.

Las dos mujeres se despidieron y Laila se fue a su casa. Tenía muchas ganas de ver a Matiz, necesitaba abrazarlo. Ese día había sido un vaivén de emociones tanto buenas como malas. Le habían dado la noticia de que iba a exponer, por fin, en una galería de arte, pero a la contra también le habían hablado de pasar por un quirófano. Nunca antes lo había hecho y sabía que cuando llegara el día de hacerlo, iba a ser un manojo de nervios. Le aterraba tener que entrar en un quirófano, porque ¿Y si luego no salía de allí? ¿Y si lo que le encontraban era incurable? Laila era una mujer que estaba llena de vida. Quería disfrutar cada segundo de la misma, y si no lo hacía, era desperdiciar el tiempo que le podría quedar de vida. No sabía con lo que se iban a encontrar cuando la abrieran y vieran cómo de grande era el tumor y si éste estaba muy extendido, o no, pero Laila había decidido que el tiempo que le quedara por vivir, por respirar, por llorar, por pintar… Ya fuera poco o fuera mucho, lo iba a vivir a tope.

Nada más abrir la puerta de su casa, Matiz se metió entre las piernas de la mujer, y ésta, como siempre, se agachó para cogerlo y abrazarlo mientras lo besaba. Él le devolvió el beso lamiéndole la mejilla. Esa simple lamida de su gato, hizo sonreír como una tonta a Laila. En ese instante se le dio por pensar en lo feliz que era con su gato. Se tenían uno al otro, y eso para ella era un mundo entero.

Matices y colores (8° Historia)Where stories live. Discover now