Me volví hacia él.

—¿Está jugando conmigo?

—Quiero saber qué es eso para usted, necesito conocer el significado de esa palabra por su boca.

—Solo... no quiero sentirme amenazada. Comprendí que pedir ser feliz es una idea descabellada e imposible, así que pido tranquilidad.

Silencio.

—Coma —dijo con amabilidad mientras deslizaba frente a mí un plato—, si necesita algo más, solo dígalo.

—Perdí el apetito, iré a mi habitación.

Sauto sostuvo mi mano con firmeza, impidiendo mi marcha.

—Coma —repitió—. Me marcharé si es lo que desea, pero hágalo.

Miré a un lado. Su expresión genuina me hizo acceder sin sopesarlo tanto.

—No... —empecé a decir—, no se marche. Solo permanezca en silencio.

Lo vi sonreír, gesto que me impulsó a hacer lo mismo. Le correspondí la sonrisa tonta, aunque él no la viera. Mientras almorzaba, Sauto no desplegaba la vista de mí, incluso hubo ocasiones en las que me sorprendió al querer alimentarme. Avergonzada rechazaba su ofrecimiento, sin embargo, insistía tanto que resultaba más fácil aceptarlo.

—¿No comerá? —quise saber, curiosa al notar que en ningún momento había probado bocado.

—Algo que aborrezco es la comida que ingieren los humanos —lo dijo sin tapujos.

Atónita, pregunté:

—¿Cree que puede saciar una curiosidad que me tiene mortificada desde hace tiempo? —pregunté.

—Por supuesto.

—Los monstruos comen carne humana, ¿eso quiere decir que los que viven en el castillo también lo hacen?

Sauto rio.

—Pueden hacerlo —dijo sin emoción alguna—, de hecho, creo que lo siguen haciendo; nadie les prohibió no hacerlo. ¿Algo más?

—Entonces...

—Estas reuniones no es más que una formalidad absurda y sin sentido.

—Ah —respondí, sin saber qué decir. Introduje mi último bocado a la boca—. Creo que iré a mi habitación.

—¿Está asustada?

No respondí.

Abandoné el salón sin esperar a mis doncellas o algún acompañante, y lo prefería de ese modo. Salí tan apresurada como pude sin un rumbo trazado. No tenía intención de regresar a mi aposento ni a un lugar cercano al castillo, planeaba buscar un lugar tranquilo que me proporcionara la calma que necesitaba en esos instantes.

En el interior estaba tan alterada, sin poder estabilizar mis emociones, sin comprender lo que sentía con exactitud pero tampoco era desconocido el sentimiento. Quizá solo no quería admitirlos. Cuando me giré y vi a Naseen correr en mi dirección en su forma animal, me detuve.

Al estar cerca, él se transformó. Naseen podría ser la persona que necesitaba en esos momentos para salvarme de mi tormento.

—Lléveme ahí —supliqué, señalando cierto sitio que apenas se distinguía a la lejanía desde mi posición.

—¿Qué piensa hacer? —inquirió, siguiendo con la mirada el lugar que indicaba.

¿Qué quería hacer? ¿Qué pretendía hacer al pedirle aquello a Naseen?

Princesa de un castillo de monstruosWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu