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59. Los verdaderos deseos del amo

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Disfrútenlo <3 


***

—¡Éfar! —proferí en un grito, asustada.

—Me preguntaba cuándo reaccionaría. ¡Torpe!

—¿Qué haces aquí?

Éfar saltó al suelo y, con libertad, se relajó sobre una de las sillas alrededor de la mesa. Despreocupado, retiró una de las rosas del florero, la olisqueó con los ojos cerrados para luego comenzar a juguetear con ella. De manera intercalada, pasaba por los dedos de la mano el tallo de la rosa; se le veía distraído, aburrido, mientras me mirada con los ojos entreabiertos.

—Vine a verla, eso es todo —respondió, esbozando una sonrisa diminuta—. ¿Tengo prohibido hacerlo? ¿No, verdad? —preguntó.

—No es eso, al menos deberías avisar que estás aquí.

—¿Por qué? —Volvió a preguntar—, no estoy en la obligación de hacerlo. Además, es divertido verla con expresiones tontas.

Farfullé bajito. Caminé a mi cama y me senté en la orilla, preferí darle la espalda para no verle el rostro y así evitar caer en sus provocaciones. Me encontraba cansada y alterada por mi encuentro con Sauto, por lo que decidí ceder mi conversación con Éfar. Tenía mucho en la cabeza en estos momentos como para escucharlo.

—¿Puedo hacerle una pregunta, señorita? —La seriedad que usó para pronunciar esas palabras me tomó un poco desprevenida. Intrigada, giré mi cabeza en su dirección.

—Sí —afirmé.

—Dígame la verdad. Ese Sauto... ¿quién es? —Sus ojos oscurecieron. Pasó de estar aburrido a mostrarse bastante cauteloso, y sus expresiones ensombrecieron de pronto. Mis manos posadas sobre la cama, apretaron las sábanas con fuerza.

¿Era esto una especie de prueba de parte de Éfar? ¿No terminaba de confiar en mí? ¿O acaso quería evaluar cuánto sabía de Sauto?

Desvié la mirada de su rostro, me concentré en ver un punto muerto sobre la alfombra bajo mis pies, como si aquello fuese la cosa más interesante que mis ojos hubieran visto jamás. Me aclaré la voz, e intenté alejar el nudo que creció en mi garganta a causa de la confusión y mis sentimientos descontrolados.

—¿No deberías saber eso tú también? —le devolví la cuestión.

Lo cierto era que... ni yo lo sabía. Pero era Sauto, no me pareció que hubiera actuado de manera diferente a como acostumbraba hacer habitualmente; exceptuando el hecho de haberme invitado a su habitación a plena luz del día o el que esperara que yo pudiera atreverme a visitarlo en la noche. Más allá de ese detalle, parecía ser el mismo.

Pensar en ello me hizo recordar el cabello negro y largo de Sauto...

—Yo sé quién es mi amo —respondió Éfar con tal seguridad que resultaba perturbador. Con la misma voz de llena de confianza, el prosiguió—: ¿pero usted sabe a quién le debe mostrar sus sentimientos?

—Por supuesto —balbuceó, un poco insegura.

—Eso será suficiente. Quién sabe qué sucedería si usted terminara diciendo las palabras necesarias a la persona incorrecta. ¿Puede imaginarlo?

Las palabras necesarias a la persona incorrecta...

Éfar sí sabía cómo jugar con las palabras para dejarme intrigada, decía justo lo necesario para perturbar mi mente y mis escasos conocimientos, y por supuesto, la certeza y confianza de mis sentimientos.

Princesa de un castillo de monstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora