Capítulo 53. Despedirse o no de Laila.

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A la mañana siguiente, Alana se levantó de la cama muy temprano e intentó no despertar a María, puesto que ésta dormía abrazada a ella. 

Decidió que saldría a correr un rato. No dejaba de pensar en Laila, y necesitaba despejar la mente. Esa misma mañana le daban el alta y aún no sabía si iría a verla antes de que se fuera del hospital. Alana se moría de ganas de verla, pero quizás Laila seguía enfadada con ella y acababa de nuevo tratándola como lo hizo el día anterior. Laila estaba pasando por un momento muy delicado, y como le dijo la señora Pilar, estaba más irritable que de normal. Para Alana, era la primera vez que veía con sus propios ojos y tan directamente las consecuencias de la enfermedad en un paciente suyo. Sólo se dedicaba a pasar consulta y ver a sus pacientes en su puesto de trabajo, pero con Laila era todo muy diferente, y gracias a ella, comenzó a ponerse en el lugar del enfermo. Como era la primera vez que lo hacía, le aterró el pensarse así misma enferma. Laila le había enseñado que existían otro tipos de realidades muy diferentes a la suya propia. Y mientras se sintió muy afortunada por gozar de buena salud, a la vez también se entristeció de ver que había personas que luchaban por su propia vida. Entonces también se le dio por pensar que estaba siendo injusta al seguir con María siendo una infeliz, porque ella sí lo tenía todo para ser feliz, y aún así hacía todo lo posible para tirarse piedras sobre su propio tejado, boicoteando ella sola su propia vida. 


Cuando Alana llegó a casa de correr, María estaba lista para salir de casa e irse a trabajar. Se acercó a la oncóloga cuando la vio aparecer y le dio un beso en los labios. Se despidieron rápidamente ya que María llegaba tarde al bufete. Alana lo agradeció. No quería hablar demasiado con María, ni estar con ella. Se fue directamente a la ducha y estuvo pensando en ir a ver a Laila o no antes de que ésta se fuera del hospital, pero finalmente se decidió por no ir a verla, muy a su pesar. Lo que sí iría antes al trabajo, puesto que no quería estar sola en su casa. Por lo menos se pasaría por la planta de oncología para ver a sus pacientes y así estaría entretenida y con la mente ocupada. 



Laila, a pesar de encontrarse mal, con muchos dolores, no paraba de mirar el reloj. Deseaba con todas sus fuerzas que Alana se pasara a verla, necesitaba disculparse con ella, pero sabía que la había tratado tan mal que seguramente no la vería esa mañana. El cirujano ya le había dado el alta y ya se podía ir cuando la enfermera le diera medicación para que se tomara en su casa y el informe del alta. Isabel había ido a buscarla. Laila se encontraba muy débil y lo mejor era llevarla en coche a su casa. 



Eran las dos del mediodía cuando la enfermera por fin le dio a la joven todo lo que debía darle. Laila se encontraba muy triste por no haber visto a la oncóloga, por lo que sacó fuerzas de donde no las tenía y le preguntó a la enfermera si sabía si la doctora Del Olmo se encontraba en el hospital. 

-Teresa…¿Usted sabe si la doctora Del Olmo se encuentra ahora en el hospital?

-Laila, sí está, hoy no se tenía que pasar por cirugía, sé que está en la planta de oncología. 

-Vale…Yo…-Laila dudó si pasarse ella misma por la planta de oncología, hasta que la enfermera le allanó el terreno. 

-Laila, ¿Quieres que la llame y le pregunte si puede venir?- le preguntó la mujer con una sonrisa pícara. 

-¿Haría eso por mí?

-Por supuesto que lo voy a hacer ahora mismo. Siéntate aquí y espera, que ahora vengo. 

Laila e Isabel se sentaron en la sala de espera de la planta, mientras Teresa se fue a hacer dicha llamada. En unos minutos la enfermera se acercó a las dos mujeres con un semblante alegre.

-¿Y?- le preguntó Laila muy nerviosa.

-Laila, cariño, le he preguntado a la doctora si podía pasarse un momento por cirugía para ver a la paciente con los ojos más bonitos de todo el hospital, y ya te puedes imaginar cuál fue su respuesta. 

-Gracias…- el corazón de Laila latía alegremente sabiendo que la doctora se iba a pasar en breve a verla. 

Isabel prefirió dejar a su amiga sola con la doctora, por lo que se fue a una máquina de café que había en el otro extremo de la planta.



Cuando Alana recibió la llamada de Teresa, se puso rígida en el sitio. Sabía que esa llamada venía de parte de Laila. Y cuando le dijo que la chica quería hablar con ella, sólo pudo sonreír como una tonta. La profesora quería despedirse de ella, por lo que no podía estar más feliz. Con esa simple llamada, le había alegrado el día. 

Antes de pasar por la planta de cirugía, Alana pasó primero por los servicios para asegurarse de que su maquillaje estuviera en su sitio. Cuando se miró al espejo, se vio más guapa que de normal, y todo se debía a la hermosa sonrisa que mostraba al saber que iba a ver a su paciente más especial. Estaba muy nerviosa, pero sabía que esos nervios eran debidos a lo que Laila le producía. El simple hecho de verla, hacía que ella misma se quisiera comer el mundo entero. Cuando salió del servicio, por fin se dirigió hacia la planta donde se encontraba Laila esperándola, con una sonrisa que no se le podía borrar de su alegre y bonito rostro, mientras metió las manos en los bolsillos de su pijama de trabajo. Esa tarde no iba con la ropa de calle como siempre, puesto que no sólo tenía que pasar consulta. Cuando se estaba acercando a la planta de cirugía, un escalofrío la recorrió entera, pero Laila se encontraba igual o peor que ella, en ese momento ésta era un manojo de nervios y aunque se moría por disculparse con la oncóloga, no sabía si sería capaz de hablar con ella. 

Matices y colores (8° Historia)Where stories live. Discover now