Capítulo 77. En la cama de Laila.

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Cuando Alana por fin separó sus labios de los de Laila, ésta no perdió la oportunidad de volver a preguntarle a la oncóloga si se iba a quedar a dormir con ella.

-Alana, no me has contestado a la pregunta que te he hecho…

-¿No lo he hecho?¿Tú crees que tengo mejor plan que quedarme aquí con un mujerón como tú?¿Y los besos que te he dado no te han ayudado a conocer mi respuesta? - le dijo la oncóloga de forma sensual a la joven.

-Eso es un sí…-Laila sonrió como una chiquilla. No podía estar más feliz. Aún con lo que tenía encima, era capaz de valorar los pequeños momentos que a ella la hacían reír, sonreír e incluso soñar. Aún no se podía creer que su oncóloga hubiera ido a verla, se hubiera dejado pintar el cuerpo por ella, viéndola desnuda, hubieran hecho el amor, y para finalizar ese sueño perfecto, iban a dormir juntas. Tenía ganas de llorar, pero de felicidad.

-Sí cariño, por supuesto que es un sí. Qué mujer en su sano juicio es capaz de irse en este momento de casa de la mujer más especial y hermosa que ha visto en toda su vida. Y si tú eres feliz así, conmigo, no sabes todo lo que estoy viviendo a tu lado y la felicidad que me estás haciendo sentir.

Laila abrazó a la mujer durante unos segundos, porque justo cuando Alana iba a devolverle el abrazo, la joven cogió de la mano a la mujer, entrelazando sus dedos con los de ella, y la llevó directamente a su cama. No podía esperar más para tenerla entre sus sábanas. Llegó a pensar que esa noche no iba a pegar ojo ni un segundo, pero la causa de dicho insomnio bien lo merecía. Ya descansaría cuando Alana se fuera. Habría tiempo para todo.

A la oncóloga le pareció gracioso ver las ganas que tenía Laila de compartir su cama con ella, y eso la hizo ser muy especial para la joven. Era una sensación nueva y reconoció que le encantó.

-Alana…¿Quieres dormir ya?

-Lo que quiero y necesito es acostarme a tu lado y abrazarte con mucho cuidado de no hacerte daño. Estoy segura que así sí me voy a quedar dormida en nada. Estoy muy cansada. Pero…No todas las noches tengo la oportunidad de dormir con una mujer como tú.

Las dos mujeres se recostaron en la cama y lo primero que hizo Alana fue abrazar a Laila cuando ésta le dio la espalda. Llevó su rostro a la preciosa melena de la joven, y respiró lo más relajadamente que pudo mientras todo el aroma de ese cabello se hizo con toda ella.

Matiz no perdió el tiempo y se metió en la cama con las dos mujeres. A Laila no le hizo gracia que estando con Alana acostadas, el gato se introdujera entre las sábanas, por lo que lo intentó sacar como pudo, pero Alana le pidió que lo dejara, que por ella no había ningún problema. Y cuando Laila lo iba a dejar tranquilo, Matiz decidió salir por sí solo de la cama, no sin antes lamer la mejilla de la joven.

Alana decidió llevar sus dedos, por debajo de la camiseta de Laila, a su abdomen, con cuidado de no rozar ni tocar la herida, mientras la joven acopló su espalda y sus nalgas al cuerpo de la oncóloga. Luego decidió acariciarle los pechos, pero Laila se encontraba muy cachonda, por lo que cogió la mano de Alana y la llevó a su entrepierna directamente. La oncóloga pegó su propia entrepierna todo lo que pudo a las nalgas de la joven. Las dos mujeres estaban excitadísimas.

La mujer metió sus dedos por debajo de las bragas de Laila, y ésta perdió la razón cuando sintió los dedos de Alana rozando sus labios de nuevo.

-Laila…Qué rico sentir todo lo que te provoco, me vuelve loca sentirte tan mojada…- Alana estaba igual que Laila, totalmente ida, mientras acariciaba los labios de la joven.

-Joder…Alana, no aguanto…Me voy a venir ya mismo…- Dijo extasiada la profesora. Fue incapaz de controlar el orgasmo que se había apoderado de su cuerpo, y mientras éste temblaba como respuesta, Alana no pudo reprimir un tímido "te quiero" en el oído de su paciente. Lo que hizo que Laila se diera la vuelta al instante pero cuidadosamente.

-Alana…¿He oído bien?

-Sí, Laila, te quiero. Me has oído perfectamente. Lo siento, pero es lo que hay. No puedo evitarlo.

Laila tampoco pudo evitarlo y se emocionó. Que la mujer que ella amaba le dijera que la quería, la hizo sentirse en ese momento la mujer más feliz del mundo, olvidándose incluso de la enfermedad. El hecho de tener a su oncóloga a su lado, le daba una tranquilidad y seguridad infinitas.

Alana, además de decirle que la quería, necesitaba sentir los dedos de Laila sobre su propia piel. Estaba deseosa de sentirlos cuanto antes, porque el haber sentido tan mojada a Laila la había excitado muchísimo, por lo que cogió la mano de la joven y la llevó al interior de sus muslos.

-Laila, cariño…Me gustaría sentirte…Pero si quieres que durmamos, te abrazo y nos dormimos una pegada a la otra.

La joven sonrió. Claro que quería sentir a la oncóloga con sus propios dedos, poder tocar y comprobar con éstos lo que ella le provocaba a Alana. Palpar su humedad debía ser algo increíble. Por lo que ella misma decidió acariciar los muslos de la mujer, poniéndose ésta nerviosa. Era la primera vez que los dedos de Laila la iban a tocar de esa manera, y de sólo pensar en lo que iba a pasar en unos segundos, sólo pudo mirar a los ojos a Laila y suspiró pausadamente, sabiendo que ese suspiro iba a dar paso rápidamente a unos gemidos incontrolados.

Mientras Alana no podía quitar la mirada del verde de los ojos de Laila, ésta consiguió bajarle las braguitas a la doctora. Estaba viviendo una experiencia única. Sabía perfectamente que sus dedos, al igual que hacían magia con los pinceles, también la harían en la entrepierna de Alana. Y antes de que eso sucediera, le dedicó a la oncóloga una pícara sonrisa que la hizo palidecer.

Matices y colores (8° Historia)Where stories live. Discover now