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60. Inesperado y veloz como un suspiro

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A parte de que espero que disfruten este capítulo, también espero que comenten y voten (?

Para mí, los votos y comentarios son como las actualizaciones que ustedes esperan, los quiero, los deseo siempre jaja, pero tampoco puedo obligarlos a hacerlo.

ADEMÁS, ESTE CAPÍTULO  ES ESPECIAL Y CREO QUE SE MERECE MUCHO AMOR. Iré a llorar en un rincón, comper. 


*** 


La puerta se cerró detrás de mí.

Luego de tomar una respiración profunda, fui soltando el aire despacio en un intento por tranquilizar mi agitado corazón. Estaba demasiado nerviosa, patidifusa e inmóvil para atreverme a dar el primer paso. Aún no reunía el valor suficiente para trasladarme al interior de la habitación que me llamaba en silencio, incitándome a entrar cual susurro inexistente de alguien que invita a hacer a travesuras.

En el pasillo, me pareció escuchar un leve ruido que inconscientemente me obligó a girarme en la dirección contraria, por miedo a ser descubierta. La idea de que Éfar pudiera aparecerse en cualquier momento me tenía insegura, temía que pudiera atreverse a molestarme de la peor manera posible. La imagen de él con su figura horrenda se asomó en mi mente, y eso me obligó a empujar la puerta hacia el interior.

Quería resguardarme en mi habitación de inmediato, ocultarme de quien fuese a aparecer en el pasillo y visitar a Sauto podría suceder en otra ocasión.

Mi primer paso se vio impedido por un brazo que atrajo la puerta de nuevo a su sitio. La respiración de alguien a mi espalda causó cosquillas en la zona de mi cuello y envió sensaciones intensas por todo mi cuerpo. Me estremecí.

¿Sería Éfar?

—Entraré —le avisé, un poco molesta—. No tenías por qué venir.

Solté un suspiro y volví a empujar la puerta, pero no conseguí que se moviera. La mano que obstaculizaba mi entrada a la habitación, se posó sobre el umbral, impidiendo que yo avanzara al interior. Poco después, sentí cómo algo avanzaba alrededor de mi cintura hasta detenerse en mi abdomen, paseando en esa zona con extrema delicadeza y provocándome hormigueos a su paso.

—¿Por qué? —preguntó entonces el recién llegado. Sonó perezoso y juguetón a la vez, como si recién acabara de despertarse y estuviera dispuesto a hacer travesuras—. ¿Se irá sin saludarme, señorita, aun cuando amablemente la invité?

Solo una leve sonrisa. Quise girarme a verlo, sin embargo, cuando sentí que algo se apoyaba sobre mi hombro izquierdo, me detuve. La mano que rodeaba mi cintura aumentó la fuerza con la que me aprisionaba, pegándome hacia el cuerpo de mi acompañante. Dejé de insistir, mi gesto molesto se suavizó para ser sustituido por la sorpresa y la vergüenza.

—Sauto... —mascullé con voz apenas audible.

—No se mueva —comentó él—. Deje que estemos así un momento.

Lo obedecí, no tuve la fuerza de voluntad necesario para escaparme o contradecirlo.

Su cabeza se retiró de mi hombro y aflojó su agarre alrededor de mi cintura. Ahora, con su mano libre, lentamente hizo a un lado mi cabello para dejar expuesto mi cuello a su merced. Sentí su aliento en esa zona específica. Escuchaba su respiración pesada y agitada, la forma lenta de soltar el aire por la boca sobre mi piel. Lo hacía despacio, pausado, con extrema delicadeza se movía, rozando apenas los sitios por donde iba.

Princesa de un castillo de monstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora