63. Beso apasionado

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—¿Puedo? —preguntó.

En esa posición, con su rostro pegado al mío, solo pude pensar que tal vez quería besarme de nuevo. Me había besado la noche anterior como una forma de recompensa; sinceramente, deseaba que lo hiciera, quería poder besarlo esta vez, no solo limitarme a sentir sus labios sobre los míos. Quería poder sentir la presión suave de su piel, poder guiarme con sus movimientos y saborear cada sensación que pudiera provocar.

Ansiosa, asentí; moví la cabeza de arriba abajo una vez. Porque al igual que él, también deseaba sentir sus labios sobre los míos, ansiaba sentir su roce, sus caricias y sentirme amada como ninguna otra mujer. Cerré los ojos con fuerza y esperé, esperé que se acercara lo suficiente.

Pero no pasó nada, al menos, no lo que esperaba. Lo próximo que sentí fue algo húmedo recorrer el largo de mi cuello.

De nuevo... me estaba lamiendo.

Sin pensarlo, comencé a carcajear, captando su atención. Había creído ingenuamente que me había pedido un beso. Él se retiró y con una expresión confundida, inquirió:

—¿Qué sucede?

—Nada —le dije.

—¿Qué sucede? —insistió.

—Nada, digo la verdad.

No tan convencido, él se desplomó a mi lado. De haber sabido que se apartaría, tal vez debí haber sido sincera y decirle que me hubiera gustado que me besara. Me acerqué a su lado y reposé mi cabeza sobre uno de sus brazos extendidos, me acurruqué en su pecho y sonreí, aspirando el aroma que emanaba de su cuerpo. Jamás había estado tan cerca de él como en este instante.

—Desearía no volver al castillo —confesó, abstraído. Tras esa declaración, algo parecía no gustarle. No era la primera vez que lo escuchaba decir que quería marcharse del castillo, pero las razones o qué tan seguido piensa en ello, lo desconocía—. Si buscara un sitio lejos de aquí, ¿estaría dispuesta a acompañarme? —añadió.

—Me gustaría —contesté con sinceridad.

—Puede que no tengamos muchas comodidades ni recibamos tantas atenciones como ahora, solo estaríamos nosotros dos.

—No importa.

Él rio.

—Aunque me gustaría saber por qué —dije, no tan segura— ¿Tiene algo que ver con lo que pasó en la mañana?

—Mmm —balbuceó—. Eso es irrelevante. No pasó nada.

—¿Cómo que no? Estaba ahorcando a la esposa del señor Nord.

—Pero no lo hice.

—Además, usted la lamió.

—Tal vez —respondió, indiferente. Parecía que ni recordaba ese hecho... o tal vez si lo hacía, mas el asunto le resultaba de escasa importancia.

Algo en Sauto resultaba vacío, muerto. No sabría definir con exactitud qué era ese sentimiento qué surgía en él, solo era perceptible, daba fácilmente esa impresión. Me gustaría saber más, conocer sus secretos o qué buscaba en mí.

Si tenía miedo, me gustaría saber de qué. Si albergaba esperanza, quería conocer cuál. Si poseía metas, quería alcanzarlas con él. Más allá de lo que había estado mostrando, no sabía nada en absoluto. Era amable, gentil, cuidadoso y un buen hombre conmigo, sin embargo, existían detalles que no dejaba que las descubriese. No me dejaba acercarme más de lo que correspondía.

Seguía pareciendo que era la única que quería alcanzarlo con mis sentimientos.

Quisiera poder preguntarle, quisiera poder tener el valor suficiente para gritarle que al menos yo estaba siendo lo posible para intentar comprenderlo; sin embargo, no poseía tal derecho para reclamarle, los sentimientos debían surgir no forzarlos.

Princesa de un castillo de monstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora