—Esto... esto... lo hizo Sauto, ¿no es así? Él las castigó porque me dijeron sobre cómo reparar mis cicatrices. Hablaré con él...

Mis palabras se detuvieron tan pronto noté que mi doncella se desmoronaba frente a mis ojos. Su rostro que era tan ruda y misteriosa, de pronto se desfiguró. Era una expresión que no había visto en mi vida. Era dolor y alivio, tristeza y al mismo tiempo felicidad. Resultaba absurdo que emociones contradictorias se presentaran en una persona, pero no sabía cómo englobar lo que me mostraba mi moza, siendo ella alguien quien no era tan liberal ni emotiva como el resto de sus compañeras.

Se arrodilló frente a mí, seguida de sus compañeras. Sorprendida, retrocedí. ¿Qué les sucedía?

—Él... —empezó a decir, luego sacudió la cabeza al caer en cuenta su forma de dirigirse hacia Sauto—, nuestro señor es alguien muy fuerte y poderoso. El amo puede ver todo... aunque existen cosas que escapan de su visión; quizá para usted no sea el caso.

—No entiendo —musité—, levántense. Levántense, ¿por qué se arrodillan?

—Si es usted, siempre que sea usted, no me importa arrodillarme o... besarle los pies...

—Estoy de acuerdo contigo, Queen —interrumpió otra de mis doncellas—, pero ¿puede ser otra parte que no sean los pies? Como... ¿un poco más arriba?

Parpadeé varias veces. ¿Algo... un poco más arriba de los pies?

Queen la miró mal.

—Contrólate —masculló, enojada. Volviendo hacia mí, ella prosiguió—. Antes de que esta libidinosa interrumpiera, escuche esta egoísta petición nuestra. Se lo rogamos.

Asentí sin pensar tanto.

—Conviértase en la princesa de este castillo —dijo.

—¿Eh? —susurré, atónita.

—Por favor, salve a nuestro a señor de sí mismo.

¿De qué hablaban? ¿A qué se referían? ¿Qué estaba pasando en este sitio que era tan oscuro e incomprensible?

Retrocedí varios pasos hasta caer sentada al suelo. Si tan solo ellos se molestaran en explicarse o decirme qué hacer, podría la situación ser más fácil. No habría forma de confundirme ni asustarme por cada cosa que me pareciera diferente. Aunque Sauto fuese un monstruo y el hombre que amaba, no significaba que las bestias no me dieran miedo, todavía no olvidaba las penas que había pasado por culpa de su existencia.

Si tan solo no se reservaran sus secretos para ellos mismos.

—Sea nuestra princesa y la señora de este castillo de monstruos.

Sacudí la cabeza en negativa, aunque nadie me veía en absoluto.

—No entiendo —afirmé—, si tan solo...

—Convirtiéndose en nuestra princesa nadie podrá negar su existencia —finalizó—, nada ni nadie le impedirá conocer los secretos. Incluso si los usa en nuestra contra, matándonos o lo que fuese a hacerla feliz, nosotros no podremos objetar. Si la mujer que el señor ama es quien lo pide, aceptaremos cualquier cosa, incluso morir.

—¿Por qué me pide eso? No podría hacerlo.

—El amo guardó una promesa para usted, mientras tenga una razón y algo en quien apoyarse, él seguirá viviendo.

—No comprendo nada —lamenté—, nadie me explica realmente lo que sucede. Solo hablan y hablan sin tomar en consideración el lío que dejan en mi cabeza. Me han confundido en ocasiones al colocar responsabilidades en mis hombros que no deseé ni me corresponde, luego se decepcionan porque no cumplí las expectativas y me desechan como la basura que juraron que no era. ¿Cómo explican eso?

Princesa de un castillo de monstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora