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77. La señora del castillo

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Disfruten el capítulo, monstruitos.


***


Una inmensa tristeza me invadió cuando vi que el sitio que conocía había cambiado de manera drástica. Mientras miraba el cielo oscuro con nostalgia, como diamantes comenzaba a caer la nieve en mi rostro.

Parecía que nos habíamos situado sobre un peñasco, lo que nos daba una vista extraordinaria del castillo y sus alrededores. De alguna forma, todo me resultaba extrañamente familiar, aunque no sabía a qué se debía el sentimiento. Imágenes de cuando Sauto me llevó a cierto sitio en particular alejado del castillo llegó a mi mente, ¿podría tratarse del mismo lugar donde besé sus ojos luego de recuperar parte de mis recuerdos? Un rugido se elevó al aire con fuerza, sacándonos de nuestro enfrascamiento momentáneo.

—Venga por aquí —dijo Gael.

Su oscura figura corpulenta obstaculizó mi visión. Avanzó hacia adelante despacio, como si temiera dar un mal paso. Era comprensible, no era exactamente un sitio seguro. La calma que surgía por breves instantes hacia que fuese notorio nuestro caminar y el leve viento que azotaba los árboles hacia crujir las ramas desecas

Bajos nuestros pies las ramas húmedas emitían un leve crujido. Gael se detuvo de pronto, olisqueando el aire. Se volteó hacia mí con una expresión rara, luego miró a mi espalda. ¿Qué estaba pasando?

—Si salimos ileso, Sauto nos matará de cualquier modo.

—¿A qué te refieres?

—Ni siquiera los monstruos se atreverían a profanar este sitio sagrado.

—¿Sagrado?

No pude evitar voltear en la dirección donde tenía la mirada clavada. Al hacerlo, un escalofrío me recorrió el cuerpo entero. La figura de Jhüen permanecía erguido a unos pasos de nosotros, tenía el semblante tranquilo e inmutable. Estaba abrigado con una estola enorme de color blanco que parecía bailar al ritmo del leve viento que azotaba el sitio. Sus ojos del color de la amatista le daban color al ambiente lúgubre. No pude evitar pensar que Jhüen seguía viéndose tan hermoso.

—Parece ser que lo entiendes, Gael —musitó Jhüen sin inmutarse—. Realmente es un sitio increíble. Puedo comprender por qué Sauto le tiene tanta devoción. Me pregunto... ¿qué habrá pasado aquí? No importa cuántas lunas llenas pasen, este sitio seguirá oliendo a sangre... humana.

Miré a Gael, esperando que respondiera de algún modo. Sin embargo, aunque su rostro lucía molesto, no parecía lo suficiente perturbado como para responder las claras provocaciones de Jhüen.

—Sé que sabes cosas, Gael. Conoces secretos que nadie más sabe.

—Será mejor seguir —comentó Gael un poco más tranquilo, ignorando a Jhüen.

—Si fuese tú, no me atrevería —articuló nuevamente Jhüen—. Una vez que atravieses este peñasco, dudo mucho que puedas respirar después.

—¿Qué tanto sabes? —Esas palabras parecían acaparar la atención de Gael, quien se mostró interesado.

—Sígueme. —Jhüen se giró con lentitud. Tan pronto lo hizo, desapareció sin dejar rastro, como si el aire se lo hubiese arrastrado.

Gael soltó un suspiro cansino. Luego tomó mi mano y me arrastró a su pecho con brusquedad. El ambiente a mi alrededor se tornó borroso, la sensación de ser arrastrada al vacío pronto me dejó sin aliento; sin embargo, aunque todo a mi alrededor perdía sentido, color y nitidez, una parte en particular parecía cobrar forma a unos pasos.

Princesa de un castillo de monstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora