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13. Márchate

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Estaba nerviosa.

—Márchate —masculló.

—¿Qué?

—Aquí no es seguro para ti.

De nuevo, el trato informal. Algo en él cambió un breve instante, no sabía qué era o si fue real lo que percibí, pero definitivamente su semblante se distorsionó. Su gesto y sus expresiones cambiaron, como si fuera otra persona.

—Por favor —suplicó.

—¿Por qué?

Luego, su rostro se relajó por completo. Giró la cabeza a un lado, luego al otro, hasta que se levantó por completo en un santiamén.

—Nos observan —dijo él, con una expresión molesta—. Ven conmigo.

No me dio la oportunidad de responder. Me tendió la mano a la que recibí gustosa, sin comprender sus intenciones. Tan pronto me coloqué de pie frente a él, tiró de mis manos y me arrastró con insistencia directo al bosque. Seguí el ritmo de sus pasos con dificultad, mas no nos detuvimos hasta estar fuera del territorio del castillo.

Él me soltó.

—¿Por qué estamos aquí? —quise saber.

—Escúchame —dijo con seriedad—. El compromiso no se llevará a cabo, no es mi intención desposarla.

—Pero...

—Tengo una idea general de lo que pasa. Por favor, márchate. Asignaré a alguien que te cuide fuera de la barrera.

—Pero... al menos dígame qué sucede.

—No tengo mucho tiempo. No puedo. No puedo. No puedo —repitió incontables veces con desesperación. Su semblante comenzó a contraerse de dolor, de un sufrimiento puro que no entendí. Se llevó la mano a la cabeza, la desplazó sobre sus ojos y ahí la mantuvo, ejerciendo cierta presión.

—¿Se encuentra bien? —quise saber.

Él dejó de moverse.

Fue entonces cuando una ráfaga de viento sorprendió el bosque. Jadeando, un hombre apareció a la par de Jhören.

—Amo... —dijo él. Sonreía con alivio, alegría y esperanza. Era extraño—. Amo.

Jhören bajó las manos, alzando ligeramente la cabeza, me dio la impresión de que me observaba.

—¿Qué hace ella aquí? —dijo entonces—. Dime, Gael. ¿Por qué está ella aquí?

—Volvamos —dijo el hombre. Lo recordaba. Su nombre había sido mencionado durante el ataque. Además, era alguien difícil de olvidar, su presencia era imponente y esas marcas en su rostro era extraño.

Jhören apartó la mano de Gael con rudeza.

—Silencio —ordenó.

—No debemos estar aquí —insistió Gael.

Esto era extraño.

Jhören chasqueó la lengua con impaciencia y hastío. Vi a Gael retroceder un poco, espantado. Los pájaros escaparon de sus nidos chirriando atemorizados. Sentían hostilidad en su entorno. Entonces la mano de Jhören impactó en la mitad del rostro de Gael con fuerza. Abrí los ojos ligeramente por la sorpresa, no esperaba esa violencia.

—No me cuestiones —masculló Jhören, apretando los dientes—. Conoce tu lugar.

Gael bajó la cabeza, mirando el suelo.

—Sí, amo.

Luego, volvió hacia mí. Ladeó la cabeza a un lado, como analizándome. Lo vi llevar la mano directo a la venda que cubría sus ojos, lo desplazó hacia abajo un poco, con la clara intención de retirarlo.

Princesa de un castillo de monstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora