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68. Promesa

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Espero que disfruten este capítulo, monstruitos. Está hecho con mucho cariño para sus desesperados corazones <3

***

Luego de ser arrastrada lejos de mi sitio, recibí un fuerte golpe en la mejilla derecha que me lanzó al suelo cual trapo estropeado.

Mis doncellas gritaron del horror ante la escena.

—Le hice una petición —bramó Jhüen con dureza—. Solo tenía que seguirla.

Nadie advirtió su llegada. Mis doncellas hacían los últimos toques a mi maquillaje cuando la figura de Jhüen apareció en la habitación sin previo aviso, como un espejismo borroso que poco a poco se iba materializando. Ante su inesperada visita dos de mis criadas habían salido disparadas contra la pared tras recibir un fuerte golpe.

Dolía.

Los gritos de las muchachas causaron tal alboroto en mi cabeza que comencé a sentir lastima por ellas. Si gritaban por sus compañeras heridas o si se debía a la impotencia de no oponerse a una autoridad superior, o tal vez se debía a ambas cosas. El golpe me había tomado desprevenida, descolocándome por instantes, pues en mi vida nadie a excepción de mi padre me había alzado la mano. Incluso si mi infancia no fue precisamente la mejor, el hombre que me crio tuvo miedo de marcar mi cuerpo.

Estaba confundida, enojada, dolida; más allá de esos sentimientos, la tristeza tomaba más control que cualquier otro. No esperaba ser desertada por Jhüen, jamás por él. En mi mente no albergué esa posibilidad al caer firmemente en el abismo de su amabilidad.

—¡Dígame! —exclamó otra vez, con el tono cargado de rabia—. ¿No puede cumplir con eso?

Escuchaba sus palabras mas no podía procesar muy bien mi respuesta. Lo entendía, pero me empeñaba en exigir una explicación que excusara su actitud. Mi respiración rápida era incontrolable y los latidos desesperados de mi corazón se volvían sofocantes. No podía detener mis pensamientos o centrarlos en algo concreto. Mis lágrimas silenciosas obstaculizaban mi visión, el dolor me impedía recobrar la postura y el temor a ser juzgada no me dejaba responder.

¿Hasta cuándo debía soportar? ¿Cuánto debía tolerar?

Me llevé la mano a la mejilla lastimada y me quedé aovillada en un rincón al pie de la cama. Escondí el rostro sobre mis rodillas dobladas mientras sollozaba por lo bajo. Hacía unos instantes había albergado los pensamientos sobre Sauto siendo un verdadero monstruo; sin embargo, a diferencia de Jhüen, él había mostrado sus colores en un principio. Había dicho que jamás podía hacerme feliz ni darme una familia, me había dado la libertad de marcharme; pero insistí en hacerme un lugar en el castillo que volví a olvidar.

Odiaba tanto esa peculiaridad que yo poseía. La facilidad con la que podía olvidar los malos recuerdos por unos momentos felices, la fragilidad que poseía mi alma para ser quebrada y la terquedad de mis pensamientos al proteger con todo algo que creía querer.

Pasó cuando era niño y había sucedido de nuevo.

Jhüen no era precisamente el hombre amable que conocí en un principio, no se veía como el hombre que endulzó mi oído con bellas palabras alentadoras. ¿Qué había pasado con aquel hombre gentil? Sus ojos inyectados de ponzoña me miraron con tal crueldad que me hizo sentir insignificante. Parecía desear arrebatarme la esperanza que me ofreció un día.

De pronto, mis sollozos se convirtieron en gritos desgarradores. ¿Qué más podía conservar si no era la esperanza?

Las lágrimas no cesaban.

Princesa de un castillo de monstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora