62. Más cerca de ti

Comenzar desde el principio
                                    

Bajamos los escalones despacio. Por instantes mi visión se tornaba doble y difusa, lo que hacía que retrasara nuestra caminata. Aunque, por fortuna, Sauto fue demasiado paciente y no dijo nada al respecto, me sostuvo por los brazos hasta que la luz del exterior pegó en nuestros rostros. La brisa de la mañana sopló fresco, me deleité un poco al sentir la oleada de aire frío.

―Entonces... ¿a dónde iremos? ―inquirí, pensativa. Dudaba que pudiéramos hacer algo relajante aquí fuera. No tenía ni la más mínima idea de lo que él tenía pensado hacer, esa forma efectiva del que tanto hablaba quizá era una excusa para sacarme de la habitación y permitirnos dar un paseo alrededor del castillo.

Excluía ir al gran comedor, puesto que siempre me habían llevado los alimentos a mi habitación. ¿Qué podría ser?

―Será relajante, lo aseguro.

―Mmm ―balbuceé, dudosa―. ¿Será aquí afuera?

La sonrisa que lentamente se dibujó en su rostro gritaba travesura.

―Es afuera, sí ―dijo―; pero esa no es la parte interesante.

―¿Entonces?

―Será un lugar bonito, nadie nos molestará —admitió mientras se colocaba frente a mí. Sostuvo mi barbilla con sus dos dedos y la elevó ligeramente para tener un panorama completo de mi rostro—. Está bien si no quiere.

Tragué saliva.

Comencé a ver a mi alrededor, y me arrepentí de hacerlo. Los nerviosos y la vergüenza aparecieron al ver la pequeña multitud de curiosos que se aglomeraron. Recordé las razones.

Primero, aún era una novedad ver a Sauto merodear en el castillo luego de haber estado desaparecido con Jhüen. Segundo, el que me vieran en esa posición tan pegadita y de manera íntima con Sauto, solo debían aumentar su curiosidad y sus deseos de expulsarme. Tercero, estaba usando una de las prendas de su amo. Conociendo lo celosos que podían llegar a ser los habitantes del castillo, era posible que hubieran olvidado la primera razón por las dos últimas.

Viéndolos, me pregunté a dónde estaba Jhüen. Había preguntado de él con Éfar antes, mas sus respuestas eran tan vagas que resultaba confuso entenderlas.

—Creo que deberíamos mantener distancia por ahora o ellos realmente se molestarán conmigo.

Retrocedí varios pasos.

―¿Y yo? ―espetó él. Me volví en su dirección―. ¿No le preocupa que me enfade?

―¿Por qué se enfadaría?

―Seamos claros, querida... ―empezó a decir. La distancia que establecí fue superada de inmediato―, después de lo de anoche, ni siquiera piense alejarse un poco. Bastante he tenido tratando de alejarla.

Me empujó despacio con su cuerpo, luego pasó su brazo alrededor de mi cintura y me atrajo hacia él. Estaba siendo rudo, mas no violento; insistente, pero delicado.

―Si a ellos les molesta que la tenga así de cerca, con gusto lo haré seguido. Soy capaz de montar un buen espectáculo. Y si usted intenta marcar distancia solo porque a ellos les fastidia... ―hizo una breve pausa―, me acercaré más y más y probablemente sea lascivo.

―Eso suena egoísta.

―¿Quién no lo es? ―inquirió, ladeando la cabeza cual pájaro curioso.

―Pero usted es una figura importante para ellos.

―¿Y?

―Creo que deberíamos ser cuidadosos.

Princesa de un castillo de monstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora