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11. Sauto Jhüen

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Entre el frío y la oscuridad, una pequeña luz comenzó a entreverse entre la bravura de la noche.

Quise levantarme e ir a encontrar la persona para pedirle ayuda; sin embargo, la imagen del monstruo que vi en el cielo acudió a mi mente. Me encogí en mi lugar, pensando que la única razón de que un hombre faltara a su palabra era la muerte. Él no podía estar muerto, ¿verdad?

A medida que la antorcha avanzaba en mi dirección, la silueta de un hombre subiendo por el peñasco, caminando con tanta confianza que parecía no temer dar un mal paso y morir, comenzó a distinguirse. Mi miedo aumentó junto el palpitar de mi corazón.

Los monstruos cazaban de noche.

—¿Señorita?

Conocía esa voz.

Era él.

El extraño amable a quien seguía sin saber su nombre.

Me levanté de inmediato, esperando su llegada con ansias. Quería ver un rostro conocido y de confianza. Por más extraño que sonase, quería abalanzarme a sus brazos para sentirme más protegida, pero no lo hice, temía caer al vacío.

—¿Se encuentra bien? —preguntó. Una vez que estuvo lo suficientemente cerca, no dudé en lanzarme en sus brazos, temblando de frío y de miedo—. Todo estará bien —me aseguró.

Su voz era tan reconfortante, me invadía de una manera tan indescriptible, deseaba que fuese él mi prometido.

Soltó la antorcha al suelo. Con urgencia, correspondió mi abrazo y acarició mi espalda con suma delicadeza, infundiéndome seguridad y calor.

—Todo estará bien ahora. —Volvió a decirme. Le creía, en verdad le creía. Su forma de sostenerme era tan delicado, tan ligero, casi como si tuviera una rosa en sus manos y temiera que sus pétalos se desprendieran del cáliz. Me veía y abrazaba a mí, y sentía que a su lado podía sentirme con valor y muy amada.

Tan pronto me sentí mejor, fui capaz de recobrar la postura y me liberé del abrazo.

—Lo siento —articulé.

—Cuando quiera, señorita.

Su amabilidad me consolaba más de lo que podría imaginar.

—Él dijo que volvería —musité despacio—. Le creí.

—Lo siento, señorita, debí haberle aclarado que Sauto es un poco olvidadizo. Espero lo disculpe, es un buen muchacho.

—Gracias por venir a buscarme, lo aprecio mucho. —Fue lo único que logré articular. Sus palabras me aseguraban que Jhören se encontraba sano y salvo, no sabía si tranquilizarme o enfadarme. Solté un suspiro.

—No piense mucho —comentó él, sacándome de mis pensamientos.

Asentí con la cabeza.

—Atravesar este peñasco será difícil, ¿le importa si la llevo en brazos? Será más seguro.

No objeté y le permití que me cargara en sus brazos.

Al principio creí que la caminata sería lenta, pero cuando sentí un pequeño bajón en mi estómago, indicándome que él saltaba entre rocas y malezas, entendí que sería todo lo contrario. Todo a mí alrededor se volvió borroso y agitado. Me aferré a su vestimenta tan fuerte como se me fue posible hacerlo, temía que él me soltara.

—Tranquila, he venido tantas veces por aquí que podría atravesar el lugar con los ojos cerrados —dijo—. No creo que le agrade la idea.

Hablaba de manera fluida, sin verse afectado por la rapidez con la que iba.

Princesa de un castillo de monstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora