Princesa de un castillo de monstruos

89. Hacer esto y aquello

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***

—¿Tiene miedo? —preguntó. Sacudí la cabeza en negativa de inmediato—. ¿Qué busca en estas tierras? Creo que llegué en un punto en el que no puedo complacerla. Quiere pedirme algo, ¿no es así?

Justamente ese era el problema. No podía pedirle lo que Gael y Jhüen deseaban, no era correcto. No era lo debido ni lo necesario. Lo comprendía ahora. Al tener un vistazo general de la criatura enorme oculta al fondo de la cueva, tuve un amplio concepto de lo que eso significaba.

Muy pocas cosas me importaban, existía tan poco lo que realmente captaba mi atención realmente. Era observadora, pero lo que veía no me incumbía ni me interesa en la mayor parte del tiempo; mientras me mantuviera fiel a esa idea, no creía ser capaz de desligarme de mis ideas, a mis viejos hábitos.

"Puedes observar, pero no hables. Cállate. No preguntes."

Simplemente no podía deshacerme tan rápido de enseñanzas viejas y absurdas.

Sin embargo, recordaba esto no para volver a un pasado tormentoso, sino para rememorar en mi mente algunas palabras de lo único en lo que encontré mi propia valía y la de alguien muy preciado para mí.

Ahora lo entendía.

Todo este tiempo, Sauto lo había estado sugiriendo, de manera sutil me fue advirtiendo de su verdadero ser: no de una sombra, sino de elección.

¿Y si tuviera que elegir?

¿Y si debía elegir entre el Suo y el Ki?

En ese entonces, ingenuamente le dije a Sauto que amaría su parte humana y bestia por igual, sin distinción; pude responder sin titubear porque poseía la certeza de que ambas contrapartes eran e iban a ser la misma criatura o persona. Eran Sauto.

De hecho, era así. Seguían siendo el mismo. Suo y Ki pertenecían a la misma criatura. Eran el mismo hombre, pero incluso así, se consideraban diferentes y fueron separándose.

¿Y si Sauto me preparó para elegir?

¿Me hizo aquella pregunta para darme una idea de lo que atenerme si decidía quedarme?

¿Me instruyó para elegir entre el Ki y el Suo?

"Quiere pedirme algo, ¿no es así?"

Era impresionante cómo unas simples palabras transmitieran tanto dolor y decepción. Si había venido aquí era para al salvar al Ki, ¿cierto?

Entonces, ¿qué pasaría con el Suo?

¿Qué sería de él?

¿Qué sería del otro?

¿Qué sería del otro que no era elegido?

—No —balbuceé.

—Mentira. —Se escuchó enojado, demasiado, a decir verdad—. Quiere suplicarme que lo salve y que lo deje volver. A eso vino. No me mienta.

Nunca tuve esa mentalidad.

—Nunca me planeé algo tan complejo —empecé a decir, apresurada—. Acepté buscarlo porque mantenía la esperanza de verlo una vez más. No tuve otra intención oculta. Pero... —Guardé silencio unos instantes. Apreté mi mano contra mi vestido con fuerza—. Yo... no miento. Jamás.

Silencio de nuevo. Esta vez, se prolongó tanto tiempo que empecé a sentir las piernas cansadas. Escuchaba la respiración acompasada de la criatura sin verse afectada por la conversación. Por su respiración era fácil deducir que permanecía dormida y tranquila. Era tan relajado que casi era contagioso.