Capítulo 104. Una conversación esperada.

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Cuando terminaron de desayunar, Laila y Alana acompañaron a doña Pilar a casa. La mujer estaba algo aturdida al haber pasado un mal rato en comisaría, pero gracias a su vecina y a la oncóloga, pudo relajarse un poco. Tenía muy claro que por Laila haría lo que fuera necesario, y si tenía que volver a robar, lo haría sin dudarlo. Sólo quería que la joven se recuperara y volviera a ser la jovial y alegre mujer de antes. Pero mientras seguía luchando contra su enfermedad, ella debía estar a su lado.

Laila sabía que tenía una conversación pendiente con la anciana, pero no era el momento y esperaría a estar a solas con ella para hablar de lo sucedido.

Ambas mujeres se despidieron de la anciana con un caluroso abrazo, mientras ésta las miraba de forma pícara a las dos. Viéndolas juntas, y a Alana apoyando a su Laila, llegó a pensar en que ya se podía morir tranquilamente. No quería que la joven estuviera sola, y para doña Pilar, la profesora había encontrado a la mujer con la que compartiría el resto de su vida. No tenía la menor duda de eso.

Cuando las dos mujeres se quedaron solas en el rellano, Alana no pudo evitar entrelazar sus dedos con los de Laila de forma delicada, haciendo que la profesora se sorprendiera gratamente. No se esperaba que la mujer que ella amaba diera un paso al frente por su amor. Aún tenía dudas de que Alana se echara para atrás y se llegara a arrepentir por lo que había ocurrido entre ellas la noche anterior. Para Laila había sido la segunda mejor noche de su vida, y tenía claro que debía dormir con Alana si quería que sus noches fueran especiales. Pero también sabía que no debía presionar a la oncóloga si no quería que ésta saliera corriendo, ya que sabía perfectamente que a ésta le pesaba la relación que tenía con ella como su médica y además había dejado recientemente una relación de pareja. Necesitaría un tiempo prudencial para que todo se pusiera en su sitio.

Laila necesitaba sentir los brazos de la otra mujer alrededor de su delgado cuerpo, por lo que se acercó a Alana y pasó sus brazos por la cintura de ésta. La oncóloga sonrió mientras hacía lo mismo con los suyos, quedando los dos cuerpos unidos por un amor único.

-Laila…No quiero separarme de ti - le dijo tímidamente al oído a la profesora, y aprovechando a inspirar el olor corporal de la joven. La volvía completamente loca, y la excitaba por partes iguales. Esa mujer tenía un poder sobre ella indescriptible, que ambas mujeres desconocían, pero Alana comenzaba a ser consciente de la necesidad extrema que tenía su cuerpo y su cabeza de tener a Laila con ella. Era algo que tarde o temprano ambas mujeres lo iban a saber, y a la oncóloga le daba pavor que Laila supiera que la tenía a sus pies, y en un momento dado podía hacer con ella lo que quisiera. Aunque también sabía que Laila nunca le haría daño, y eso corría a favor de ella.

-Alana, quédate conmigo esta mañana, me apetece tenerte en mi cama pegada a mí, amándonos como si no hubiera un mañana. Contigo hay que vivir bien el momento, porque las horas parecen minutos a tu lado.

-¿Eso crees? Sabes, cuando se te pasa tan rápido el tiempo con otra persona, es que disfrutas mucho del momento, como tú dices. Y resulta que mis horas también vuelan cuando estoy contigo. Es algo que nunca antes me había pasado. Sólo se me pasaba rápido cuando estudiaba encerrada en mi habitación, como siempre era más de lo mismo, perdía la noción del tiempo. Pero ahora es el tiempo el que me acompaña y me hace feliz si lo paso contigo.

-A mí me pasa lo mismo cuando pinto y cuando doy clases en el instituto. Soy una mujer afortunada porque me dedico a lo que más me gusta. Y por lo que veo, tú también lo eres.

-Laila, ser médica me ha costado mucho esfuerzo y sacrificio. Además, mis padres son médicos y a mí me ha tocado estar a la altura de ambos. Son muy exigentes, y conmigo no se han quedado atrás.

-Vaya, me lo puedo imaginar. Pero si tú tenías claro que deseabas ser médica, no creo que te haya supuesto nada malo que ellos sean médicos a la hora de serlo tú también. Me refiero a que no te has sentido obligada a estudiar algo que no querías, ¿no?

-Estás en lo cierto, al revés, ellos siempre han compartido conmigo sus conocimientos y yo les estoy muy agradecida a los dos. Soy quien soy gracias a ellos. He tenido mucha suerte, la verdad. Ya de pequeña quería ser como ellos.

-Eres una oncóloga excepcional, Alana. No sabes todo el bien que me estás haciendo a mí, y tienes razón, me voy a curar en parte gracias a ti, y no sólo por tratar mi enfermedad, si no por todo el amor que me estás dando. Me da fuerzas para seguir adelante y luchar.

-Laila, cariño, tú ya eres una mujer luchadora de por sí. Otro oncólogo hubiera hecho lo mismo que yo.

-No Alana, el amor que siento por ti me ayuda a tener las cosas más claras, porque sabes…Quiero un futuro contigo…Y el pensar en ello me hace ver que voy a ganar a la enfermedad.

Cuando Alana escuchó esas palabras, se quedó estática en el sitio, aún con sus brazos alrededor del cuerpo de Laila, puesto que ambas mujeres seguían abrazadas mientras conversaban.

-Laila…Yo quiero exactamente lo mismo, pero creo que ahora necesitamos tiempo las dos…Tú para curarte y yo para esperarte - le dijo Alana midiendo las palabras que iba a soltar por su boca, mientras por fin se separaba de la mujer que amaba.

-Sí, Alana, yo me voy a curar, pero mientras lo hago, quiero que estés a mi lado.

-Lo voy a estar, no lo dudes, como tu oncóloga…- Alana no paraba de pensar en las represalias de María. Sabiendo que había comprado ella el cuadro, tenía muy claro que se iba a vengar de ella nada más pudiera, y solo esperaba que a Laila no le hiciera ningún daño y la dejara tranquila, puesto que debía centrarse única y exclusivamente en curarse.

Matices y colores (8° Historia)Where stories live. Discover now