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41. Pensamientos frágiles

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Tan solo necesitaba una excusa para irme. Una sola.

Los pensamientos que ansiaban impulsar mis acciones debían ser detenidos, pues la curiosidad debía quedarse como tal. No me incumbía, no debería interesarme y, sin embargo, deseaba saber todo de él. Ansiaba saber qué era esto que mi pecho engullía, qué era esta sensación de soledad y vacío que dejó su ausencia, qué era esto que mi corazón a duras penas trataba de contener, porque yo no lo entendía.

No tenía la certeza de que él pudiera saberlo, no sabía si él podría ayudarme para resolver mis inquietudes y, sin embargo, quería avocarme a él para preguntarle con la intención de verlo una vez más. Odiaba no saber si ya se había recuperado o si tenía intenciones de volver. Me enfadaba aún más el no poder hacer nada.

Quizá esto que sentía era solo impertinencia de mi parte por conocer a Sauto, tan solo una ligera curiosidad que mi alma rebelde ansiaba saciar para obtener la libertad que tanto había estado deseando; pero tampoco podía tachar las emociones que me sofocaban como producto de una simple curiosidad, cuando era consciente que la insatisfacción y el peso de la indiferencia solo se aliviarían si obtenía las respuestas de mis recientes cuestiones y curiosidades.

Jamás había sentido tales emociones, emociones que me impulsaban a querer averiguar sobre la vida de una persona, alguien que más allá de simplemente ocultar un secreto era yo quien debía estar preparada para escuchar y asimilar cualquier cosa.

No podía concretar lo que sentía ni hacer desaparecer la sensación de vacío fuera de mi corazón. Me sentía en la necesidad de liberarme de toda esa carga emocional, a tratar de conseguir respuestas para acallar el gran bullicio que se había desatado en mi mente, que apareció como un efecto secundario del sueño.

Y aunque desconociera su significado real o si yo era quien le daba tanta importancia, sabía que no habían sido los hechos que ocurrieron en el sueño lo que tanto me inquietaba sino la sensación que me dejó después. Los sentimientos que quedaron sembrados en lo más profundo de mi corazón tras presenciarlo parecían ser el comienzo de algo doloroso.

Había pasado aproximadamente una semana y aún no lograba superar ese hecho, aún guardaba los sentimientos como si el tiempo se hubiera quedado estacando en ese punto para impedirme olvidar. Todo a mi alrededor parecía continuar, ajeno a las emociones que ofuscaban mi corazón. No solo el sentimiento era desconocido sino también abrumador hasta el punto de hacerme sentir que alguien caminaba sobre mi corazón, que me desgarraba por dentro hacia afuera despacio... tan lento y doloroso. Tenía miedo.

El sentimiento era extraño, más de lo que podría decir en palabras, más de lo que podría describir, porque jamás en toda mi vida me había sentido tan protegida, tan feliz y triste al mismo tiempo. Eran sentimientos que se contrariaban, era tan cálido como una llama encendida en medio de una reunión familiar... pero también era frío, como estar perdido en un desierto de nieve.

¿Qué se suponía que debía hacer? ¿Cómo debía lidiar con todo este mar de emociones que no seguían un curso habitual? ¿Qué debía hacer para no sentirlo? ¿Cómo librarme de estas emociones?

Era cobarde, pero no veía el pecado de querer ir por un sendero donde no debiera arriesgar mi seguridad y la zona que creé desde hacía mucho. Prefería mantenerme en esa burbuja que me encapsulaba del mundo y tan solo limitarme a permitir dejar entrar solo quienes quisieran acompañarme. Yo aún no estaba preparada para romperla y ser libre, como quizá mi verdadera yo preferiría hacerlo.

No veía lo malo de eso, pero tenía mucho miedo. Sauto era el culpable, lo intuía bien. Agradecía el haberlo conocido, agradecía tantas cosas de él, porque nadie me habría ofrecido la oportunidad de elegir; y quería quedarme con la satisfacción por haber conocido a grandiosas personas, a hacer de mi mundo un poco más grande a lo que acostumbraba a ver, pero no quería este dolor ni esta nostalgia ni la sensación de haber perdido algo.

Si esto que crecía en mi pecho significaba lo que mi mente trataba sutilmente de susurrarme despacio, si mi sueño eran mis deseos verdaderos que consiguieron materializarse de alguna forma, si fue mi corazón el que provocó que soñara con lo que habría sido una vida con Sauto si él tan solo me hubiese aceptado... y si por conseguir ser amada por alguien debía sufrir este dolor, preferiría jamás aspirar algo más.

No quería más dolor y tal vez esto era el coste de la libertad que en algún momento ansié sin saber que pesaría tanto. ¿Debería volver a ser esa joven? ¿Debería no sentir nada de nuevo?

Tenía miedo, mucho miedo de quedarme sola, de quedar abandonada, de que las personas a quienes apreciaba pudieran dejarme atrás. Tenía miedo de no ser capaz de soportar volver a sumirme en la soledad, ¿no sería mejor entonces volver a como era antes y no tener la necesidad de lidiar con sentimientos innecesarios más adelante?

Estaba confundida, perdida y con mucho miedo. No sabía lo que quería y dudaba que alguien pudiera comprender mi debate emocional cuando apenas podía entender lo que quería realmente. Lo único certero era el miedo que tenía por algo y la negación que tenía por no querer descubrir la razón. Era curioso que quisiera averiguar el secreto de alguien más cuando apenas si podía soportar el peso de los míos.

Mis labios temblaron, alcé la mirada al cielo y solté un suspiro nostálgico.

Una excusa, tan solo necesitaba eso para llegar a ellos... a él. Tenía muchas cosas qué preguntarle y saber de él.

Mirando el cielo despejado, me cuestioné lo siguiente: ¿Sauto vendría de nuevo? ¿Se encontraría en mejores condiciones? ¿Cómo se sentiría él ahora? ¿Qué estará haciendo?

Quería conocerlo profundamente, pero algo me impedía seguir avanzando.

Solo tener estos pensamientos contradictorios me hacían ver que no estaba preparada para obtener las respuestas que buscaba, ¿lo mejor sería dejarlas en el olvido? Era cobarde, miedosa e insegura, era evidente que jamás podría llegar más allá de las palabras, de deseos, de aspiraciones, más allá de pensamientos quebradizos.

Jamás llegaría a ser nadie ni intentaría serlo, era lo mejor. Por mi bien, esta situación que vivía debía llegar a un punto final, debía parar mi curiosidad y sentimientos. Nadie me advirtió sobre el dolor que sentiría si decidía enfocar mi vista en alguien.

No sabía lo que quería y eso me ponía mal. Mi confusión e indecisión parecían no querer desligarse de mi personalidad y tampoco sabía qué tan desesperada estaba para querer partir hacia el castillo con el fin de encontrarme con Sauto y pedirle que acabe con estos sentimientos, con mi agonía.

Más allá de ansiar todo lo anterior, también deseaba ardientemente verle el rostro una vez más.



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Princesa de un castillo de monstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora