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64. Lo terrible de Sauto

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Disfruten el capítulo, monstruitos 7u7

Los quiero un montón. Espero sus votos y comentarios :D


***


Esto era malo de algún modo.

Malo. Malo. Malo.

Solté un suspiro pesado. Me gustaba mucho el pan, de hecho, me había malacostumbrado a comerlo todas las mañanas, pero justamente este día debía faltar en la mesa. Mis doncellas juraron mil veces que lo lamentaban pero que no sabían qué había pasado con el panadero. Sentía el estómago vacío, aunque recién había terminado el desayuno.

Observé con pereza la marcha de mis doncellas con las bandejas de comidas restantes que pude tocar en las manos. Generalmente, el desayuno en el castillo era asombrosa, mucho mejor que el servían en la casa de la señora Mirian, y mucho más que el que los cocineros preparaban en la casa de mi padre. Todo era mejor aquí, pero no podía decir lo mismo del acompañamiento.

Había creído como una tonta que las cosas con Sauto había ido mejor, que por fin podríamos actuar como una pareja verdadera, normal, pero empezar a asumir era demasiado pronto. Desde el día incidente con Indivar y Nord, pequeños cambios surgieron en el castillo, aunque de alguna manera, no resultaba sorpresivas.

Sauto volvió a desaparecer. ¿Por qué no me sorprendía?

Jhüen seguía sin ser visto. Una duda que nadie se había esmerado en aclarar.

Nord e Indivar se encontraban en mejor estado, pero se mostraban reservados. ¡Raro!

Incluso me atreví a preguntarles sobre Jhüen y la reacción que la pareja me dio fue difícil de interpretar, se habían puesto tan pálidos que me pregunté si había sido lo correcto cuestionar. Por asomo noté que Indivar casi rompía en llantos.

Con esa reacción extraña y con el aspecto que Jhüen tenía la última vez que lo vi, le daba a mi mente motivos suficientes para inquietarme. Mis doncellas solos se encogían de hombros cuando sacaba el tema, un clara acto de completo desinterés; Naseen incluso mencionó que lo que pasara con Jhüen no importaba.

Por si fuera poco, tenía doncellas nuevas, cinco para ser exactos, que atendían hasta mi más pequeña necesidad. Ahora, nadie en el castillo me ignoraba, luego de que Sauto me reconociera, parecía que había saltado a la vista de todos. Mi salud mejoró a los pocos días, pero la mayor parte del tiempo siempre había alguien que me escoltaba día y noche, como si estuvieran en completa vigilia y temieran que algo terrible se avecinara.

Cada vez que indagaba si todo marchaba bien, como si yo pudiera hacer al respecto, decían que había movimientos anormales fuera del castillo. Eso, como era de esperarse, me inquietaba.

Naseen era el único que se mostraba indiferente a lo que sucedía. Tan indiferente que caían en el desinterés absoluto. Venía a mi habitación a jugar con Magüen, ambos actuando como si nada pasara o no les incumbiera todo lo referente a mis preocupaciones o la de los demás. Se limitaba a visitarme, soltar pequeñas bromas pesadas con Magüen. Aunque no me incluía en sus pláticas, su actitud despreocupada se sentía relajante, normalizaba mis emociones y era él quien me tranquilizaba cuando todos parecían estar dispuestos a ir a una batalla que no conocía. Aun cuando decían que no debía preocuparme, era inevitable no sentir que algo andaba mal.

Naseen en su lugar solo venía a pasar el rato, como este día. Quizá aparentaba jugar para disfrazar sus verdaderos propósitos. Él debía saber algo.

Princesa de un castillo de monstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora