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43. Curiosidad

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Tomé un largo suspiro, pensando que sería conveniente dejar las lamentaciones a un lado para enfocarme en lo que verdaderamente importaba, el presente. Me esforzaría de ahora en adelante ser mejor persona, en dejar escapar los rencores y de este modo hacer fluir mis sentimientos.

Tras tomar varias respiraciones seguidas y relajarme, miré al señor Nord, quien rápido me regaló un gesto de compresión y prosiguió en acariciar mi cabello con suavidad. Debido a la reciente conmoción, habíamos quedado acuclillados al suelo, pero tan pronto escuchamos una leve exclamación de sorpresa, recobramos la postura.

—¡Oh!

Nord tan pronto vio a Jhören de pie a una distancia prudencial de nosotros, él se apresuró a decir:

—¿Terminó bien?

—No sabría decirlo, pero me gustaría que averiguaras lo que hablamos antes. Me siento más inquieto ahora —respondió él de inmediato.

Alcé la mirada hacia ambos hombres que ignoraban mi presencia, limitándome a observar y a tratar de adivinar el sentido de su conversación, mas no hice mayor cosa cuando ellos guardaron silencio e intercambiaron miradas. Con ligeros movimientos de la cabeza, cada uno parecía entender los pensamientos del otro. Nord tras despedirse de mí con una sonrisa, se marchó trotando en dirección a la cabaña donde don Florentino todavía reposaba.

Jhüen todavía con la apariencia de Sauto, volvió su atención hacia mí.

—¿Se encuentra bien? —preguntó con la voz suave y con una media sonrisa.

Asentí con la cabeza. Me limpié las mejillas rápido.

—Me gustaría poder hablar un momento con usted.

—Me parece que el señor Nord me ha contado lo suficiente —respondí tajante. Me encontraba demasiado sensible como para escucharlo decir alguna mala noticia o esperar a que repitiera las mismas palabras de Nord. Me contradecía muchas veces, me acobardaba mucho más, y solo pensar en que había estado dispuesta a marcharme al castillo para ver a Sauto una vez más, una sensación extraña me recorría el cuerpo entero.

—Como usted diga —accedió sin objetar.

Solté un suspiro. Bajé la mirada, decidida a enfocar mi atención en otro lugar e ignorar la mirada ferviente que Jhüen me dirigía. Tenía la impresión de que trataba de averiguar el porqué de mi negación a hablar con él, en el castillo lo había hecho incontables veces y me daba la sensación de tener mis pensamientos expuestos a su merced. Mediante a una observación silenciosa, él conseguía dar con mis sentimientos y mi verdadero sentir tan rápido.

Él siempre era amable, y esa clase de gentileza que lo caracterizaba provocaba contradicciones en mis emociones. Me ponía feliz pero también me enojaba, su consideración no la merecía en absoluto.

—¿No va a preguntar nada? ¿No tiene curiosidad de lo que está pasando? —cuestionó poco después. Con dos dedos de su mano derecha, elevó mi rostro por la barbilla, obligándome a verlo a los ojos.

Mi cuerpo se estremeció.

—La tengo —balbuceé embelesada. Su cercanía era más de lo que hubiera esperado, en especial cuando era el rostro y el cuerpo de Sauto lo que tenía adelante.

—¿Entonces por qué no pregunta?

—¿Debería? —contesté. Tragué saliva con dificultad—. ¿Puedo hacerlo? —volví a preguntar—. ¿Usted aclarará todas mis dudas? Aunque sienta mucha curiosidad, aprendí a no cuestionarlo, aprendí que solo debía observar y a guardar silencio; porque de nada me servirá cuestionar cada cosa que pueda ver, si nadie está para explicar.

Princesa de un castillo de monstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora