Capítulo 86. Los ánimos de Isabel.

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Las lágrimas brotaban sin cesar de los ardientes ojos de Laila. Ella seguía a lo suyo, cortando mechones de pelo sin saber bien cómo hacerlo, hasta que de repente escuchó el timbre sonar. Al principio pensó en no ir a abrir, pero seguramente serían doña Pilar o Isabel, y no cesarían en seguir tocando al timbre hasta que ella abriera la puerta. Por lo que muy a su pesar, se dirigió a la entrada de la vivienda con las tijeras todavía en su mano. Tuvo que secarse por el camino, como pudo, su rostro completamente desencajado.

Cuando abrió la puerta, Isabel se quedó petrificada al ver a Laila en tan lamentable estado. La joven había estado llorando y para colmo ella misma había comenzado a cortarse su precioso cabello.

-¡Laila!¿Qué ha pasado?- le dijo la mujer acercándose a ella y abrazándola fuertemente. La profesora se derrumbó en los brazos de su amiga y ambas mujeres se arrodillaron mientras seguían abrazadas. Laila no paraba de llorar e Isabel no sabía qué más podía hacer por su amiga. Hasta que Matiz se unió al abrazo tan necesario entre las dos mujeres. El gato sabía perfectamente que Laila lo necesitaba, y él, cómo no, iba a estar ahí para ella.

Después de unos largos minutos, Laila dejó de llorar y se separó un poco de su amiga.

-Por favor, Laila, cuéntame qué ha pasado para que estés así…Estoy muy preocupada por ti.

-Isa, vi a Alana en el hospital de día. Vino a hablar conmigo y yo estaba tan enfadada con ella que le dije que no teníamos nada de qué hablar. En ese momento sentí que no la quería ver, no entiendo por qué ha hecho las cosas así, y si te soy sincera, me dio miedo que me dijera que lo que pasó entre ella y yo aquella noche sólo fue pura diversión para ella. Me aterra pensar que fui para Alana un mero entretenimiento, porque yo estoy muy enamorada de ella. Creo que no es mutuo lo que sentimos, y no quiero que me rompa el corazón.

-Joder Laila…Vale…Entiendo que tuvieras miedo y que además no era el mejor momento para hablar, puesto que tú tenías tu primera quimio. Imagino que ella se habrá pasado por el hospital con la excusa de la quimio, para verte y poder hablar contigo. Sabes…Yo creo que esa mujer siente exactamente lo mismo por ti que lo que tú sientes por ella. Sólo hay que ver cómo te mira. Luego lo que hicisteis aquella noche en tu casa, por lo que me has contado, no es algo de una sola noche. Además se dejó pintar por ti. Estoy segura que por otra artista no se deja pintar…Seguramente ella desearía sentir tus dedos sobre su cuerpo. Eres especial para ella, Laila, de eso sí estoy segura. Pero entiendo que tuvieras miedo de lo que ella te iba a decir y además se te juntaba con lo de la quimio.

-Isa…He pasado unos días horribles, no se los deseo a nadie, de verdad. Esa mujer me está haciendo un daño que ella desconoce, pero la culpa es mía por hacerme ilusiones. Yo pensaba que dejaría a su novia y quizás fuéramos viéndonos. Sé que es mi oncóloga y que se le puede caer el pelo si se enteran que tiene algo con una de sus pacientes. No quiero perjudicarla en nada, pero…Siento que necesito estar con ella, verla, olerla, sentirla…Echo de menos su sonrisa y su mirada a rabiar. Joder ¡qué difícil es ésto del amor!

-Cariño, yo te digo que tienes que hablar con ella, te guste o no, así que cuando la veas, déjala hablar, por favor. Y ahora levántate y vamos al baño, que te voy a arreglar lo que te has hecho en la cabeza…Anda, vamos.

Isabel ayudó a su amiga a levantarse y ambas mujeres se dirigieron al baño, seguidas de Matiz. Laila se alegró de que su amiga apareciera justo en el momento que más la necesitaba. Por lo menos sí había personas que la querían de verdad. Lo que había hecho Laura hacía unos minutos atrás, la había dejado totalmente incrédula y traspuesta. No se esperó ni por asomo esa reacción de la galerista. ¿Así quería conquistarla? Alana no se hubiera separado de ella ni un sólo segundo. Eso Laila lo tenía clarísimo, y por eso mismo no podía dejar de pensar en la oncóloga.

Isabel arregló como pudo el destrozo que se había hecho Laila en la cabeza. Como no tenían máquina de afeitar, se lo cortó todo lo corto que pudo, y mientras lo hacía, Laila no podía dejar de llorar. Isabel tenía el corazón encogido de ver a su amiga así, pero tenía clarísimo que Laila se iba a curar y la enfermedad la iba a hacer más fuerte de lo que ya era. Su amiga se merecía todo lo mejor en la vida, y siempre estaría a su lado, tanto en las malas como en las buenas.

Cuando Isabel terminó de cortarle todo el pelo, y Laila dejó por fin de llorar, ésta se miró fijamente en el espejo y no le disgustó nada lo que vio en él. Tenía que reconocer que aún con la cabeza casi rapada, estaba guapísima, y es que sus ojazos verdes resaltaban todavía más.

-Wow, Laila, estás preciosa. Ahora sin la melena, sólo tienes ojos en la cara…Qué guapa eres - le dijo Isabel de forma sincera. Su amiga le parecía la mujer más guapa que había visto nunca, y así se lo hizo saber.

-Lo dices porque eres mi amiga…Y porque me quieres animar.

-De eso nada, mírate bien en el espejo, Laila, y si yo te digo que eres preciosa, es que lo eres. Si yo fuera lesbiana me tendrías a tus pies, porque encima no sólo eres guapísima por fuera…

-Gracias Isa. Gracias por venir, joder, qué mal lo he pasado.

-Lo sé. Y sólo te pido que la próxima vez que te encuentres así, por favor, llámame a la hora que sea, sabes que quiero compartir todo contigo. Ahora nos toca pasarlo mal, pero cuando seas famosa y expongas en las mejores galerías del mundo, también estaré ahí contigo para compartirlo, claro que sí.

-Sé que me toca pasarlo mal, ahora con la quimio voy a tener unos bajones físicos y anímicos tremendos, pero también sé que saldré de ésta. Como tú dices, aún tengo mucho que hacer en esta vida, y una de esas cosas es exponer en el extranjero.

Las dos mujeres se abrazaron. Ambas esperaban que Laila se curara para poder comerse el mundo, porque una vez recuperada, sabían que es lo que la profesora iba a hacer.

Matices y colores (8° Historia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora