Capítulo 70. Si las paredes hablaran...

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-Alana…Puedes retirar las manos de ahí, tienes un cuerpo precioso. Tu pareja ya te lo habrá dicho un millón de veces, imagino.

-¿Qué? - Alana era un manojo de nervios y creía haber oído mal a la profesora.

-Que tienes un cuerpazo. Eso he dicho. No es necesario que te tapes. Que no te dé vergüenza conmigo, piensa que soy una simple artista que va a hacer su trabajo - dijo Laila para que Alana se relajara, pero ella sabía perfectamente que no era una simple artista, era Laila Román, la mujer que le había robado el corazón hacía ya un tiempo atrás. Para relajar a la oncóloga, Laila le explicó de forma sencilla y breve en qué consistía lo que iba a hacer con ella.

-Verás, Alana, voy a usar pinturas solubles al agua porque son de fácil eliminación. Voy a intentar ser creativa y divertirme mientras lo soy. Por cierto, voy a hacer body Art, y en vez de usar mi cuerpo, usaré el tuyo. ¿Me darías permiso para hacerte luego alguna foto y ponerla en mi exposición de pintura? Si te parece, te pintaría sólo el cuerpo, el rostro no.

-Laila…¿Te refieres a poner la foto de mi cuerpo pintado en la galería donde vas a exponer?

-Sí, a eso mismo me refiero. Sólo lo haré si tú me das permiso.

-Vale…Mientras no salga mi rostro…

-Pero, ¿Me darías permiso para compartir el nombre de mi modelo?

-¿En serio es eso necesario, Laila?

-No, si tú no quieres, no es necesario. Pero…¿Y si mi obra llega lejos? Tu nombre también será reconocido, Alana.

-Joder, estoy loca, pero vale. En realidad me importa más bien poco que mi nombre acabe siendo conocido, lo que sí me importa es que si voy a salir en una exposición del calibre de la tuya, lo haré al cien por cien - la mujer parecía otra al lado de la profesora. Ésta le hacía desprenderse de los prejuicios que no la dejaban vivir libremente.

-¿Empezamos? Puedes sentarte aquí - le dijo Laila a Alana señalándole una silla que se encontraba en el centro del estudio. La oncóloga se dirigió a la silla, y cuando llegó, se sentó y retiró seguidamente el brasier de sus senos. Ya era hora de quitárselo. Lo dejó cuidadosamente en el suelo y luego lo empujó con su pie a un lado. Matiz estaba observando toda la escena detenidamente. Y Laila, sin poder evitarlo, hizo lo mismo que su gato. El cuerpo de la oncóloga la atraía como antes nada la había atraído. Para los ojos de Laila tenía un cuerpo que quitaba el sentido, y pensó que su novia era muy afortunada por poder abrazar todas las noches a la oncóloga. Lo que daría Laila por ser ella la que pudiera dormir abrazada a Alana, y por qué no, hacerle el amor siempre que sus cuerpos estuvieran hambrientos el uno del otro. Eso debía ser lo más parecido a estar en el paraíso.

Laila cogió una silla y la puso muy cerca de la oncóloga. Luego dispuso sus pinturas a su derecha, en el suelo y se hizo con varios pinceles. Había desarrollado un boceto que tenía en su cabeza y sólo debía hacerlo en ese escultural cuerpo que tenía a su lado con ayuda de un lápiz perfilador de ojos. Ambas mujeres se encontraban una muy cerca de la otra. Una con una camiseta y la otra con el busto al descubierto. A Laila le daban ganas de posar la palma de sus manos en los bonitos pechos de Alana. Se imaginaba acariciándolos, palpándolos y observándolos como si fueran lo más bonito que sus ojos hubieran visto jamás. Eran de un tamaño generoso para el gusto de Laila, lo que hacía muy femenina la silueta de la oncóloga. Estaba llena de preciosas curvas, y a la profesora la tenían fascinada.

-Alana…Iré de arriba a abajo. Ya tengo en mi cabeza un boceto que iré dibujando con este lápiz de ojos. Sólo espero que lo que yo dibuje y pinte, esté a la altura del cuerpo sobre el que estoy haciendo este trabajo.

-Perfecto. Y claro que lo va a estar, mi cuerpo ya tiene cierta edad, Laila, ya no tengo veinte años. Empieza cuando quieras - dijo la oncóloga cruzando las piernas. Aún no se había quitado las braguitas que llevaba a juego con el brasier. Luego se recogió su melena en una coleta, pues no quería mancharse el cabello.

Laila llevó de forma decidida el lápiz de ojos a la piel de Alana, y al mínimo contacto consiguió que la piel de la oncóloga se erizara sin piedad. Laila sonrió para sus adentros. Sabía que iba a disfrutar muchísimo las siguientes horas mientras pintaba sobre Alana. Iba a conseguir dejar a un lado la enfermedad, y todo gracias a su oncóloga.

Alana estaba viviendo un momento único. Cuando Laila comenzó a delinear sobre su cuerpo, no pudo evitar reaccionar a dicho contacto. Pero además comenzó a excitarse pensando que en vez de el lápiz de ojos era el dedo de Laila el que dibujaba sobre su erizada piel. Ese momento pensó que no lo cambiaría por ninguno otro. Laila era la mujer más increíble que había conocido en sus treinta y seis años de vida.

Mientras Laila dibujaba el boceto que tenía en su cabeza, Alana no podía dejar de mirar a la artista que tenía enfrente de ella. Era la mujer más guapa que había visto nunca. De repente le vino a la cabeza la foto de Laila que había distribuida por toda la ciudad, y no pudo evitar sentirse muy orgullosa de ella. Ese precioso rostro estaba por todas partes y estaba más que segura que más de uno y de una se quedaría prendado de la profesora.

-Alana,¿ Cómo te sientes? - quiso saber Laila antes de continuar con las pinturas cuando terminara con el lápiz.

-Estoy tranquila, y feliz. Es una sensación única, que alguien como tú quiera pintar mi cuerpo. Me siento muy afortunada.

-La afortunada soy yo, no todas las pacientes tienen la suerte de poder pintar el cuerpo de su oncóloga, y además, no eres una oncóloga más.

-¿Ah, no? ¿Y qué es lo que soy entonces?

-No, Alana. Sabes que para mí eres muy especial…

Alana palideció. Todo su cuerpo estaba dispuesto a explotar en mil y una emociones esa misma noche y entre esas cuatro paredes, y todo gracias a la increíble situación que estaba viviendo con su paciente. Todo lo que envolvía a Laila era mágico y ella estaba dispuesta a vivirlo.

Matices y colores (8° Historia)Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt